Un nuevo día en Barcelona. Aún no puedo creer que esté aquí. Solo he pasado veinticuatro horas sin Adrien y sin mi niño hermoso, y siento que fueron mil años. Quiero regresar a casa, quiero pedirle perdón a mi esposo por todas las cosas que hice y que sé qué haré en el futuro, pero no me siento lista. La Gea de antes se aferra a esta nueva Gea con uñas y dientes y grita para que la deje salir. Es esa Gea que quiere tener el control, que quiere hacerlo todo a su manera, pero esta Gea, la de ahora, trata de luchar por sus hijos, por su familia.
Quiero ser esa madre y esa esposa que mis hijos y Adrien necesitan.
—Tiene una niña preciosa, señora —dice Carolina cuando le estoy cambiando la ropa a Kya. Ella ha estado muy inquieta en la noche, pero ahora todo es diferente. Tiene esos inmensos ojos azules clavados en mí y mueve sus piecitos y sus manitos de un lado al otro.
—Oh, claro que eres preciosa, mi cielo —le digo con esa voz de mamá que me sale cada vez que hablo con ella—. ¿Verdad que sí lo eres?
Se la entrego con sumo cuidado a Carolina y luego le coloco su chupón de mariposa.
—Disfrute su baño, señora. La cuidaré —asegura.
Beso la cabecita de mi niña y corro al baño. Sofía llegará antes de las diez y quiero estar ahí para ver la reacción de Lucas. Ese hombre ha tenido un humor de perro desde que la llamó. Lo vi pasarse la mano por su pelo unas doscientas veces, me gruño en la cena y me maldijo por hacer que las invitara.
Está nervioso, lo sé, pero le tengo fe. Será el mejor padre de todos.
Abro la ducha y luego me desnudo. Tengo que hacer esto. Tengo que empezar por algo. Me miro al espejo unos segundos y luego bajo mi mirada hacia mis senos. Esas líneas blancas están ahí y no se irán. Las de mi vientre son mucho más pequeñas, pero superan en cantidad a las demás. No sé qué es peor. Tengo que acabar con esto. Estoy enferma, lo sé. Tengo un problema y cuando regrese a Londres lo trataré con un especialista, pero debo enfrentarme a esto como un primer paso.
—Tu... —balbuceo mirándome a mí misma—, tú no eres perfecta, Gea. Nadie lo es —susurro con la voz quebrada—, y tus hijos... —digo al borde del llanto—, tus hijos necesitan a una madre fuerte y segura. Hazlo por tus hijos —Mis ojos se llenan de lágrimas, dejo que se deslicen por mis mejillas y me miro al espejo. Trato de sonreír, pero no es una sonrisa genuina. Me meto a la ducha, me doy un baño de unos cuantos minutos y quito todo ese llanto que tengo acumulado por todos los problemas que tengo en mi vida. Me seco rápidamente y regreso a la habitación envuelta en la bata de baño. Kya se ha dormido y Carolina mece su sillita individual encima de la mesa de madera que da al mar.
—La niña se ha dormido mirando el mar —dice ella con una sonrisa.
Me acerco. La tomo en brazos y la dejo en el centro de la cama, mientras que ella me ayuda a rodearla con los almohadones. Acaricio su frente y luego beso su mejilla. No podría imaginar mi vida sin ella. El amor que siento por esta niña es inmenso.
Carolina me deja sola y me desnudo otra vez. Me miro al espejo y me coloco la ropa interior de algodón color blanco. Acaricio mis estrías, si, ahora me atrevo a decirlo, luego miro a mi princesa y sonrío. Soy su madre y estos son recuerdos de esos ocho meses hermosos.
—Hoy será diferente —me digo a mi misma—. Hoy será diferente en todos los sentidos. Tus hijos te aman y tú esposo también. Eres madre ahora y... —Me quiebro sin poder evitarlo. Necesito a Adrien conmigo—, eres madre ahora y este es tu nuevo cuerpo.
Me volteo de costado y miro las secuelas del embarazo. Luego me volteo de espaldas al espejo y sonrío al ver mi trasero. Está más grande que antes, pero se ve bien. No ha cambiado para mal. Y además, con la tanga blanca debo admitir que me veo sexy. Tengo que quererme a mí misma, tengo que amar mi cuerpo porque Adrien me ama así como soy...
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PERFECTA 3. Dime que eres mía © Deborah Hirt
RomanceSinopsis Una familia, un nuevo hogar, amor... Adrien me ha convertido en alguien que jamás imaginé ser. Ha encontrado a la Gea perdida en mí. Tenemos todo y al mismo tiempo no tenemos nada. Hay secretos, hay verdades y aún hay una parte de mí que...