XXII

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Mi cabeza amenazaba sin ser sutil con explotar en cualquier momento mientras trataba de concentrarme en mi lectura.
La biblioteca se encontraba vacía, todos los estudiantes estaban en sus aulas y aquella era mi hora libre para estudiar para el examen de la siguiente clase. El arrepentimiento por regalarme unas horas extras de sueño la noche anterior, se hacía presente en mi conciencia.

El eco que provocaban unos zapatos de tacón por toda la biblioteca tomó la atención de mis sentidos; al mirar al frente pude encontrarme con la delgada figura de Theresa acercándose hasta mi con un par de libros en sus brazos.

—En la escala de uno al diez, ¿cuánto crees poder enseñarme antes del examen? —tomó asiento en el lugar frente a mí.

—Siendo muy sincera, cero.

Con sus labios me regaló una mueca de disgusto.

—¿Tampoco estudiaste?

Negué con la cabeza un par de veces sin quitarle mi pronta atención evasiva al libro.

—...¿y por qué? —más que curiosa, sonaba preocupada.

—Esta semana no he dormido lo suficiente y ayer todo el cansancio se apoderó de mi cuerpo.

—Te dije que era una mala idea cambiar tus horarios del hospital a la noche.

—¿Tú por qué no estudiaste? —pregunte evadiendo nuevamente sus palabras.

Sin necesidad de mirarla, pude sentir cómo mi pregunta de pronto la hizo decaer un poco, así que levanté la vista y comprobé lo que mis instintos me habían indicado.

—He pasado la tarde discutiendo con alguien. —murmuró abriendo un libro al azar y buscando alguna página que me hiciera callar.

La miré por un par de segundos más sin decir nada y volví mi atención al estudio.

Pasamos la hora estudiando y tratando de memorizar lo más que le cupiera a nuestros cerebros, pero al final no estábamos lo suficientemente preparadas para conseguir una nota digna de excelencia, sin embargo, mi estado de conformidad estaba en automático. Había llegado ese momento en el que cualquier nota mayor del reprobatorio, era gloria para mí.

~

Me acomodé en mi asiento y mantuve la lectura a paso lento y analítico. Necesitaba concentración, pero me resultaba imposible ligar los apuntes para llegar a la clave.

"Creatividad de expresión"; "analítico"; "posible sarcasmo autodefensivo"; "manipulación compulsiva"; "posibles problemas familiares de raíz"; "pesadillas frecuentes".

El abrir de la puerta me distrajo y miré al frente para encontrarme con Lester, quien vestía particularmente arreglado.

—Lamento la demora. —su sonrisa se notaba diferente, más real, podía palpar el positivismo con el que se encontraba, totalmente distinto a las últimas sesione, algo dentro de él se sentía nuevo y fresco, quizá una nueva etapa hiperpositiva de su enfermedad.

—Descuida, toma asiento.

Le devolví la sonrisa de manera inconsciente. Un pequeño destello de esperanza se instaló dentro de mi pecho. Quizá estaba próxima a curarlo, al menos cerca de hacerlo; demasiado bueno para ser siquiera cierto, pero verlo de ese modo me hacía sentir ansiosa, quizá más motivada, encendía un botón dentro de mí que no conocía hasta ahora y a eso le había llamado cercanía a la meta, esperanza.

—¿A cuántos más estas estudiando? —señaló mi libreta con su dedo índice mientras tomaba asiento en la silla frente a mí.

—Se podría decir que a algunos cuantos. —cerré mi libreta y la aparte de mi espacio de trabajo por un momento, para poder mirarlo de manera fija y hacer mi análisis físico diario.

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