Forgiveness [FINALIZADA]

4. Michaelis

Tras aquel encuentro que parecía predestinado pasaron dos semanas. Dos semanas completas.

Andrew no volvió a ver a Moss, hablaron mucho, por llamadas, mensajes, siempre estaba dispuesto a tener una charla con él, a sonreír cuando sonaba el móvil y era su foto la que aparecía en la pantalla. Cuanto más lo conocía, más creía encajar con el chico.

Pero esas dos semanas se hicieron largas y aburridas, su vida era monótona, sin el extra de excitación que su amante le proporcionaba, si la aventura, sin la emoción. Marshall apenas aparecía por su apartamento y no lo había llamado en las dos semanas enteras. Estar así era un problema para él. Pensaba demasiado en el pasado y en las personas a las que echaba de menos, pensaba demasiado en su antigua pareja. Pensar le sentaba tremendamente mal y, cuanto más pensaba, más dependía de las estimulantes pastillas que le hacían la vida más cómoda y fácil. Era horrible no poder pensar en Mich sin que una ola de tristeza le arrastrara por el suelo y le hiciera sentir el hombre más miserable del planeta. Quería pensar en él, recordarlo, y sonreír. No estar triste.

Y lo que hizo que ese bucle de momentos negativos y soledad empeorara aún más fue el despido repentino de su trabajo. Al parecer la empresa en la que trabajaba se había visto obligada a hacer un recorte de plantilla por un problema económico. Y él había sido señalado como uno de los empleados a despedir. El problema es que no oyó de ningún otro despedido, y en las últimas semanas él no había notado ningún descenso en las ventas ¿porque lo despedían? ¿porque no eran sinceros? Le tentó denunciar por despido improcedente, que tuvieran que darle datos reales. Pero estaba tan depresivo últimamente que eso fue un pensamiento de varios segundos, la realidad de lo que hizo fue, simplemente, enviar un mensaje a Moss.

No se habían visto en las últimas semanas porque el chico había tenido que salir fuera de la ciudad por trabajo. Es modelo, eso, le explicó, significa que tiene que viajar mucho por trabajo, para ir a pasarelas, para grabar anuncios. Para todo. Y ahora mismo estaba en uno de esos viajes por trabajo que tanto tiempo llevaban. Pero en cuanto le envió el mensaje le dijo que en unas horas llegaba a la ciudad y que, si no estaba bien, podrían verse para tomar un café. Andrew aceptó. No quería hablar con Marshall. Le daba un poco de miedo como su novio, sobreprotector y manipulador, pudiera tomarse el hecho de que lo hubieran detenido.

*

Unas horas más tarde llegó a la cafetería en la que había quedado con Moss. Y ahí estaba él. Con una rosa roja sobre la mesa, mirando el móvil con una actitud tan descuidada que a Andrew se le encogió el corazón. Quería a un chico así con él.

—Disculpa la demora — susurró, avergonzado.

—No importa, siéntate y... quédate esa rosa. Feliz San Valentin, Andrew.

La sonrisa del rubio se ensanchó a la vez que un sonrojo surcó sus mejillas. Ni siquiera había reparado en ese día y Marshall no le había mandado nada, ni siquiera una simple felicitación. Con el tema de su trabajo se le había olvidado completamente que llevaba días pensando en que podría hacer con él. El agobio acudió rápidamente a su mente y la sonrisa desapareció.

—Sé que tienes novio, no tienes que aceptarla si no quieres. Tan solo quería animarte un poco. Tómalo como una rosa de amistad.

Andrew asintió, pero en realidad no estaba así por la rosa, lo estaba porque no había preparado nada para su enamorado, lo estaba porque pensaba que ahora lo odiaría, que notaría que no estaba realmente enamorado de él, se había puesto a temblar de tan solo pensar en eso y ahora quería algo, una pastilla, una raya, un porro. Lo que fuera.

Pero Moss tomó su mano y le hizo mirarle.

Tenía una sonrisa preciosa, cálida, perfecta. Contrastaba muchísimo con el puchero que Andrew portaba en su rostro. El chico no sabía que hacer, dejó que él acariciara su mano, no sabía negarse a Moss. No podía. Era simplemente imposible.