Capítulo 6

4.2K 365 17
                                    

¿Quién se creía ese hombre para tratarla así? Que sus padres tuviesen negocios en común no le daba derecho a provocarla de aquella manera, a entrometerse en su vida. Carlos estaba muy equivocado si pensaba que ella aceptaría casarse con un ejemplar tan engreído como Philippe. Ana cerró con fuerzas sus puños mientras caminaba en dirección a la casa a través del jardín cubierto de césped, alejándose lo más posible del establo. No quería siquiera crear en la mente del francés el impulso de seguirla. El sol caía en el horizonte y ella apresuró el paso, en aquel momento no quería encontrarse con nadie, tampoco con Cristian, no estaba interesada en ser víctima de humillaciones ni burlas.

Llamó a los gritos a Clara, quien apareció con su delantal cubierto de una fina película de harina que no había tenido tiempo de sacudir. Ana estuvo a punto de dejar salir una catarata de palabras atragantadas, cuando percibió a su madre parada en la arcada del pasillo que conducía hacia el estudio de su padre; tenía los brazos en jarra y el ceño fruncido.

—¿Qué son esos gritos? Tu padre está en una reunión importante.

—Lo siento —murmuró Ana bajando la mirada para evitar los ojos censuradores de su madre—. ¿Puedes prepararme un baño, Clara?

Claudia giró sobre sus talones y se perdió de vista por el pasillo. Ana miró a su amiga que se encogió de hombros.

—Prepararé el baño.

El agua de la tina estaba tibia como a ella le gustaba. Le había pedido a Clara que la dejara bañarse sola y ahora frotaba enérgicamente la esponja con jabón por su cuerpo, descargando parte de la furia que sentía, su piel estaba tomando un tono rojizo por la irritación pero parecía no notarlo.

No iba a casarse con ese hombre, no, no y mil veces no. 

¿Por qué seguía pensando en él después de esas palabras en el establo?, ¿por qué pensaba ahora que sus ojos verdes eran realmente lindos? 

Lanzó la esponja más allá en la bañera, haciendo que salpicara agua hacia todas partes. Intentó espantar sus pensamientos, moviendo la cabeza de lado a lado, como si eso ahuyentara los pájaros que querían construir nidos en su mente.

Colocó perfume detrás de sus orejas y, con ayuda de Clara, terminó de arreglar su cabello, se paró y contempló el reflejo que le devolvía el espejo. Ella era bonita y lo sabía, pero quizás no era lo suficientemente bonita como le hubiese gustado porque Cristian no la veía con los mismos ojos que ella lo había visto mirar a otras mujeres a lo largo de su vida. Sonrió tímidamente a su reflejo, mostrándole una mueca de resignación, luego alisó la tela de su vestido y entrelazó sus manos. Clara sonreía detrás de ella.

—Te ves bonita Ana, ¿Cristian vendrá a cenar? —Clara le guiñó un ojo que Ana vio en el reflejo del espejo.

—No lo sé —contestó frustrada—. Es probable, pero le dará igual si visto así a si me coloco una jaula con pájaros en el cabello.

Clara le dedicó una sonrisa de compasión y decidió no replicar nada. Comprendía aquella sensación de ser invisible.

Carlos, François, Cristian y Philippe continuaban encerrados en el estudio. Llevaban toda la tarde discutiendo sobre negocios. Seguramente su nombre había surgido más de una vez en la conversación pero, aunque sintió la tentación de caminar y escuchar a través de la puerta que estaba entreabierta, contuvo su impulso porque Claudia se acercaba.

—Ven hija, vamos a acomodarnos para cenar, tu padre no tardará en venir.

Dedicó una sonrisa forzada a su madre y la siguió hasta el comedor porque no le quedó otra opción. Unos minutos más tarde la puerta se abrió y el grupo de hombres aparecieron en el salón. Ana pensó que había sido una charla amena porque todos sonreían. Miró al francés que caminaba hacia su madre y besaba su mano, luego contempló a Cristian que había permanecido hablando con su padre y al percatarse de su mirada le había guiñado un ojo, ante esto Ana sintió que sus mejillas se tornaban rojas y apartó la mirada. Cada uno ocupó un sitio en la mesa y a los pocos minutos Clara y su madre aparecieron ante la puerta de servicio con los platos servidos.

AnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora