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Querida Coleccionista de Mundos:

Me arrodille y te ayude a ordenar lo libros, los pusimos en varias montañas y aun no decías nada, tu pelo, siempre suelto, y con dos trenzas delante que se juntaban atrás, se pegaba a tu rostro mojado por tus lagrimas, tus mejillas estaban rojas, y de seguro tus ojos también, no sé, no los podía ver con tu flequillo —fleco, pollina— recta y alzada, no decías nada, y no pregunte, hasta el momento en que tuvimos que levantar el estante, como si lo hubiésemos planeados cada uno escogió un lado y tratamos de levantarlo pero tu gemiste y agarraste tu hombro, cuando me acerque lo vi rojo y con marcas de una mano, y no sé si por el dolor físico o emocional, pero comenzaste a llorar y solo te abrace, te dejaste abrazar, fue hermoso.

Algo A Lo Que AferrarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora