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Querida coleccionista de mundos:

No hablábamos cuando llegábamos a su casa, solo me recostaba contra el sillón y sobre la alfombra, prendía mi computadora y comenzaba a escribir, y tu, como siempre, te acostabas en el sillón a leer, no me preocupaba de que leyeras lo que escribía porque en momentos levantaba la vista para verte o decirte que me iría, no me notabas, aun en ese momento no dejabas de leer, a veces escribas, pero yo tampoco lo podía leer, era el mejor momento de mi día.

Algo A Lo Que AferrarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora