El caballero

Capítulo 3

Mientras en una modesta patrulla de policía Haruka Tenou, la implacable pero muy agresiva Haruka Tenou, usaba la correa del pantalón azul turquí de Seiya para domarlo por el cuello como si se tratara de su perro; mientras no dejaba de rozar su intimidad fuertemente sobre la suya, Amy y su acompañante por esa noche, (al menos eso era lo que ella creía) estaban llegando a esa casa que más parecía una mansión que cualquier otra cosa.

Taiki entró y trató de ser discreto pero no pudo. Si había visto el lujo antes porque ya llevaba algún tiempo trabajando para "el caballero" (o sea Darien), pero no, no era el lujo de esa casa lo que más lo asombraba. Era el olor que la impregnaba lo que lo tenía en stand by, sin poder moverse de la entrada. Él respiraba lentamente de ese olor a asepsia que le recordaba un hospital mientras Amy, se quitaba los altos tacones azul turquesa que estaba usando y los dejaba en el recibidor.

Luego su voz, su ebria y dulce voz, lo sacó de sus pensamientos; o en este caso de sus olores.

—¿estás bien?

—sí, claro Amy, ¿y tú?

Amy sonrió con picardía después de darle una mirada de pies a cabezas. En el club no lo había detallado muy bien por el humo de los cigarrillos, las pocas luces y el ruido de la gente pero ahí, en el recibidor de su casa y gracias a aquella bombilla blanca, podía admirar lo guapo que era en todo su esplendor.

—estoy muy, muy bien. Quítate esos zapatos y entremos.

—como usted diga, hermosa ex señora—le guiñó un ojo con diversión mientras se quitaba los zapatos y ella se le acercaba.

Taiki se quitó los zapatos y en cuanto lo hizo, Amy se prendió de su cuello y saltó sobre él. Apoderándose de sus alicorados labios que aun sabían a tequila, lo besaba con lujuria, con urgencia, con mucha pasión. Nunca nadie le había despertado esos instintos animales de devorar a alguien y quería aprovechar su supuesto estado de embriaguez para desinhibirse, para hacer lo que quisiera. Besándolo mientras empezaba a sentir sobre su intimidad todo lo que sus apasionados besos despertaban en ese muchacho que le había parecido tan elegante y tan bello, luego hizo cara de tristeza cuando él la tomó por las caderas y muy delicadamente y después de haber cerrado la puerta, la depositó en el suelo.

Antes de pasar a hacer lo que quería primero tenía que hacer algo. Lo cual asustó a Amy de inmediato en cuanto la vio.

—¿qué, que es eso Taiki? ¿Eso es, eso un....?

—sí pero no te preocupes. –Sonrió con diversión y puso el arma en una mesita que había cerca de la sala—tiene puesto el seguro y no voy a hacerte ningún daño, tranquila.

—oye pero, ¿te puedo preguntar, tu porque andas armado?

Taiki muy sonriente y como si le hubieran contado un chiste muy bueno, rió alegremente y fue con ella después de haber puesto el arma en la fina mesa de adorno que había cerca del sofá beige que se veía de lejos que era muy caro. Tomándola por la cintura y luego por la tonificadas nalgas, la cargó, le dio un fugaz beso en la boca y le dijo como si nada...

—es mi herramienta de trabajo Amy, trabajo como guarda espaldas desde hace mucho tiempo.

—oh, ya veo. —se sonrojó y contestó apenada, Pero luego...—ok, ¿pero qué me dices de tu otra arma? ¿A esa también le pusiste seguro o puedo tocarla?

Riendo con ella por su sensual coquetería, volvió a apoderarse de sus labios mientras su fuerte erección (que era enorme) golpeaba de nuevo contra la ya humedad intimidad de una ebria doctora que se había puesto sobria en cuanto vio aquella arma nueve milímetros plateada con mango negro. No lo podía negar, si le había dado miedo haberlo llevado a su casa después de haber visto aquella brillante arma pero cuando él le dijo con esa naturalidad que no era peligroso para ella y que estuviera tranquila, volvió a relajarse y a recordar porque había decidido invitarlo en primer lugar. Mientras lo besaba y pensaba que nadie nunca la había hecho sentir así antes, le halaba el cabello y enredaba su lengua que estaba tan alcoholizada como la suya.