22.

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—No han aparecido — Moss caminaba de un lado a otro. Eran las siete de la tarde. Killian había mandado a sus hombres a descansar. Eso no tenía ningún sentido. Que ellos estuvieran ahí haciendo nada no era más que una pérdida de recursos del cuerpo. Ahora estaba frente al chico que deambulaba y le hacía entender la situación.

—Lo sé. No estoy ciego ¿crees que sigue vivo? — preguntó, como si esa incógnita fuera la única que le preocupara —. Quería venganza, pero no si él mismo la...

—¿Te daba igual si el chico terminaba muriendo, siempre y cuando con eso lo hicieras sufrir? — el agente se estaba encendiendo un cigarrillo. Oficialmente había dado por concluido su día de trabajo —. Vayámonos de aquí, nunca se sabe si puede tener a alguien vigilando los alrededores.

—Si.

No respondió a lo primero, no iba a decir nada con respecto a eso. La verdad era cruel. Si, le daba igual Andrew, solo quería vengarse del narcotraficante.

—En cuando Marshall aparezca lo sabré. Cameron está de nuestra parte. Nos informará.

—Tu te fías de ese idiota. Hazlo como quieras, voy a intentar contactarle.

Kill se quedó solo con su cigarrillo y un reclamo en la voz. En cambio, Moss, se marchó marcando el número de teléfono de Andrew. Sonó varias veces sin que lo cogiera nadie, él no tenía modo de saber que aún seguían en la carretera, que Marshall, el único que podría coger el móvil estaba conduciendo, así que insistió, tras la tercera llamada se oyó algo al otro lado.

—¿Que quieres? — es Marshall, no Andrew, y suena tan enfadado que incluso a través del teléfono da miedo.

—¿Donde está Andrew? ¿Que le has hecho? No habría faltado a nuestr...

—Andrew ni siquiera ha visto esos estúpidos mensajes ¿que eres? ¿una adolescente? Olvídale. Olvida que existe, no lo vas a volver a ver.

—¿Que quieres decir? — empezaba a sentir miedo, le temblaba la mano, pero intentaba que su voz sonara firme.

—¿Crees que te lo contaría por teléfono? No, simplemente olvídate de su existencia. Hasta pronto, modelucho.

El teléfono empezó a no dar más señal, tan solo los tonos del comunicado quedaron en línea y Moss, arrepintiéndose de todo cuanto había hecho, fue directo a casa de Leo, necesitaba relajarse, abrazar a Pia y, tal cual el narcotraficante le había dicho, olvidarse de todo. Ya había perdido, se merecía al menos un momento de paz.

*

Killian ya estaba en su casa cuando pudo oír la conversación que Moss y Marshall tuvieron gracias a que el móvil de Andrew seguía pinchado. Le gustaría decir que se quedó tranquilo tras ello, pero no lo hizo. Puso en funcionamiento el rastreador que el mismo microchip implantado llevaba. Eso tardaría un rato, así que mientras tanto llamó a Moss, no le respondió. Insistió tanto como podía, pero no hubo modo ni manera de que le respondiera. El portátil empezó a emitir un sonido, la búsqueda había llegado a su fin y la localización exacta estaba marcada en un mapa, o bueno, tan exacta como podía, se movía bastante rápido, camino al centro del país. Estaba muy lejos ya.

Necesitaba ir allí. Pero si no se detenía no podía determinar donde era "allí" y eso era un verdadero problema.

En el coche, Marshall lanzó el móvil al asiento del lado, sonriente, satisfecho, tenía al gilipollas ese donde quería. Y a Andrew también. Y estaba seguro de que a la mitad del departamento de policía también, ya que dudaba que Moss no hubiera llamado para alertar de que posiblemente él haría alguna locura. Estaba bien, así todo estaba genial. Podría hacer lo que quisiera siempre y cuando no estuviera en el estado de Nueva York. Y ya estaba muy lejos de ahí.

—¿D-donde es...? — Andrew acababa de despertar, y lanzó un grito de sorpresa al encontrarse atado y adolorido en el asiento trasero de un coche completamente desconocido para él.

—Tranquilo, cachorrito. Vas a estar bien.

—¿Porque estoy aquí?

—¿No lo recuerdas? Nunca recuerdas nada cuando consumes, vas a tener que dejar las drogas... — una sonrisa sospechosamente ladina apareció en el rostro de Marshall. Drew no tenía modo de verlo, tan solo luchaba por soltarse.

Lo intentaba tan intensamente que en realidad en algún punto lo consiguió y se aventuró a intentar detener la conducción de Marshall, pero él era más fuerte, lo golpeó con el color, haciendo que empezara a gotearle sangre de la nariz y quedara relegado a un segundo plano de nuevo. Aceleró el motor, por unos minutos, hasta llegar a una zona donde pudo desviar el coche. Era un terraplén, en el borde de un acantilado. Un merendero con unas mesas incluso, focos para la noche, un lugar para detenerse con el coche, sacarse unas fotos y después seguir el viaje. Las vistas eran impresionantes, o al menos lo habría sido si al salir del automóvil alguno de los dos se hubiera fijado en que había más allá.

—Vas a hacer que acelere las cosas, maldito idiota. ¿Era eso lo que querías?

Marshall tiró al suelo a Andrew, el chico solo atinaba a cubrirse la nariz, dolía demasiado, se estaba mareando. Iba a ponerse en pie cuando, a su lado, cayó un bolso abierto. Dentro había una jeringuilla. El muchacho la miró. No dijo nada, tan solo se quedó ahí, mirándola.

—Es tu última puta dosis. Te la metes si te da la gana. Te dejo el teléfono ahí. Llama a tu novio, dile donde estás si quieres. Y muérete antes de que llegue.

No dudó, tan solo se giró y volvió a subirse al coche.  

Forgiveness  [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora