Cuentos en la oscuridad.

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Dos días habían transcurrido desde aquel inolvidable baile navideño, por lo que el "ansiado" día de la limpieza había llegado. Cada alumno estaba en su respectiva clase, ordenando hasta el más pequeño rincón de sus salones y la nieve en esos momentos parecía amenazar con enterrarlos en su suave manto blanquecino.

En la clase G, las cosas parecían estar transcurriendo con normalidad, igual que en otros grupos, los alumnos se repartían las distintas tareas de limpieza entre todos.

Mun tallaba las ventanas junto a otros alumnos.

Shin era el encargado de llevar cosas pesadas.

Hikari ayudaba barriendo los pisos, los cuales jamás se habían visto tan resplandecientes —y eso que aún no los trapeaban—.

Y Nobara... ella sólo observaba.

No es que no quisiera ayudar a sus compañeros con la limpieza —todo lo contrario—, pero en años anteriores, cada vez que intentaba ayudar en algo, la gente sólo la apartaba o le quitaba las cosas sin una pizca de delicadeza. Luego de intentarlo durante algunos años, simplemente se había resignado a permanecer en silencio lo que restaba de la tarde.

Normalmente se retiraba a su habitación, pero no quería irse antes que los chicos, así que se mantuvo en un rincón del salón, tratando de no ser un estorbo para nadie.

—Ey, Nobara —saludó Shin, que en esos momentos cargaba unas cajas—. ¿Qué haces aquí parada?

—A... ah, es que... no sé en qué podría ayudar —explicó, era cierto que era un poco distinto a años anteriores, ahora al menos tres personas del aula le hablaban.

—¿Por qué no le ayudas a Hikari? Seguro entre las dos terminan más rápido.

Aunque normalmente la tarea de barrer se repartía entre varios estudiantes, Hikari había dejado en claro que no quería a nadie estorbando mientras trabajaba, por lo que la gente prefirió centrarse en otros asuntos. Nobara miró con dudas a su pareja de clases.

—Recuerda que si no hablas, no serás escuchada... Me agradas, pero no me volveré a humillar como en el baile, así que es tu turno de dar la iniciativa —advirtió Shin, saliendo del salón mientras tarareaba.

Puede que Shin tuviera razón, pero aún le costaba pedir las cosas, sobre todo a Hikari. Debido a que era una persona impredecible, nunca puedes saber cómo va a reaccionar.

¿Qué digo? Ella es amable, en el peor de los casos me dice que no —piensa, llenándose de valor para acercarse a su compañera—. Hi... Hikari, sé...sé que di... dijiste que no... que no querías que na... nadie te estor... estorbara, pero...

—Estos cerdos ni siquiera deben conocer el concepto de bote de basura —interrumpió la rubia, mirando con desagrado las latas y bolsas apiladas bajo las bancas—. ¿Por qué no vas juntando todo? —propuso, extendiendo hacia ella una bolsa negra.

—¡Claro! —exclamó, tomando la bolsa con emoción—. ¡Voy a ser de ayuda! —canturreó en su mente, empezando a juntar la basura bajo las bancas.

. . .

En la clase E la situación era más o menos similar, la mayoría se había repartido las tareas para poder terminar rápido; aunque no era tan fácil, tomando en cuenta a alumnos como Kokoroyomi y Kitsune, que hacían bolas de basura para jugar al fútbol.

—¿Por qué tenemos que limpiar? De todos modos se volverá a ensuciar —se quejó Natsuki, que había sido obligada a barrer alrededor de las bancas.

—Supongo que por esa lógica es que tu habitación es un nido de ratas —comentó Hotaru, que estaba tirando algunos materiales que ya no le servían pero que había guardado en los casilleros.

Cuando los ángeles se vuelven diablos. [Gakuen Alice]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora