6. Marcus

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El pánico se apodera de todos mis sentidos. No soy capaz de pensar con claridad. Tengo miedo, siento que todo está a punto de acabarse, es la peor sensación que he sentido en toda mi vida. Mis ojos comienzan a llorar y todos los intentos que hago para zafarme del agarre de Adrien son en vano. A lo lejos veo como se llevan a Alex por el pasillo a no ser cual dirección. Siento que voy a romperme por completo. Jamás he tenido tanto miedo en mi vida. Nunca podré olvidar esos ojitos, esa mirada de miedo... mi niño...

—¡Suéltame, mierda! —exclamo desesperada. Mis piernas comienzan a temblar. Adrien ha soportado de todo, pero sé que no dejará que cometa una locura.

—¡Basta! —grita con voz severa provocando que lo mire fijamente. Mis miles de chillidos y quejas cesan de inmediato—. Contrólate, Gea.

Un gran nudo se forma en mi garganta y lo único que logro hacer es dejar que mis lágrimas comiencen a deslizarse por mi mejilla. Estoy quebrada, rota de todas las formas posibles, nunca he sentido tanto miedo en mi vida y lo único que él hace es regañarme.

—Tú no me entiendes... —murmuro con la voz entrecortada—. No me entiendes.

Su mirada se nubla por un segundo, luego veo como se suaviza, su agarre deja de existir. Cierra sus hermosos ojos y toma mi rostro entre sus manos. Apega su frente a la mía y suspira una vez más.

—Lo siento —me dice en un susurro apenas audible—. Lo siento, Gea, lo siento —Rodea mi cuerpo con sus brazos y deja que solloce sobre su hombro.

Es esto lo que necesito, necesito saber que está conmigo, que se siente tan mal como yo en este momento, necesito que entienda por todo lo que estoy pasando. No es fácil estar en mi lugar. Son miles de emociones mezcladas y miedo, sobre todo miedo. Miedo a perder a Alex, miedo a perderlo a él, miedo a perder todo lo que me hace feliz.

—Te amo, cariño. Lo siento mucho. Nuestro pequeño Alex estará bien —asegura acariciando mi cabello—. Estará bien.

Suelto un suspiro y dejo descansar mi cabeza en su pecho. Me siento protegida, aquí sólo un poco de mi teme por Alex, el otro resto me dice que mi pequeño estará bien, que nada le sucederá, que esto es sólo un pequeño susto para probarme a mí misma que amo a ese niño más de lo que he amado a alguien más alguna vez en toda mi vida.

—Yo debería de estar ahí y no ella —me quejo en voz baja mientras que tomo la tela del gran abrigo de Adrien y lo estrujo entre mis manos—. Yo seré su madre y no ella —agrego refiriéndome a la directora Smith—, y debería estar con él y no ella, Adrien... No podré soportar esto por mucho tiempo —aseguro intentando no llorar. Ya he llorado demasiado y me veo como idiota haciéndolo, estoy harta de eso, pero simplemente no puedo evitarlo.

—Debemos irnos a casa, Gea —me dice dulcemente.

Sabe cómo voy a tomarme todo esto y no será bueno. No quiero ir a casa, no quiero dejarlo, no quiero estar lejos, simplemente no quiero, tengo que quedarme aquí...

—Adrien... —protesto. Estoy suplicándole con la mirada que no lo haga, pero sé que será en vano.

—Ya oíste a los médicos, Gea. Tendremos que volver mañana en la mañana. Él estará bien, cuidarán de él.

—¡No quiero irme! —chillo.

Es en vano. Adrien ya tomó la decisión por mí, ni siquiera se detuvo a pensar como me siento realmente. Cuando soy consciente de donde estoy luego de todos mis gritos, el coche comienza a moverse y estoy regresado a casa. Dejado a mi pequeño Alex atrás.

Abro la puerta bruscamente y dejo que se golpee contra la pared provocando un estruendo. Bajo las escaleras a toda prisa y veo a Agatha y a mi padre ponerse de pie rápidamente en la sala de estar. Adrien viene detrás de mí gritando mi nombre, pero no me importa oírlo. Estoy completamente enfurecida, dolida, me siento traicionada.

PERFECTA 3. Dime que eres mía © Deborah HirtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora