23. Joder...

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Luego del almuerzo, todos nos vamos a relajar a la piscina. Aún no he tenido la ocasión para hablan aunque sea un instante con Lucas. Ha estado al pendiente de sus niñas en todo momento. Él no quiere demostrarlo, pero sé qué está completamente feliz de tenerlas aquí. Lo veo en cada una de sus disimuladas sonrisas, en cada uno de sus suspiros de desesperación. Sofía es su alma gemela, puedo verlo, y creo que es la única mujer capaz de devolverle la vida de nuevo.

—¿Sabes una cosa? —dice ella mientras que se sienta en la camilla para tomar algo de sol —. Me ha sorprendido esa llamada. Jamás creí que ese gilipollas haría algo así.

—Quiere a sus hijas, Sofía —respondo en un murmuro—. Tal vez nunca lo admita delante de ti, pero las necesita.

—Puede ser —dice ella colocándose los anteojos—. Mientras tanto, que disfrute de ser padre porque yo disfrutaré de mi descanso.

Me quedo en silencio por varios minutos, observando el paisaje que tengo frente a mis ojos. Es un momento para pensar en miles de cosas. Sé qué necesito darle mi disculpa más sincera a Adrien, pero no se me ocurre absolutamente nada. Necesito que sepa que estoy arrepentida de ser así como soy y...

—¡Mamá Gea! —grita Alex a unos cuantos metros de mí. Me pongo de pie de inmediato y camino con prisa hacia él—. ¿Podemos jugar? —pregunta pateando levemente su balón de fútbol. Frunzo el ceño y niego levemente con la cabeza.

—Mamá no es buena con eso —aseguro, provocando que él se ría—, pero lo intentaré.

Mi niño comienza a patear el balón hacia mí y trato de devolvérselo. Soy un completo desastre en un simple juego, pero cinco minutos después estoy sudando y jadeando debajo del sol.

—Vamos, mamá Gea. Uno más.

Hago el último intento y luego le sugiero que bebamos un poco de jugo para refrescarnos. Él lo acepta y agradezco que tenga mis cinco minutos de descanso. Cuando entro a la cocina veo a Adrien y a Lucas sentados alrededor de la barra. Mi esposo carga a Kya en brazos y Lucas sacude levemente el carrito de las gemelas que se quedaron dormidas. Sé qué acabo de interrumpir algo porque ambos se han quedado callados y me miran expectantes. Quiero saber cuál es la causa de tanto misterio.

—¿Qué ocurre? —indago con el ceño fruncido.

—Nada —responde Lucas velozmente—. ¿Por qué debería ocurrir algo?

—¿Que necesitas, cielo? —indaga Adrien cambiándome el tema.

Me acerco a él y sonrío al ver a mi pequeña niña dormida en brazos de su padre con ese chupón de mariposa color rosa que tanto me encanta.

—Se ha dormido hace unos minutos.

—Pues, entonces hagamos un cambio —le digo tomándola en brazos—. Ve a jugar fútbol con nuestro hijo que yo cuidaré de ella.

—¿Por eso estás así de agitada? —murmura Lucas entre risas, y yo asiento—. Que va... — Adrien se ríe, besa la cabecita de su niña y luego toma dos refrescos del refrigerador. Alex aparece en la cocina y anima a Adrien y a Lucas a que jueguen fútbol con él. Los tres se pierden por la puerta y yo me quedo con las tres niñas.

—Al menos están dormidas —murmura Sofía viendo a sus hijas—. ¿Verdad que son hermosas? —pregunta con esa mirada de madre orgullosa. Sonrío y observo a esas dos pequeñas. Son hermosas y merecen tener un padre a su lado.

—¿Le darías una oportunidad a Lucas? —pregunto sin poder detener mi lengua. Sofía abre los ojos de par en par y luego de salir de su asombro se ríe.

—No, eso ni en un millón de décadas. Él tiene su vida, yo la mía. Estamos bien así —asegura con una sonrisa fingida. Quiero seguir insistiendo pero sé qué no lograré nada con eso—. ¿Por qué no dejamos a las niñas con Carolina y vamos a divertirnos?

PERFECTA 3. Dime que eres mía © Deborah HirtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora