Febrero llegó rápido, al igual que la rutina a la que las chicas debían acostumbrar.
Trabajar y estudiar no sería fácil, pero era clave para seguir viviendo con las comodidades y lujos que tenían.
Esa tarde de sábado, justo antes del partido del partido debut de Boca en el torneo, una noticia poco alegre sacudió a las once chicas.
-¿Que haces con esas valijas, Aldi?- preguntó Paula con preocupación
-Me voy, chicas.- susurró ella.
-¿Como que te vas?- Bri salió de la cocina en cuanto la escuchó.
-Mi vieja necesita ayuda en Italia, tengo que irme, soy el único familiar que tiene.
-¿Por qué nos lo decís ahora recién?
-No sé, no tuve tiempo de pensar mucho estos días. Perdón.
Nadie dijo nada, no podían negarle que se vaya. Después de todo, ninguna iba a suplicarle nada a nadie.
Las once chicas acompañaron a Aldana hasta el lobbie del edificio, donde ella pidió un taxi.
-Voy a volver a visitarlas, lo prometo. Saludenme a los chicos.- murmuró antes de subirse al auto que la llevaría a Ezeiza.
Todas volvieron a subir, todavía estaban perplejas.
-¿Como pueden darle tan poco valor a esto? Nos abandonan mas rápido que las ratas del Titanic.- soltó Luci tomando de su cerveza.
-Ya está, ¿que le vamos a hacer? Ellas eligen el rumbo de sus vidas, chicas, lo importante es que nosotras seguimos acá.- las animó Cande.
-Dale, cambien las caras. Miremos el partido y después salimos a dar una vuelta.- sonrió Pau.
Lo cierto es que, a pesar de las puteadas, Boca no jugó a nada y sólo rescató un punto frente a un rival inferior como lo es Temperley.
Parecía que nada podía levantar el animo del grupo, hasta que un mensaje en el celular de Paula irrumpió el silencio que había en la sala.
-Es Pilar, dice que hay una joda en una quinta acá cerca, ¿que dicen?
Todas se miraron entre sí.
-Bueno, peor va a ser quedarnos acá a deprimirnos.- Cata alzó los hombros.
Cerca de las una y media, todo el grupo subió en la camioneta de Candela camino a la quinta que la futura cuñada de Paula había nombrado.
El lugar estaba ubicado en medio de un exclusivo barrio privado, la musica retumbaba por todos lados y las personas entraban y salían de la casa todo el tiempo.
-Vamos a divertirnos como sólo nosotras sabemos.- sonrió Ari acomodando el top que tenía puesto.
Todas pagaron la entrada e ingresaron al lugar, adentro todo era un desastre, pero la verdadera fiesta estaba afuera.
-¡Pau! Pensé que no venían.-sonrió una chica rubia en medio de la oscuridad y luces de colores.
-Eh si, es que las chicas no terminaban nunca de arreglarse.- ella puso los ojos en blanco.
-Bueno, vengan que les presento a unos amigos de mi hermano.- musitó dándoles la espalda y comenzando a caminar.
Ellas la siguieron hasta un grupo de chicos situado al rededor de una mesa con sombrilla, algo estúpido ya que era de noche.
-Ellos son Nico, Tomi, el otro Thomy, Gio, Seba y Lucio. Y a Augusto ya lo conocen, creo.- los nombró mientras apuntaba a cada uno.
Los siete se pusieron de pie y saludaron a todas amablemente, pero fueron Tomas y Sebastian quienes se apresuraron a traer sillas para ellas.