8. Abre los ojos

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Al otro lado del teléfono, mientras Andrew y Marshall rompían con esa bonita paz que habían mantenido, Moss estaba simplemente apoyado en una fea pared de hormigón sucio. Tenía un cigarrillo entre los labios y lo fumaba con total tranquilidad. Podría parecer que las palabras de Marshall hubieran resbalado completamente por él, las ignoraba, eran puro humor frente al modelo.

—¿Que planeas hacer ahora? — frente a Moss había un hombre que lo miraba con el ceño completamente fruncido. Esa arruga que se le formaba entre las cejas era tan profunda que pareciera que estaba ahí de forma permanente, y es posible que fuera así, pues sus labios no acompañaban a ese gesto ceñudo, lejos de parecer molesto o enfadado estaba un tanto sonriente, una sonrisa simple.

—Voy a hacerle abrir los ojos. Tiene que ver de lo que es capaz su novio — respondió Moss, exhalando, a la vez, el humo gris del cigarrillo —, estoy seguro de que, si sigo insistiendo con llamadas y sorpresas, pronto tendré a un grupo de matones detrás de mi. Es justamente lo que quiero. Letier es un hombre muy fácil de leer, previsible, sería genial si él fuera uno de los que me siguiera, pero sé que no será así. Me voy a quedar con las ganas de darle un buen puñetazo.

—No creo que pensar en eso te facilite las cosas, vamos, tenemos mucho que hacer.

Ambos se marcharon de allí. Moss dejó de tener a la vista el apartamento del narcotraficante, había llamado desde allí, solía ir, mirarlo. Solía pasar tiempo observando la entrada, a la espera de verlo salir. Ese día no lo había visto, ahora sabía que era porque estaba con Andrew en vete a saber donde.

**

Pasaron varios días sin ningún tipo de incidente. O al menos así era teóricamente hablando. Andrew no luchó en contra de ser llevado a la casa de su pareja. Temía quedarse solo y en la calle, sin trabajo estable ni dinero para pagarse algo. Además, Marshall, tras aquel arranque de furia volvió a portarse bien con él. Y su día a día se volvió una rutina.

Marshall le ofrecía tomar lo que quisiera o necesitara, ahora no tenía que pagar por la droga, la tenía en casa, servida en bandeja de plata. Por el momento la relación estaba estable, el juego de ser sumiso no se le hacía complicado una vez tomaba determinadas cosas y se dejaba hacer cualquier perversión que al hombre se le ocurriera.

Además si Marshall lo quería encerrar él no ponía problema ¿para qué iba a salir de ese lujoso piso? Ahí lo tenía todo, comida, juegos, televisión. Había caído en un círculo vicioso de tristeza, pena, angustia. De sentirse horrible consigo mismo. De necesitar más a Marshall que nunca. Su vida tenía poco sentido más allá de él, su día empezaba cuando Marsh se levantaba y se acababa cuando él tenía que salir para algo. Andrew no tenía llaves del apartamento así que cada vez que Marshall se iba se quedaba ahí encerrado y cada vez que él regresaba debía de estar sin hacer absolutamente nada, solo esperándole, era el juego favorito del hombre, sentirse esperado, deseado, mientras él estaba fuera le gustaba imaginarlo impaciente por él. aburrido. Seguía molesto por lo del chico del móvil. Se lo había recordado al menos en una decena de ocasiones y Andrew sabía que era culpa suya, por haber coqueteado con él, por haberle dejado anotar su teléfono. Por haber aceptado aquella rosa y haberle sonreído de esa forma. Además, se sentía estúpido, podría haber borrado su foto del contacto, podría haber borrado su número. Podría haber hecho tantísimas cosas que sabía que era culpa suya, en el fondo, que Marshall estuviera enfadado.

En definitiva, todo iba tan normal como parecía poder ir entre ellos dos, que no era mucho.

—Vamos a salir — el cuarto había estado en silencio hasta ese momento en el que Marshall habló.

Andrew estaba tumbado en el sofá sin hacer nada, solamente miraba al techo. Marshall llevaba un rato recibiendo llamadas, hablaba en voz muy baja, a veces salía de la habitación para hablar, y cuando volvía, siempre lo hacía bastante enfadado. El menor, para evitar esos enfados, fingía dormir la mayor parte del tiempo. Al fin y al cabo había estado fumando marihuana toda la mañana y eso le daba la paz y la tranquilidad suficiente como para fingir que no pasaba nada, era lo más común esos días. A Marshall le gustaba verlo así, tranquilo, fácil de manejar, así que era lo que más le facilitaba al muchacho.

Forgiveness  [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora