1. Navidad

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Me miro al espejo y suelto un gran suspiro cargado de fastidio. No esperaba verme así. No me siento para nada conforme con lo que me muestra el espejo.

—¿Estás lista? —pregunta Adrien, viéndome desde el umbral que divide nuestra nueva habitación de mi tienda individual. ¿Si estoy lista? la respuesta es sí, ¿Si me siento lista? esa respuesta es no—. ¿Todo está bien? —cuestiona descruzando sus brazos que estaban a la altura de su pecho, como cada vez en la que se apoya sobre el marco para ver cómo me visto.

No aparto mi mirada del espejo. Es difícil procesarlo todo tan rápido. Hay veces que me siento completamente hermosa y confiada con lo que sea, pero hay momentos, días, esos días completamente negros, en lo que ni siquiera soy capaz de ver mí reflejo. Los cambios comienzan a notarse y no puedo acostumbrarme a ellos. No me importa que todos me digan que soy hermosa, porque yo no me siento así.

—No me gusta —digo en un leve murmuro—. No me gusta, no me gustará, de hecho, no me gustarán ninguno de los cientos de vestidos que están aquí —aseguro con la voz entrecortada.

Ahí está esa sensibilidad de nuevo. Ya siento como me arden los ojos.

No puedo controlarme.

Adrien comprende de inmediato lo que sucede. Da un par de pasos hacia mi dirección y acaricia mis brazos dulcemente.

—No me siento hermosa —le digo, mirando mi vestido color cereza.

Toda la familia vendrá hoy a la casa a celebrar noche buena, me he esmerado durante no sé cuántas horas para preparar la cena con mis propias manos y el pastel, hemos comprado cientos de regalos e hice un esfuerzo enorme por ver que la casa se viera realmente preciosa. Todo está más que bien, cada cosa está en su lugar, todo luce perfecto, menos yo. No tiene sentido.

—Eres hermosa —asegura Adrien, colocándose detrás de mí. Ambos encontramos la mirada del otro en el reflejo del espejo, pero eso no ayuda en nada—. Gea, eres hermosa. El problema con tu atuendo es que intentas cubrir tu cuerpo con este tipo de vestidos, cuando lo ideal sería que lo enseñaras a todos. Creo que es la única manera en la que realmente notarás que sigues siendo perfecta, cariño.

Frunzo el ceño, Adrien sonríe, besa mi mejilla y luego se aleja unos pocos metros de mí. Comienza a observar todos mis vestidos uno a uno, luego toma uno de ellos que es de color rojo pasión y es estrecho al cuerpo. Ya sé cómo se me verá y no pienso ni siquiera probármelo.

—Olvídalo —le digo cuando me lo entrega—. No lo haré —Niego con la cabeza una y otra vez.

Adrien se acerca a mí, toma los bordes de mi vestido y me lo quita rápidamente por encima de la cabeza, dejando mi cuerpo al descubierto. Me observa durante unos segundos y por el espejo veo como sonríe.

—Confía en mí —murmura dulcemente sobre mi oído, dejando que acceda a hacer todo lo que me pida—. Te verás hermosa.

Toma el vestido rojo y ayuda a que me lo coloque con suma delicadeza y paciencia. Me miro al espejo y ahí estoy yo. Viéndome igual que antes. Adrien hace que voltee de costado y veo como ha crecido Pequeño Ángel con el paso de las semanas. Es imposible que intente ocultarlo, ya no podré hacerlo del todo y tampoco quiero ocultarlo a él, solo que... aún no me he acostumbrado a verme con casi tres libras de más.

—¿Lo ves? —pregunta acariciando a Pequeño Ángel —. Nuestra pequeña Kya está ahí —dice con una sonrisa que logra que yo también sonría. Luego, eleva una de sus manos en dirección a mi cabeza y desarma con cuidado el moño que llevo en el pelo dejando que todas las ondas de mi cabello caigan alrededor de mis hombros.

—Me gusta tu cabello suelto —murmura nuevamente sobre mi oído—. Hace que te veas mucho más hermosa de lo que ya eres, preciosa Gea —Regresa mi cuerpo hacia la misma posición de antes de modo que ahora me veo de frente. Adrien sonríe con malicia y acerca su boca al lóbulo de mi oreja, luego me atrae hacia su cuerpo y me veo obligada a cerrar los ojos por causa de lo que estoy sintiendo justo en mi trasero.

PERFECTA 3. Dime que eres mía © Deborah HirtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora