㉑ Madrugada

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Uno por una caería y de eso no había duda.

Ya estaba perdiendo a mi mejor amigo y ahora faltaba también una de las personas más importantes en mi vida; mi madre.

No es que estuviera planeando o algo así que eso pasara, sólo pasó y pasó por mi culpa.

En ese entonces ya pasaba mucho tiempo con Destiny, no hablaba con Niall y las fiestas eran para mí sagradas.

Y adivinen qué; estaba en una fiesta.

Tomlinson se me prendía del cuello cada vez que podía y yo no podía sacarla, por el simple hecho de que se sentía bien.

Las horas fueron pasando y miles de llamadas perdidas en celular del contacto "Mamá".

Me cansé recién a las 3 de la mañana de ese sábado, así que decidí ir a casa, sin no antes llevar a Des, a mi chica a su casa.

Con el dinero de mi sueldo, pues aún trabaja en la librería, me compré una moto de segunda mano y es allí donde la llevé.

Llegamos a su casa y así fue el momento de la despedida.

"Bien, llegamos". Dije despreocupado.

Se bajó de la moto, se sacó el casco y sacudió su cabello enseguida.

"Gracias por traerme". Agradeció aun arreglándose el cabello.

"De nada". Soné modesto.

"Pero sabes, - Y allí y otra vez rodeo mi cuello. - deberías quedarte un rato más".

"¿Ah sí? ¿Y para qué exactamente?" Me hice el desentendido.

"Para tener un poco más de esto". Y así me beso lento, pero atrevidamente.

Su lengua me hacía saborear más el alcohol que habíamos tomado.

Pero no pudimos proseguir porque mi celular sonó.

"¡Maldita sea! - Susurré cuando corté el beso. Saqué mi celular. - ¡¿Qué quieres?!" Contesté de mala gana.

"¿Sé puede saber por qué me contestas así?" Recriminó mi madre.

"Lo siento, ¿sí?" Traté de tranquilizarme.

Miré a Destiny y ella sólo tenía cara de fastidio.

"¿Cuándo vas a venir a casa? Ya es muy tarde". También se tranquilizó mi madre.

"¡Ay mamá! Ya no soy un maldito niño". Reclamé.

"Zayn, me bajas ese tonito y qué es ese lenguaje. Vives bajo mi techo, así que respetas la casa ¿Está claro?" Contraatacó mi madre.

Estaba molesto.

"Bien". Contesté fastidiado.

Y así colgué.

"Déjame adivinar, - Se cruzó de brazos. - tu mamá y sus malditas reglas".

"Así es. - Dije derrotado. - Pero tiene razón; es su casa".

Nos quedamos en silencio por un buen tiempo.

"Si tuvieras tu propio departamento, todo sería distinto". Comentó ella.

"¿Qué?" Me sorprendí por lo que había dicho.

"Claro, porque sería tu casa y así sólo tus reglas". Opinó.

Y así abrió un sinfín de oportunidades para mí.

"Claro, tengo dinero suficiente para hacerlo". Pero para una pocilga.

"Genial... y si quieres, te ayudo a buscarla". Sugirió.

"Muy buena idea". Contesté.

Le sonreí y ella también lo hizo.

"Pero ¿en serio irás a tu monárquica casa ahora?" Dijo con dotes de alcurnia.

Yo me reí.

"No lo sé ¿Qué propones?" Le di pie a su juego.

Empezó a jugar con el cuello de mi chaqueta.

"No sé, tal vez ir por allí a pasear con tu moto". Sugirió.

Acaricié mi nuca. "No lo sé".

No quedaría tener más problema con mi madre.

"Haber, ¿quieres escuchar un sermón a las 3 de la mañana o ver el amanecer conmigo en la azotea y recibir el sermón en la mañana, pero que a cambio de él hayas pasado una madrugada estupenda? - Acercó sus labios a la altura de los míos, rodeando mi cuello. - Tú decides".

Y así me convencía siempre.

"Prefiero la madrugada estupenda con sermón incluido". Acepté.

Ella inclinó su cabeza atrás por su risa.

"Buena elección". Dijo ella recomponiéndose.

Y así empezamos a besarnos otra vez.

La verdad es que sabía que estaba haciendo mal, pero es que su maldita plática y sus tentadores labios no dejarían ni pensar al más débil de este mundo.

Subimos a la azotea de su edificio y allí hablamos un buen rato.

Sacó de su mochila dos latas de cerveza y así brindamos.

Nos besamos repetidas veces y coqueteaba a cada rato conmigo.

La puesta del sol nos cegó, pero eso no impidió que pasáramos un momento agradable.

Pero el precio sería grande, muy grande.

ContaminadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora