XXV

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Ingresé mi código en el aparato frente a recepción y una vez el foco se pintó con una luz verde, me abrí paso para dirigirme a mi oficina.

Un día más en el cielo de los demonios. A pesar de ser un lugar poco popular para los cuerdos, yo con cada hora gastada en ese sitio me encariñaba un poco más, no era solo la comodidad que el tiempo y la experiencia te otorgan en un trabajo, más bien era la magia que uno podía percibir al entrar. Más allá de los gritos y el sufrimiento o del silencio vacío, habían seres humanos con deseos y virtudes; tantos prisioneros de sus propios pensamientos, gente limpia que es tratada como pecadores, nadie consigue darse cuenta de que pueden llegar a ser muy especiales, pero solo lo notas al conocerlos y cuando ellos quieren que los conozcas.

Con cada historia que me era confiada, fuera real o solo imaginaria, podía verla vida con un tercer ojo, como si su mundo te absorbiera y entonces pudieses percatarte de cosas más allá.

—Athenea.

Escuché decir a Grace a mis espaldas, haciéndome voltear en su dirección. Agitó sus manos de manera entusiasta en señal para que me acercarse de inmediato y yo solo moví mis pies para satisfacer sus peticiones.

—¿Qué tal Grace?, ¿alguna noticia?

—Nicholas me pidió de favor que te dijera que necesita verte para discutir un par de cosas.

—¿Qué cosas?

Encogió los hombros deslindándose de cualquier pendiente que tuviese que ver conmigo y restándole importancia al recado.

—Solo dijo eso.

—Bien, iré a buscarlo —le sonreí apenas mostrando los dientes y giré a medias mi cuerpo para continuar con mi acción anterior—. Gracias por avisarme.

Apenas me respondió con una sonrisa y mi cuerpo en automático reanudó camino, esta vez en dirección a la oficina de Nicholas.

Mientras caminaba, por mi cabeza se desató la curiosidad, algo no poco común en mi, y traté de recordar si él y yo teníamos algo de trabajo juntos, después de recorrer mi itinerario laboral, desvié mis pensamientos a otros poco realista.

Me consideraba una mujer poco idealista y bastante centrada, difícilmente un chico podía quitarme el sueño y cuando pasaba no me hacía demasiadas ilusiones, lo mismo sucedía con Nicholas. Después de una larga etapa de negación, me decidí por aceptar mis sentimientos, pero no externados; me gustaba. Y no me culpaba por ello, estaba consiente de que no era la única que podía verlo con esos ojos.

Divisé la puerta de su oficina y sequé el sudor de mis manos con los pantalones, no sabía del todo el motivo de mi nerviosismo, ya que era poco común en mi, pero tampoco lo cuestionaba demasiado. Acomodé mi cabello por inercia y relamí mis labios porque se sentían algo secos.

Una vez mi manos estaba sobre la perilla de la puerta, los pensamientos de mi cabeza se callaron y me permitieron escuchar las voces provenientes de adentro de la habitación. Aunque eran algo claras, no eran lo suficientemente audible. La puerta se encontraba entreabierta, sin embargo sabía que estaba con alguien y no quería interrumpir, el me buscaría después. Solté la perilla para darme la vuelta e irme, pero de repente la conversación que se estaba llevando a cabo llegó a mis oídos y una de las voces fue la que llamó mi atención.

—No sé cuantas veces tengo que decirte que no es un maldito capricho. —era Nicholas con un tono de impaciencia.

—Bueno, será lo que quieras, pero debes dejar de ser insistente.

Y la voz de Lester hizo que de forma involuntaria se frunciera mi ceño y me sintiese mas interesada por la conversación.

—Lester. —al mencionar su nombre parecía que estuviera rogándole atención.

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