Estoy nerviosa. Mis manos sudan y tiemblan al mismo tiempo, Adrien parece igual de inquieto que yo, nos cruzamos en el camino del otro recorriendo de un lado al otro la habitación. El tiempo parece detenerse o ir mucho más lento. Estos últimos días se han hecho eternos, como si estuviese que esperar cientos de años. No fueron sólo diez días, nos ilusionaron a ambos, tuvimos que esperar casi veinte sin poder verlo y sin poder hablar con él, hasta que todos los papeles y certificados estuviesen en regla. Maldije al Reino Unido y sus estúpidas leyes una y otra vez, cada segundo de esos diecinueve días.
Mis hormonas están descontroladas, mi cuerpo cambió rotundamente en todos estos días, no he dejado de comer chocolate y dulce en cada maldito momento del día, he aumentado cinco libras y mi piel se ha estirado más de lo normal, mi cara se ve extraña y cada vez que me observo al espejo alucino con manchas apenas visibles en mis mejillas, pero la doctora Pierce dijo que todo es producto del embarazo.
He dejado los tacones a un lado porque Adrien se encargó de cerrar mi armario de tacones con llave y candado. Mi ropa ya no es la de antes y estoy haciendo terapia con la doctora Stone para ir por mi ropa de premamá la siguiente semana, luego de mi fiesta de embarazo. Todo es completamente nuevo y me acostumbro a los cambios, pero todo es gracias a Adrien que me ha demostrado que soy y siempre seré hermosa y perfecta sin importar cuando cambie. Es sólo algo temporal. Tendré mi cintura de vuelta luego del nacimiento de Kya, las marquitas blancas desaparecerán con cremas milagrosas, y volveré a ser yo. Perfecta y hermosa. Estoy más que convencida de ello.
—¿Por qué demonios están demorando tanto? —grito dándome por vencida. Ya no tengo paciencia, ya no puedo soportarlo. Quiero que él esté aquí conmigo ahora, no quiero esperar ni un solo maldito minuto más.
—Tienes que calmarte, princesa —murmura papá desde el sillón mientras que lee el periódico despreocupadamente.
Él ya ha encontrado apartamento y eso hace que tener sexo con Adrien sea mucho más fácil y en el lugar que queramos, pero me alegra que esté aquí el día de hoy. Lo necesito en esto. Estoy a punto de convertirme en madre y el tiempo parece burlarse de mí. Oh, por Dios... Voy a convertirme en madre, oficialmente. Alex estará aquí, vivirá aquí, me dirá mamá y...
—Oh, por Dios. No puedo con esto —chillo sintiendo como mis ojos comienza a arder.
Estoy harta de llorar por absolutamente todo y jamás creí que pudiese seguir haciéndolo luego de llorar mi peso en lágrimas. Adrien se mueve de su posición y rápidamente me rodea con sus brazos. Hundo mi cara en su pecho y aspiro el aroma a su colonia. Intento relajarme y volteo mi rostro de costado para oír los latidos de su corazón. Esa camisa color cielo lo hace ver más que perfecto. Como todo un futuro papá dulce y comprensivo.
—No llores, cielo —me pide acariciando mi cabello. Toma uno de mis rizos y lo enreda en su dedo índice, luego besa mi frente una y otra vez como si eso pudiese calmarme y lo logra, muy lentamente, pero lo logra.
Suelto otro suspiro y recobro la compostura. Mi pequeño Alex vendrá pronto, estará aquí en pocos minutos y será completamente mío. Nadie podrá arrebatármelo.
—Cálmate, princesa —murmura papá colocándose detrás de mí con ambas manos en mis hombros a modo de consuelo. Me volteo en su dirección y sonrío ampliamente, dejo que me abrace y luego me siento en el sillón. Hay algo extraño en mi vientre, algo extraño en mí pecho, es una mezcla de desesperación, tristeza, felicidad, alegría. Todos sentimientos más que confusos y mezclados.
El timbre suena estruendosamente y doy un brinco por causa del ruido. Es él, es Alex, tiene que ser Alex. Me muevo inmediatamente en dirección a las escaleras, pero Adrien toma mi brazo con delicadeza y me detiene.
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PERFECTA 3. Dime que eres mía © Deborah Hirt
RomanceSinopsis Una familia, un nuevo hogar, amor... Adrien me ha convertido en alguien que jamás imaginé ser. Ha encontrado a la Gea perdida en mí. Tenemos todo y al mismo tiempo no tenemos nada. Hay secretos, hay verdades y aún hay una parte de mí que...