Épocas festivas II: Ángeles de la guarda

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—Debes disculparte, no tenías porque gritarles así —riñó Shiro, que en esos momentos estaba en su habitación junto a Taiyo y Natsuki.

—Lo sé —admitió la última con un gesto arrepentido—. Estaba muy alterada en ese momento... pero tienes razón, debo disculparme en cuanto los vea... sobre todo con Mikan.

—Conociéndola, debe estar llorando —mencionó Yami, que recién ingresaba a la habitación con una taza de chocolate caliente en sus manos, el cual entregó al chico.

Shiro miró un momento el líquido marrón, antes de colocar el traste en la mesita a su lado.

—Lo preparó Kuro.

Shiro volvió a tomar la taza, esta vez dándole un sorbo.

—Y no te culpes por lo que pasó, nadie podía saber que me iba a descontrolar así —agregó, dándole una mirada significativa.

—En todo caso, esto no es culpa de ninguno de nosotros. —La voz de Taiyo estaba llena de amargura—. La culpa es de esa mujer.

—Cierto —asintió Yami.

—¿Cómo te sientes? —En ese momento, Kuro ingresó a la habitación, en sus manos tenía un plato lleno de galletas recién hechas, las cuales repartió entre todos, excepto Natsuki.

—Mejor, gracias por calentar la habitación.

—Kuro, por estos días lo mejor es que duermas con él —indicó Natsuki, consiguiendo un asentimiento de la chica—. Y quizás lo mejor es que no asistas al baile...

—No exageres —se quejó—. Es la primera vez que ocurre esto, no podemos actuar como si fuese un inválido.

—Podemos —objetaron las chicas, para su fastidio.

—Pero es cierto, ya de por si van a hablar del incidente de hoy, si lo tenemos en cuarentena todo el invierno, puede que los profesores sospechen —sopesó Taiyo—. Necesitamos otra solución.

—Kuro, ¿no podrías hacer algo para transferir calor o algo? Como hiciste con Hyuuga —propuso Yami.

—Puedo intentarlo... Aunque con Hyuuga fue transferencia de poder —balbuceó, buscando con la mirada algún objeto filoso. Tomó unas tijeras, mientras se acercaba a Shiro con un gesto dudoso, pensando en que podría conjurar. Pinchó su dedo y con la sangre que brotaba de él, dibujó unos símbolos en su brazo.

—Calor —pronunció. Los símbolos brillaron con una suave luz roja y, una vez ésta se apagó, todas miraron expectantes al chico.

—No siento ninguna diferencia —respondió, para decepción del resto.

—Creo que yo puedo ofrecer una solución. —La voz de Hotaru resonó en la habitación, captando la atención del grupo.

—¿Cuándo entraste?

—Acabo de —contestó, acercándose a él mientras le tendía una chaqueta azul marino—. Estuve trabajando en esto, pero aún es un prototipo. Esta chaqueta está modificada, dentro de los tejidos instalé un sistema que permite controlar la temperatura con ayuda de este control —explicó, mostrando el objeto que tenía forma de pingüino—. Está hecha para que pueda usarse en cualquier estación del año.

—Wow, eso suena genial —halaga Natsuki—. ¿Es cómo el capullo de sábanas, no?

—Parten de la misma base. Como dije, es un prototipo, pero lo puedo ir perfeccionando con tu ayuda. Si funciona, podrás dejar de usar esa estorbosa chamarra.

Shiro miró el objeto unos segundos. Él confiaba en los inventos de Hotaru, así que tenía mucha esperanza en la chamarra.

Se quitó los kilos de cobijas de encima, al igual que el suéter que usaba. Mientras él se ponía la chaqueta, las chicas dejaron de usar sus alice para no seguir calentando la habitación.

Cuando los ángeles se vuelven diablos. [Gakuen Alice]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora