6. Abandono

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—...Si sigues negándote a ello terminarás encerrado ¿de verdad es eso lo que deseas? — quien hablaba era el nuevo agente, mucho más maduro (por no llamarlo viejo) que el que Killian. Estaba de píe, apoyando la mano en la fría mesa metálica que lo separaba de Andrew y con aspecto hastiado — ¿estás entendiendo mis palabras, niño?

Andrew asintió, pero no lo miró. Tenía la vista fija en la mesa, su color plateado, su tacto metálico y su brillo le hacía irse muy lejos. Al pasado. Al brillo de aquel coche. No quería hablar, tenía demasiado miedo.

—Andrew, por favor — era el otro, Killian, él si estaba sentado y lo miraba con gesto preocupado o al menos fingía dicho sentimiento, el rubio era incapaz de adivinar si sería cierto o falso. El muchacho sabía que aquello era un teatro, las películas y series de televisión lo mostraban a diario, uno parecía a punto de estallar y el otro lo controlaba, pero aun así su mirada lastimera iba al "poli bueno" y le imploraba ayuda, era un instinto básico de Cober, recurrir a aquel que lo pudiera sacar del apuro sin importar nada más —. Podemos ayudarte. Ese tipo es malo, mira como tienes la cara. Lo que te hizo, porque fue él ¿verdad? Necesitamos alguna prueba para obtener una orden. La que sea. Tan solo tienes que decir que te maltrata, que te golpea. Que quieres denunciarlo. Y estaremos obligados a ir e interceder por ti.

El muchacho apretó los labios. No podía traicionar a Marshall, él estuvo ahí cuando más lo necesitó. Era un capullo, y un tipo agresivo, y a veces le daba miedo. Pero lo había cuidado. Siempre lo cuidaba. Además, si algo salía mal y él guiaba a la poli hasta su casa, terminaría bien jodido. No sería amable si sabía que había metido a la policía en sus vidas. No, la policía no, gente aún peor. Gente de la agencia anti drogas. Desde luego eso era mucho peor para Marshall.

Sobre la mesa, como si el demonio se hubiera sentido llamado, comenzó a vibrar el teléfono de Andrew y la foto de Marshall apareció, otra vez, como ese horrible nombre en pantalla.

—Cógelo y no digas ni una palabra de donde estás — habló el agente más adulto —. Si quieres que venga a recogerte y no quieres que sepa que estás aquí mándalo directamente al departamento de policía del distrito.

Le hizo un gesto, para que procediera a responder al teléfono y el muchacho lo hizo tras asentir a las palabras del agente.

—H-hola — saludó nada más descolgar, la respuesta de Marshall fue tan automática que los ojos del chico se pusieron en blanco, siempre le exigía que le saludara de la misma forma, siempre usando apelativos que, en público, le harían sonrojar hasta las cejas —. Estoy en comisaría, Marsh.

No pensaba decirlo, pero si tenía que utilizar aquel modo de saludo delante de los dos agentes uniformados iba a morirse de la pura vergüenza. No es como si quisiera exhibir su modo de vida o su sexualidad así, a gritos, frente a desconocidos.

—¿Dónde terminaste ayer? Te fuiste muy pronto, apenas comenzábamos — fue la respuesta de su pareja, ni un ápice de preocupación por su estado, eso lo molestó un poco, pero no lo dejó ver. Al menos no insistió en que utilizara esas formas, habló como una persona normal, cosa que, empezaba a entrever, que no era en absoluto.

—Me fui a un parque, parece que me dormí... me han arrastrado y hecho pruebas de alcoholemia y drogas. Tengo que pagar la fianza — Andrew, nervioso, pasó saliva. Iba a volver a decirle lo de vivir con él, ya no le quedaría más remedio que aceptar porque una fianza así no era barata, y aunque era una mentira, tendría que fingir haberla pagado, fingir que ya no le quedaba dinero para el piso. Era una verdadera mierda, pero si no fingía, ni mentía, se metería en un problema aún peor —. ¿Vendrás a por mi?

El agente lo miró interesado. Su plan era meterle micros durante el cacheo en comisaría. Era algo sumamente básico pero útil de sobra. Con esa maniobra obtendrían lo que necesitaba.

Forgiveness  [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora