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Risas, música, luces que se movían a una velocidad vertiginosa y la sensación constante de no pisar el suelo.

De pronto, entre un montón de gente lo vio, esa sonrisa, esos gestos, esa boca y esa mirada profunda y triste. La barba de sus sueños, las cejas demasiado expresivas para ser real y entre la marabunta empujó a todo el mundo y llegó a él. Pero cuando tocó su hombro y se giró no era él, no como lo deseaba. Sus ojos estaban enrojecidos por exceso de venas, su rostro lleno de sangre y tenía un corte horrible en el cuello. Toda su ropa estaba empapada y olía muy mal.

Y de pronto la caída, el miedo y la vuelta a la realidad.

Sentía la respiración completamente agitada, le dolía el pecho y miraba a todas partes buscando a Michaelis.

Pero a su lado solo estaba él. Su cabellera castaña, casi rubia, formaba bonitos rizos en la cabeza, y se unía con aquella barba cortísima que solía dejarse siempre. Tenía los ojos cerrados, dormía, pero Andrew sabía perfectamente que si pudiera verlos se vería reflejado en el celeste hermoso que contenían, era un celeste tan hermoso que al verlo por primera vez pensó en el cielo en un día de primavera.

Marshall. Su novio. Estaba con él y no tenía que temer nada en absoluto. Acarició su rostro y se le formaron suaves arrugas en la frente y las mejillas ante el gesto. Era demasiado pronto, aún no había amanecido, así que el muchacho se escabulló de la cama con cuidado y salió de la habitación. No quería volver a dormir. Pensar en cerrar los ojos y encontrarse de nuevo con ese sueño lo mataba lenta y agónicamente.

Una vez fuera hizo algo que no esperaba hacer. Buscó su teléfono móvil. Al encontrarlo vio todas las llamadas y mensajes del chico del otro día. Moss. Apretó el aparato contra su pecho y trató de no pensar en aquello que no salía de su cabeza desde verlo en la pelea. Él decía que Marshall era el culpable de todos sus males, su despido, la pérdida de su hogar... y el policía le había dicho que él había causado la muerte de Mich. No sabía que podría creerles y que no, pero no paraba de pensar en todo eso, en las casualidades y las situaciones, así que le mandó un mensaje a Moss.

"Siento muchísimo lo del otro día. Me gustaría verte para disculparme, pero no puedo salir de casa. Trataré de ir esta tarde a la cafetería de la última vez, si no te importa esperarme allí, te lo agradeceré."

Una vez enviado lo borró. Después mandó otro, por si acaso.

"No tendré el teléfono, no respondas a los mensajes. Marshall es un poco controlador y preferiría que no lo supiera."

Y lo borró también. Dejó el teléfono donde había estado todo ese tiempo y se fue a la cocina, donde sin esperar nada comenzó a hacer un delicioso desayuno completo para tener a su pareja feliz.

—En ese caso ¿te importaría? — preguntó tras tomar su segundo vaso de zumo de la mañana. Había despertado a su pareja una vez estuvo todo preparado y en la mesa. Se había duchado y puesto un bonito collar que a él le gustaba, también se había mantenido poco vestido, eso solía tenerlo de buen humor, así que con el pecho al descubierto y el pantalón bastante caído le rondaba en la mesa y jugaba con su cuerpo, besándolo por aquí o allí sin importar si él tan solo comía y ya —me gustaría ir a buscar alguna ocupación, estar todo el día en casa me aburre... es una cafetería muy linda, puedes venir conmigo, hay pasteles y dulces de todo tipos. Sabes que me gusta eso.

—Ve, no iré — dijo él serio, pero sin molestia en la voz. Le había agarrado por el collar y le obligaba a estar muy cerca suyo —, pero no tardes más de una hora en volver, y haz algo por mí ya que sales... para empezar dime el nombre del lugar, debo darle un paquete a un tipo que no quiere acercarse aquí y me vendrá bien que se lo pases tú, ya te diré cuánto dinero debe darte.

Forgiveness  [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora