12.

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Killian estaba dando vueltas por el departamento anti vicios de la comisaría de aquel distrito.

La actitud de ese muchacho comenzaba a enfermarlo. Era completamente imposible que ese bruto y bárbaro golpeador no le hubiera puesto la mano encima tras llegar muy tarde, mojado y marcado por otra persona. No había modo en que se lo pudiera creer.

Le mandó varios mensajes más. Sus dedos, nerviosos, recorrían la pantalla táctil sin siquiera mirarla. La conocía de memoria. Podría escribir diez mensajes más sin problemas de una forma sumamente rápida.

Pero dejaron de llegarle y eso solo podía significar que lo había vuelto a bloquear.

—No se porque mierda confié en ese mocoso — espetó molesto, al tiempo que golpeaba una de las mesas.

—Jamie, tienes tan solo tres o cuatro años más que él, no eres el más adecuado para...

—¡¿Qué mierda hablas de edad?! Su actitud es de un crío de dieciséis. Es un estúpido y un idiota que está colgado de las drogas y de su novio maltratador. No me jodas, que le vi marcas horribles la otra vez y sigue negando que es él.

Sus pasos eran fuertes. Uno de los agentes le acercó una carpeta con varias pruebas que habían encontrado en esos días. Una de ellas era clave, pero no contra Marshall si no contra un tío que vendía su mierda. Él quería pillar la pez gordo, no a los pobres intermediarios. Esos irían a la cárcel unos meses por tenencia, pero no habría modo de argumentar contrabando debido a las ridículas cantidades.

Lanzó la carpeta al lugar donde tenía las demás. Estaba muy cerca. Tanto que soñaba con poder tocarlo, pero no lo conseguiría si seguía tal y como estaba hasta ahora. Tenía que hacer algo con ese chico, quizás una trampa más discreta, quizás una redada a su casa gracias a algo que Andrew hiciera. O quien sabe, si alguien moría en un lugar privado, este quedaba abierto para la policía, podrían ir allí con escusa y encontrar todo lo sabía que debía de haber. ¿Quería matar también a ese chico por el bien de su investigación?

—Miller, le estoy hablando — fue la voz fuerte y dura de su capitán la que le sacó de ese enramado tan oscuro de ideas en el que se estaba metiendo — ¿has conseguido el avance que querías? Necesitamos la sala de planificación para casos que realmente estén activos, quiero pruebas que demuestren que ese lo está o quedará abierto con vista de revisión. Letier ha estado en nuestra mira desde hace tiempo, pero se cubre bien las espaldas.

Entre quejas y maldiciones, el Irlandés se dedicó a recoger las pruebas y organización que tenía por toda la sala. Su equipo fue disuelto y a él le pidieron que regresara a su trabajo, la DEA solía colaborar con la policía, pero seguían siendo organismos separados con las consecuentes tensiones entre sí.

—¿Ahora que quieres de mi? — al otro lado de la ciudad, Moss respondía de mala gana a la llamada de Killian. No se llevaban bien, nunca lo habían hecho, pero tenían una cosa en común, su odio por Marshall y todo el mal que generaba, así que no le colgó en cuanto supo quién era su interlocutor —. No pienso ser otra de tus marionetas sin cerebro.

—Tengamos una tregua — pidió el más joven de ambos —. El caso de Marshall ha sido dado por abandonado por no falta de pruebas, me jode pedírtelo a ti, pero eres la única persona que lo odia tanto como yo.

Hubo unos segundos de silencio. A un lado de la línea Moss se removía en su sofá, en el otro, Killian estrujaba el teléfono con fuerzas, sin ser capaz de decidir que lo tenía más molesto, si la humillación de tener que acudir a él, o el fracaso en el caso.

—¿Tienes algún plan que no conlleve ponerlo a él en peligro?

—Pensaba que eras hetero y tan solo te habías acercado al chico por necesidad, por venganza — interrumpió en muy mal momento el agente de policía.

—No tengo nada romántico como él, pero veo la necesidad de hacerle pasar por peores momentos que los que ya ha vivido.

—Hoy debe de estar destrozado y se niega a dejarme verlo — admitió en un tono de voz sumamente baja al oír esa confesión de empatía por parte del modelo —. Ayer lo metí en un buen problema, y no lo quiere admitir.

—Maldita sea ¿tuviste algo que ver con que no estuviera cuando lo fui a buscar? ¿Qué mierda le has hecho?

—Nada que tengas que saber, por ahora, y si, me lo llevé yo. Necesitaba hablar con él, igual que ahora necesito hablar contigo. Me gustaría verte, nunca se sabe quién oye a través del teléfono.

Al otro lado de la línea, en el humilde apartamento que alquilaba Moss para vivir en la ciudad, se oyó una patada repentina. Estaba cabreado, pero sentía la urgente necesidad de ayudar a Andrew a salir de ese agujero en el que se había metido. No podía dejarlo pasar así tan fácilmente, de modo que tras hacerle esperar un poco más asintió, primero en silencio, y al darse cuenta de la tontería lo dijo en voz alta, citándole en un lugar lejano a la zona de trabajo del narco, si los veían juntos tan solo sospecharían más de ellos, y quería hablar de Andrew con naturalidad. Necesitaba vengarse, también de Killian, y esa tregua era el momento perfecto para buscar un momento adecuado para ello.

Forgiveness  [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora