Cap 33

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Deborah se quedó de piedra al escuchar las palabras que dijo Drake Rhionnon. Ella lo observó atónita, sin poder creerse lo que él había dicho como en broma. Se dio cuenta que el chico no le agradaba en absoluto. Era un arrogante de mierda, aunque debía admitir que era sensato. En cuanto había pronunciado su nombre, se había puesto en posición de combate sin perder ni un segundo.

-¿La que ve lo que nadie puede?- pregunta Deborah atónita y Drake se ríe en su cara. Ella sintió una oleada de furia y le descargó un puñetazo en toda la cara... O lo intentó, pues el chico se movió más rápido de lo que había previsto y desvió su puño, la cogió de la muñeca y le retorció le brazo en la espalda.

-¿Qué haces aquí? De verdad no estoy de humor para tratar con nadie y estamos discutiendo un tema muy delicado en este momento- afirma.

-Tengo un mensaje de tu padre- dice Deborah intentando ignorar el dolor que le taladraba el brazo derecho con fuerza. Drake la suelta y la mira con furia.

-No quiero escucharlo. Sea lo que sea lo que tengas que decirme, puede decírmelo mi padre- espeta Drake cerrándole la puerta en las narices. Deborah no había alcanzado a reaccionar y la puerta ya estaba cerrada. Ella se volteó frustrada y se alejó por el camino de entrada.

-Debbie, por favor, no te vayas sin haberle dicho lo de su madre- pide Robert a su espalda con voz ahogada. Ella lo miró furiosa y se queda allí parada, a mitad de camino de la reja.

-¿Cómo quieres que entre en la casa si él no me deja?- le pregunta Deborah irritada. Estaba descubriendo que su nueva forma de utilizar su poder estaba resultando ser de lo más frustrante. Su vida había estado muy bien cuando se limitaba a ignorar a los fantasmas y a actuar como si éstos no existieran.

-Entra por la puerta trasera. Hay una llave bajo el macetero de las calas- afirma –Robert y Deborah suspira resignada, sabiendo que no podría marcharse sin haber ayudado a su amigo. No podía hacerle eso, y si con decirle a su hijo que su madre estaba secuestrada conseguía que Robert pudiera descansar, pues no le quedaba más remedio ayudarle. Se lo debía. Era su amigo.

-Vale, pero este es el último intento- afirma Deborah sabiendo que era una amenaza vana. Ella seguiría intentando hasta conseguir lo que Robert le había pedido. El fantasma la miró con tristeza, tomándose en serio sus palabras, y se encogió de hombros. No podía obligarla a hacer aquello y si ella no estaba dispuesta a hacer nada más, no podía arruinar su vida solo por un capricho o su necesidad de que su hijo comprendiera lo que estaba sucediendo.

-Vamos allá- se limita a decir Robert. Deborah lo mira con tristeza, casi pudiendo sentir la agonía a la que estaba sometida el alma del doctor. Ella sacudió la cabeza. No valía la pena ponerse a pensar en eso. En cambio, era mucho más productivo el pensar en cómo demonios iba a convencer a Drake para que la escuchara el tiempo suficiente para contarle lo del secuestro de su madre.

Deborah avanzó por el patio hasta llegar a la puerta trasera, que para su sorpresa estaba abierta. Ella sonrió. Por lo menos este plan estaba siendo más productivo que su primer intento. ¿Por qué tenía que ser tan cabezota el hijo de Robert? Bueno, no importaba si era cabezota o no, Deborah no podía hacer nada para cambiar al chico.

Entró en la casa en el más completo silencio y siguió las voces de una chica hacia el salón de estar.

-¿Y cómo lograste escapar? Dudo mucho que ella te hubiera dejado salir así como así. Ella es una zorra manipuladora de mierda que si no hacen lo que ella quiere...- dice la chica.

-¿Crees que no lo sé?- la interrumpe un chico.

Entonces todos se quedaron en silencio y Deborah llegó hasta el salón... Y se quedó de piedra. Allí había un chico que asumía debía de ser amigo de Drake, una chica que debía ser la novia, estaba el mismo Drake tras el sillón frente a la televisión... Y sentado en aquel sillón había un ángel de la muerte.

Conspiración (Crónicas del Nigromante 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora