2. Ciegamente

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Es navidad. La mañana más feliz de todo el año entero. Adrien está a mi lado en la cama. Aún duerme, pero no quiero despertarlo. Me gusta observarlo. Se ve tranquilo, pacifico... Logra llenarme de paz, y a Pequeño Ángel también. Observo la habitación, estiro la mano hacia la mesita de noche y tomo el vestidito color rosa que es un poco más grande que la palma de mi mano, y lo coloco encima de mi vientre. Fue uno de los obsequios de papá. Acaricio a mi pequeña y sonrío una y otra vez.

—Buenos días, Pequeño Ángel —digo en un leve murmuro.

Adrien estira su mano y la posa con delicadeza sobre mi vientre. Me volteo en su dirección y veo como está despertando.

—Buenos días —dice en medio de un bostezo—. Buenos días, pequeña.

—Buenos días —respondo acercándome para besar sus labios.

Es navidad, es época de celebrar, de ser buenos, y yo realmente me siento muy motivada a hacerlo. Todo lo que tengo pensado hacer para el día de hoy será perfecto. Necesito sentirme bien, necesito limpiar mi alma de todas esas manchas de vanidad, egoísmo y crueldad que he tenido en los últimos años. Quiero sentirme como una Gea completamente nueva.

—¿En qué piensas? —pregunta mientras que se acuesta de lado y acaricia algunos mechones ondulados de mi cabello. Sonrió ampliamente e intento decirle entre pensamientos la idea que surca por mi cabeza—. ¿Qué?

La sonrisa de mi rostro se vuelve más amplia. Sí, es la idea perfecta. Así es como quiero festejar navidad este año.

—Vístete de inmediato. ¡No tenemos mucho tiempo! —exclamo dando un salto de la cama. Corro hacia mi armario emocionada y luego busco algo que ponerme. Hoy nada de vestidos elegantes, quiero sentirme diferente.

—¿Gea, que sucede?—pregunta de pie en el umbral.

Me río levemente, tomo un pantalón negro tiro alto que se adapta perfectamente a Pequeño Ángel y que no nos hará sentir incómodas a ninguna de las dos. No usaré vestido, pero si quiero verme elegante. Luego, escojo una blusa de seda con tirantes color blanca y un bléiser. Adrien me observa en silencio.

Peino mi cabello y dejo que las ondas caigan alrededor de los hombros. Me visto y al verme sonrió. Me veo simplemente perfecta. Tomo un bolso color rojo y luego comienzo a pasar mis cosas de un lugar al otro.

—¡Vístete! ¡No tenemos mucho tiempo!—grito desesperada.

Son las siete de la mañana y tenemos mucho tiempo, pero el tiempo es oro y necesito aprovecharlo. Adrien sonríe, luego corre en dirección al baño y oigo como el agua de la ducha comienza a correr.

Termino de prepararme y luego bajo las escaleras con sumo cuidado. Llevo tacones, pero no pienso quitármelos ahora. Estoy demasiado emocionada como para regresar a la habitación para cambiarme.

Entro a la cocina y veo a Agatha sentada sobre la mesada viendo las noticias. Ella no percibe mi presencia, me acerco a ella y me quedo horrorizada al ver que está llorando. No sé qué hacer, no sé qué decir. La sonrisa que tenía en el rostro se borra de inmediato.

Elevo mi mano y la coloco en su hombro.

—Agatha —digo en un leve murmuro. Me siento realmente incomoda—. ¿Todo está bien?

Ella se voltea en mi dirección y al verme da un brinco desde su lugar, se pone de pie y limpia sus mejillas. Se ve realmente desconcertada.

—Gea, descuida, estoy muy bien —dice con una sonrisa que no logra convencerme—. Mira qué bonita te ves, ¿quieres el desayuno? ¿Tienes algún antojo, tesoro?

PERFECTA 3. Dime que eres mía © Deborah HirtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora