Abro los ojos lentamente. Todo se ve borroso y la habitación en la que me encuentro es un poco más grande de lo que recordaba. Hago una mueca por causa de un leve dolor en todas las partes de mi cuerpo y luego coloco ambas manos en mi vientre. Acaricio a mi... Pequeño Ángel, Kya, mi hija ya no está ahí.
Sonrío y luego me rio levemente. Mis ojos se llenan de lágrimas y comienzo a recordar todo ese hermoso y doloroso momento. Su carita, su cabello, lo pequeñita que era, todo... Todos los detalles están en mi mente. Kya, mi hija. Oh, por Dios. Aún no puedo creerlo. Mi vientre aún no está como antes, pero eso no importa ahora, solo quiero ver a mi hija.
Me muevo desesperadamente y me quito la manta que cubre mis piernas. Ya no tengo el camisón de seda color azul, ahora estoy vestida con un pijama de algodón. Es nuevo, no lo había visto, tiene las mangas hasta los codos y me llega un poco más encima de las rodillas. La tela es blanca y tiene corazoncitos negros por todas partes, y además de eso tiene botones desde el cuello de la prenda hasta debajo de mis pechos. Es uno de esos camisones para mamás y estoy segura que Adrien lo ha escogido. Sonrío y luego me siento en el borde de la cama con las piernas colgando. Oprimo el botón rojo una vez y espero unos segundos.
La puerta se abre y una enfermera entra a la habitación con una amplia sonría. Parece joven y simpática.
—¿Y mi esposo? —pregunto desesperada—. ¿Y mi hija? ¿Dónde están? Quiero verlos.
—No se preocupe, señora Eggers. Su esposo está en la sección de neonatología con la bebé.
—Quiero verlos —le digo, sintiendo como la desesperación me invade. Ella sigue sonriendo y luego me ayuda a quitarme la sonda del brazo. Me paro, calzo mis pies y luego ella me guía por los pasillos del hospital de un lado al otro. Quiero invadirla de preguntas, pero no puedo hacerlo, solo pienso en mi hija, en Adrien y todo lo que tengo.
—¿Cómo está mi bebé? —pregunto en un susurro.
—¡Oh, la pequeña Kya es la sensación de la sala de neonatología, todos la aman!—exclama ella tomándome del brazo para ayudarme a desplazarme con más facilidad. Puedo caminar bien, no estoy tan hecha trizas, pero que ella esté a mi lado le agrega dramatismo a la situación y eso me agrada—. Aquí es —dice señalándome la puerta banca con cientos de estampas y dibujos de bebés en ella—. Daré aviso a las enfermeras, señora Eggers.
Espero impaciente a que ella ingrese a la sala. La puerta se cierra y oigo varios llantitos de bebé dentro de ella. Me pongo nerviosa de un segundo al otro y siento como mis manos tiemblan. La puerta se abre una vez más y veo a la enfermera.
—Por aquí —dice.
Entro al lugar y busco a mi bebé entre varias secciones del inmenso lugar.
Localizo a Adrien al otro lado de la gran sala. Esta inclinado de espaldas a mí y no nota mi presencia. Me acerco con cautela, mientras que la enfermera sigue mis pasos. Cuando me detengo y veo a mi hermoso ángel, pierdo el aliento, mis ojos se inundan de lágrimas, veo borroso y solo puedo sentir como mi pecho es atacado por algo extraño. Algo hermoso y perfecto que me hace completamente feliz.
Adrien voltea su rostro hacia mi dirección y al verme, suelta con delicadeza su mano de la incubadora y luego me estrecha entre sus brazos. Solo pasaron horas, pero todo lo que sucedió representa días, meses, miles de horas. Lloro en sus brazos sin apartar los ojos de mi hija. No puedo creerlo. Nunca en mi vida imaginé algo así. Nunca imaginé a un pequeño angelito así.
—Está aquí... —solloza él con la voz entrecortada.
—¿Por qué está ahí?—indago, viéndola moverse dentro de la incubadora.
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PERFECTA 3. Dime que eres mía © Deborah Hirt
RomanceSinopsis Una familia, un nuevo hogar, amor... Adrien me ha convertido en alguien que jamás imaginé ser. Ha encontrado a la Gea perdida en mí. Tenemos todo y al mismo tiempo no tenemos nada. Hay secretos, hay verdades y aún hay una parte de mí que...