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—Corre, tenemos apenas unos minutos, acaba de salir — era la voz de Killian, parecía ansioso. Sonaba con algo de eco por culpa del lugar en el que estaba metido.

Al otro lado del teléfono estaba Moss. Que caminaba por el hospital como si fuera a visitar a alguien conocido.

—¿Cuanto tiempo es poco? Realmente no quiero que me vea ahí — su voz rebosaba en nervios, sus manos temblaban.

—Lo he visto salir del hospital y coger un coche, no sé si volverá ahora o en una hora, pero si le oí llamar a alguien, dijo que necesita a un hombre en la puerta de esa habitación. Y yo necesito que vayas antes maldita sea, deja de dudar.

Moss aceleró los pasos y en lugar de seguir adelante, como parecía que iba a hacer, giró, repentinamente, y entró en la habitación 305, al hacerlo vio a Andrew con los ojos cerrados, y casi nada a su alrededor.

—Ya estoy dentro.

—¿Cómo está él? — Killian, en cambio, estaba en uno de los pasillos de la entrada, vigilaba que nadie subiera, nadie que pudiera parecer mínimamente sospechoso, porque gente iba y venía en todo momento.

—Dormido — Moss iba rápido, rebuscaba por todas partes. Andrew no se movía, estaba muy sedado la parecer —. Encontré el teléfono — lo abrió, pegó algo muy pequeño dentro y lo volvió a cerrar, después conectó el terminal a un aparato que le había dado el agente de la DEA —. ¿Cuanto tiempo tarda esto?

—Solo unos segundos, ese móvil está muy vacío — Killian tenía un portátil cerca, ahora lo revisaba de reojo —. Esto nos va a poner las cosas muy fáciles. Podremos oír sus conversaciones y contactarle sin que él pueda saberlo. Además de tenerlo localizado en todo momento. Listo, sal de ahí lo antes que puedas y no vayas hacía la salida, acaba de entrar uno de los suyos.

Moss colgó, dejó todo en su lugar y corrió al baño más cercano. El corazón le latía a mil por horas. Jamie era una persona odiada para él, era insufrible, era inaguantable. Pero tenían la misma meta. Joder a Marshal.

De algún modo ese chico, Andrew, se había vuelto prioritario también, sacarlo de ahí era importante para ellos, pero no era la meta. Era una consecuencia. Y ninguno de los dos sabía que pasaría en realidad una vez que lo sacaran de allí.

***

—Eso fue una jodida suerte — Killian estaba ahora en la peluquería donde Moss tenía a su hija, estaban tomándose una cerveza mientras revisaban de manera constante el contenido de ese teléfono —. El hospital ha denunciado el deplorable estado del muchacho, pero no llegó a denuncia real ya que rápidamente la retiraron y dijeron que fue un fallo. No sé que hizo Marshall, pero es un buen paso.

—¿Y se puede saber que pasa con ese niño? — era la voz de Leo, acababa de llegar a donde estaban Kill y Moss.

—Sabes que es mejor si no sabes nada de él ¿verdad? — Jamie no había estado antes ahí, conocía a Leo, al fin y al cabo era el hermano de la chica por la cual Moss y él estaban vinculados, todo parecía girar en torno a Marshal al final, todas las relaciones de esa habitación al menos —. Sufrió una sobredosis. En el hospital no tienen ni siquiera datos de él, he intentado acceder a su ficha para ver que pone y ha sido completamente eliminada, pero le han dado una habitación y cuidados. Ese hijo de puta tiene que estar pagando bien, o debe de tener al dueño de la clínica cogido de los huevos. Sea como sea, ahora tenemos su teléfono pinchado y Marshall no puede saberlo, es un dispositivo indetectable.

—Tenemos que sacarlo de ahí — volvió a repetir Moss, él se veía más hastiado aún —. No pienso dejar que lo sigas utilizando, al final lo matarán. Estaba medio bien, acomodado, hasta que decidiste usarlo de carnaza.

—Pronto, antes nec... ¡espera!

Era el móvil, estaba dando señal de llamada. Los tres se quedaron completamente en silencio y cuando el teléfono fue descolgado sonó a través del altavoz del portátil, no era la voz de Andrew, si no la de un desconocido.

—¿Aún sigue dormido? — ese era Marshall. Fácil de identificar por su voz.

—No, se ha despertado, pero apenas puede hablar. Tiene ese tubo en la garganta.

Hubo un segundo de silencio y al final una afirmación.

—Iré a por él en unas horas, diles que la salida del hospital será en ese momento y que lo adecuen todo. ¿Fue alguien? ¿Viste algo?

—No, señor, cuando llegué dormía, y hasta ahora nadie se ha acercado, ni siquiera las enfermeras.

—Perfecto. Que solamente entre el Dr. Cole y lo arregle todo. Dos horas.

Colgaron la llamada y el silencio reinante se volvió, de nuevo, incómodo.

—Se lo va a llevar a casa sin siquiera terminar el tratamiento — dijo Moss, derrotado —. No puede ser así de hijo de puta, se lo va a cargar ¿que no es que le gusta o algo?

—Tiene que hacerlo, si un doctor, o enfermera, ve como está Andrew, denunciará a asuntos sociales, tiene signos de violencia, estoy seguro. Intoxicación por drogas y para colmo, sin ficha, ni datos, ni nada. Cada minuto que pasa allí se arriesga a una denuncia. Si tan solo alguien lo hiciera, maldita sea.

—Que lo hagan — dijo Leo, como recién iluminado —. Id allí, buscad a alguien, pedirle verlo, como si os hubierais confundido de habitación, y así haréis entrar a alguien allí.

—El problema se supone que nosotros no sabemos que está ahí, lo descubrí porque tengo un agente siguiéndolo constantemente, no puedo ponerlo todo en riesgo sin seguro de denuncia.

La charla se agrió en ese momento. Se miraron unos a los otros. No había forma de arrinconar a ese hombre si no era mediante el chico al que tantas veces habían puesto en peligro ya por culpa de sus planes. 

Forgiveness  [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora