15. Dog

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Muevo mis manos en dirección al fuego y lo apago de inmediato, sin dejar de mirar a Adrien. No puede ser real. No, o sí...

—Oh, por Dios... —digo sintiendo como mis ojos se llenan de lágrimas de un segundo al otro.

Comienzo a llorar, y cuando veo su sonrisa corro hacia su dirección. Él se mueve mucho más rápido y en menos de un parpadear, estoy entre sus brazos otra vez, como siempre quiero estarlo. Sintiéndome única, segura, protegida, volviendo a sentirme yo de nuevo. Cuando Adrien se marchó se llevó una parte de mí y ahora que está aquí, siento que soy la de antes.

—Estás aquí... —lloro, abrazándolo aún más fuerte. Estás aquí, Adrien, estás aquí —digo una y otra vez con la voz entrecortada. No puedo creerlo. Es como si fuese un sueño—. Estás aquí...

—Con una hora de retraso, pero estoy aquí —me dice con una sonrisa.

Dejo de abrazarlo, sonrío y entierro mis manos en su pelo. No pierdo más tiempo, ni un solo segundo. Uno mis labios a los suyos y me dejo llevar por todas esas sensaciones. El vacío en mi pecho comienza a llenarse lentamente, mientras que sus labios toman los míos, juega con ellos, los saborea y me hace estremecer a cada segundo. Sus manos toman ambos lados de mi cara en señal de que no quiere soltarme nunca y yo tampoco quiero que lo haga. Sé que somos el uno para el otro, podemos superar lo que sea...

Adrien, es mi Adrien y está aquí conmigo.

—Te amo —le digo sintiendo como lágrimas se deslizan por mi rostro—. Mierda, Adrien como te amo —digo en medio de una sollozo, abro los ojos y lo miro fijamente. Aún no puedo creer que esté aquí, es la vedad, quiero llorar de felicidad y al mismo tiempo de agonía. He sufrido seis días pensando en que no llegaría para que me haga esto. Es injusto—. Te amo tanto... —le digo tocando su cara. Siento su barba debajo de mis dedos y sonrío, me fijo en cada detalle para comprobar que es él realmente y que nada ha cambiado. Todo sigue siendo igual que antes, sigue siendo mío. Completamente mío.

—Te amo... —me responde.

Puedo ver que también está emocionado, puedo sentirlo por ambos. Seguiré llorando hasta saber que no sigo soñando. Está aquí, conmigo, con sus hijos, en su hogar en donde debe de ser. Sé que es egoísta y no puedo cambiar eso, pero él debe estar aquí conmigo y con sus angelitos.

—Hueles a aeropuerto... —le digo con una sonrisa. Él me responde de la misma manera y luego encuentra nuestras miradas.

—Y tú hueles a hamburguesa —me dice con una sonrisa burlona. Golpeo su pecho en modo de broma y los dos reímos. Aún no puedo creer que esté aquí.

—¿Cómo puedes hacerme esto, Eggers? —estallo. Ahora estoy furiosa con él—. ¿Cómo puedes engañarme así? ¿Cómo has sido capaz de mentirme? ¿Cómo pudiste siquiera...? ¡Te odio! —grito y golpeo su pecho con más fuerza—. ¡Me has estado engañando todos estos días! ¡Te burlabas de mí! ¡Eres un maldito!

Dejo de golpearlo y me aparto de él. Estoy enojada, con la respiración agitada y con todas las hormonas a flor de piel. Rodeo la barra de la cocina y luego me dispongo a terminar mi hamburguesa sin mirarlo. Veo como se sienta al otro lado de la barra y me sonríe mientras que me observa. Eso es lo que más me molesta de él ¡Lo está disfrutando!

—¿Estás molesta? —pregunta con el tono de voz suave—. Porque si estás molesta conmigo entonces no tiene caso que me quede —dice alejándose—. He viajado muchas horas para estar con mi preciosa Gea en San Valentín y ella me detesta. Será mejor que...

—¡Deja de decir estupideces! —grito dejando lo que estaba haciendo a un lado—. ¡Es que estoy molesta contigo! —grito rápidamente. Él se ríe y luego corre a abrazarme. Estoy desconcertada y ni siquiera yo puedo tolerar mis cambios de humor—. Es que... te extrañé tanto —musito, sintiendo como ahora todo el enfado es remplazado por angustia porque se haya marchado y felicidad de que esté aquí.

PERFECTA 3. Dime que eres mía © Deborah HirtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora