XII

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Tomé la liga y con solo ver su mano, estuve al tanto de quien era.
Por un momento dejé de sentirme emocional gracias a los recién descubiertos sentimientos por Nicolás y me enfoqué en la persona frente a mí.

No pasaron ni veinte segundos, cuando Lester comenzó a ponerse de pie y trató de ayudarme, pero lo alejé inconscientemente.

—Lo siento. —la risa fue cómplice de mi reacción y podía sentir como la sangre buscaba llegar hasta mis mejillas, sin embargo, lo contuve.

—Por nada.

Su respuesta causó confusión dentro de mi sistema, hasta que recordé el pequeño acto de amabilidad que había realizado unos minutos atrás.

—Gracias.

Una sonrisa se dibujó en su rostro y alzó los hombros con aire despreocupado, aun que podía notar algo de incomodidad en su forma de pararse.

—¿Te encuentras bien o eres siempre así de distraída? —gritó por sobre la música con aires juguetones.

—Estaba justo por irme. —mi evasiva respuesta pareció sacarlo un poco de lugar, pero él a pesar de haber notado mi descortesía, no le dio demasiada importancia.

—Oye, Lester —ambos atendimos al llamado de una voz masculina a nuestras espaldas, haciendo que de pronto un montón de preguntas se me quisieran escapar contra él.
Nicolás pasó su mirada de Lester a mí y entonces sonrió desconcertado—. ¿Se conocen de antes?

—Sí, te había contado sobre ello. —su mirada regresó a donde se encontraba y esta vez le dirigió a él un par de palabras.

—¿De qué hablaban? —los brazos de Nicolás de pronto pasaron a descansar sobre mis hombros.

—Estaba hablándole acerca de lo poco correcto que es retirarse de una fiesta antes de las doce.

Su rostro era impecable y su postura no señalaba nada extraño en él. Definitivamente algo en su forma de hablar y mantenerse parado había cambiado.

Sus ojos avellana se fijaron en mí y una extraña sensación vagó cerca de mi estómago; la sensación se asimilaba a aquella cuando la presencia de alguien lejano te toma por sorpresa observándote, la única diferencia era que él, además de evidentemente hacerlo, parecía leer los pensamientos de mi cabeza y eso me ponía bastante incómoda.

Nicolás, que permanecía a un lado mío con sus brazos sobre mis hombros, aclaró la garganta y esto pareció funcionarle bastante bien para que aquella mirada clara de tonos oscuros se desviara. En el momento que sus ojos me prometieron paz con su ausencia, todo el aire contenido en mis pulmones, se deslizó por mis labios con brusquedad.

—No estabas pensando en irte, ¿cierto?

Otro par de ojos me tomaron desprevenida, pero aquellos llevaban días haciéndome bastante ilusión y a comparación de los avellana, la oscuridad no formaba parte de sus características.

—Creo que es suficiente y tengo que estudiar un poco para el examen de mañana.

—Athenea, toda la información que puedas necesitar algún día, ya la tienes almacenada.

—Estas idealizándome.

Sus brazos desnudaron mis hombros para volver a colocarse en sus costados y mirarme de forma severa.

—Llegas tarde y te vas temprano, mañana no tenemos que trabajar y pretendes irte en el clímax de la fiesta.

Su fácil irritabilidad llega como un indicio de su estado de ebriedad, por lo que mi cuerpo retrocede un poco en reacción automática.

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