5. Diez

31.2K 1.4K 68
                                    

Adrien, papá y yo llevamos más de tres horas de compras en diferentes centros comerciales de la ciudad. Me encanta que estén conmigo. No solo cargan mis bolsas, sino que también son excelentes a la hora de alagar a mi perfecto yo, cuando me pruebo ropa de futura mamá. Me hacen sentir como toda una reina. Sé que deben estar cansados, pero ahora que confirmamos que nuestro Pequeño Ángel es una hermosa niña, ya tenemos miles de cosas en mi lista mental por comprar. Kya Eggers, mi hija se llamará Kya Eggers y será completamente hermosa. He decidido re decorar la habitación de mi bebé. Es por eso que ya elegimos nuevas muestras de pintura y entramos a una inmensa tienda de bebés en donde había de todo. Comenzamos con algunos juguetes didácticos, luego enloquecí con las mantitas, las batitas de baño y ese tipo de cosas, pero cuando vi el departamento de indumentaria, me volví más loca todavía. Casi grito en medio de la tienda por toda la emoción. Solo vi a Adrien sonreír una y otra vez, mientras que iba tomando piezas muy pequeñitas de ropa en mis manos.

—¿Qué opinan de estos? —pregunto enseñándoles unos hermosos vestidos color lavanda que son preciosos.

Hemos decidido que la habitación de Kya será lavanda con blanco porque queremos salir del típico rosa. Adrien no deja de sonreír, no dice nada, solo sonríe. Es como si todavía no pudiese creer que de verdad estamos aquí comprando ropa y pañales para nuestra pequeña Kya, y sé que siente eso porque yo tampoco puedo creerlo.

—Llévalos, princesa. Serán un regalo de mi parte —murmura papá con otra de sus sonrisas. Los coloco entre mis manos y sigo viendo todo lo que hay aquí. Es realmente tierno y adorable. Mi padre ha pagado más de la mitad de las cosas que escogí para Pequeño Ángel como modo de regalo, pero Adrien no se ve del todo tranquilo porque sabe que un falta más.

Compramos demasiado. Salimos de la tienda con más de siete bolsas de ropa de recién nacido y algún que otro vestido para mi pequeña. Mi padre se ofrece a llevar las bolsas al coche y Adrien y yo aceptamos encantados.

Tomo la mano de Adrien y nos movemos por el centro comercial, observando tiendas y tiendas que no son precisamente de bebés. Él parece muy callado, no sé en qué piensa, pero ha estado así por casi todo el día.

—¿Qué sucede? —pregunto deteniéndome a mitad del amplio pasillo. Coloco mis brazos detrás de su cuello y sonrío cuando nuestro Pequeño Ángel impide que estemos cien por ciento cerca.

—Me gusta verte así de entusiasmada —musita con otra sonrisa.

Acerca sus labios a los míos y me besa. Sus brazos rodean mi cintura de inmediato y siento al Adrien posesivo y al mismo tiempo dulce. Ese beso logra desestabilizarme por completo. Sé que hay gente viendo porque puedo sentir sus miradas, pero en lo único que puedo concentrarme en realidad es en su lengua junto a la mía. Oh, mierda. Sé lo qué querrá cuando lleguemos a casa y estaré gustosa de dárselo todas las veces que quiera.

—Adrien... —protesto apartándome solo unos centímetros. Cierro los ojos e intento recobrar la respiración—. No hagas esto... —balbuceo aún perdida en todo ese deseo que nos rodea. —Oh... estamos en un centro comercial y... —ni siquiera puedo hablar. Él se ríe levemente, luego rodea mi cintura con un solo brazo y hace que sigamos recorriendo las tiendas.

Veo una casa inmensa de diseño que debe tener como dos pisos dentro del inmenso centro comercial. Hay mucha gente y es esa típica tienda con las habitaciones de muestras armadas delante de tus ojos.

—Solo quiero mirar. Estaba pensando re-decorar nuestra habitación —murmuro distraída viendo el lugar.

—¿Nuestra habitación? —pregunta con el ceño fruncido.

—¿De verdad crees que dejaré que mi bebé recién nacido duerma en su cuna a más de cuatro metros de mí? —cuestiono mirándolo de reojo. Oigo su risa y luego recibo un beso en la frente.

PERFECTA 3. Dime que eres mía © Deborah HirtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora