En una época oscura, el siglo XVIII, existieron 3 misteriosas personas que eran el temor en aquellos tiempos, en aquel apartado lugar, en el frio norte de Alemania, donde por las noches, desde arriba de tu ventana, podías observar 3 caballeros con altos e intrigantes sombreros deambulando por las calles.
La temible noche, era un acontecimiento para esconderse por el miedo que ocasionaban unas personas, que eran proclamadas en el pueblo "los bandidos". Tres sujetos vestidos con grandes capas negras, y sombreros altos, también de color negro, eran casi como siluetas caminantes, no podías verles nada más que en algunas ocasiones sus profundos ojos. Eran aquellos entes los encargados de infundir el terror entre los pacíficos y agradables habitantes de ese tipo de poblaciones, pequeños pueblos o aldeas, centradas bajo el castillo de su señor, rodeados por angostas calles. Aquellos tres, atacaban cuando estaba más oscuro, a la sombra del umbral de la noche...
Estas personas, poseían armas, uno de ellos, poseía una enorme y macabra hacha, otro de ellos poseía un fuelle con pimienta en su interior, y el tercero poseía un trabuco, un arma de fuego, con un cañón exageradamente acampanado, grande y ancho
Estas 3 personas, tenían un propósito: Robar y asaltar a la gente. Me di cuenta de eso, después de trabajar arduamente en mi campo todo el día regresando de noche, una sexta luna del mes de Noviembre, vi otra diligencia que se alejaba del campo para volver al pueblo, aproximadamente a las 11:30, cuando salieron de un alto cultivo de maíz aquellos bandidos, los cuales fueron corriendo hacia la diligencia que, desafortunadamente se encontraba algo cerca de la mía. No hicieron nada más que asediarla, hasta que precedieron a atacar.
Primeramente, se acercaron lo suficiente para que el sujeto que tenía el hacha, destrozara las ruedas, introduciendo el arma entre los postes de las mismas. Así cada fuerte poste de madera, seria cortado por el filo de tal gran hacha de doble cabeza. La diligencia caía sobre sus ejes...
Para que la carreta no se descontrolara al hacer esto, el sujeto del fuelle con pimienta disparó el polvo sobre los caballos, haciéndolos parar, por lo tanto, la diligencia se detenían completamente, los caballos estornudaban y relinchaban fuertemente. Los pasajeros se llenaban de temor, pensando que había pasado...
Y el tercero, subió a bordo de la diligencia y amenazó apuntando a los pasajeros, los bajó de la carroza y entró, mientras el sujeto del hacha los amenazaba para que no se dieran a la fuga, el tipo del fuelle detenía a los caballos por las riendas. El hombre que se encontraba dentro de diligencia, buscaba cualquier cosa, por ejemplo, había muchos casos en los que ellos habían sacado bolsas enteras de oro y riquezas, otras veces, simplemente, se quedaban con las cosechas y siempre lograban una "ganancia".
Después de hacer todo eso, teniendo a las personas bajo su poder, el hombre que poseía el trabuco disparó a diestra y siniestra contra los pasajeros de la diligencia, tomaron los cuerpos que yacían en el suelo, exclamando un idioma, tal vez así como un dialecto escandinavo, profesaban risas y burlas hacia los fallecidos y lo único que yo podía hacer era cuestionarme que significaban tales extrañas palabras...
Finalmente se llevaron el botín en sacos y en cofres, e incendiaron la diligencia por completo con algunos cuerpos adentro, aquellos cadáveres que no pudieron llevarse. En este caso, no obtuvieron mucho con su atraco, debido a que esa diligencia no llevaba nada más que algunos frutos que los fallecidos habían bajado de unos árboles. Yo veía que el sujeto del fuelle, llevaba los costales con los frutos, y los hombres del hacha y del trabuco se llevaron los cadáveres en los cofres y cajas de los desafortunados dueños de la diligencia que yo veía quemándose...
Ellos se dieron a la fuga, se fueron caminando muy lentamente hacia algún lugar que yo desconocía; por ello mismo, escondí mi diligencia entre mis maizales y decidí seguirlos hasta donde ellos fueran, tomando mi distancia, para no ser descubierto.
En un determinado punto, note una extraña casa sobre una montaña, donde supe que ellos entrarían, me subí a un pequeño monte colindante para esconderme y ver qué harían con dichos cuerpos. Ellos subían por escalones de piedras por un lado del acantilado, a tal altura donde búhos volaban a su lado justo antes de llegar a su guarida. Una vez que llegaron, yo no hice nada más que esperar a que volvieran a salir, pasaron horas y horas, hasta que salieron, me imagino para cometer su siguiente ataque. Los vi irse hasta que los perdí de vista en el horizonte y me metí dentro de su morada, donde la casa, era realmente la entrada a una cueva, todo por adentro no era nada más que un hueco de estalactitas y estalagmitas de color negro. En un fragmento de la caverna estaban sus riquezas, oro, plata, joyas preciosas, comida, cosechas, etc. Pero decidí ver qué era lo que se encontraba más allá, así que fui caminando hacia el fondo de la cueva, donde observé los cofres donde transportaron los cuerpos, estos estaban abiertos. ¿Dónde se encontraban esos cuerpos?
Después encontré un gran hoyo, profundo y ancho, donde vi tirados los cuerpos y una gran tapa de piedra a su lado. Salí de ahí como de rayo de ese infierno oscuro. Temiendo por mi diligencia, corrí fuertemente hacia ella; ya era demasiado tarde, aquellos bandidos robaron mi fortuna, y esta vez no incendiaron mi carroza, sino que se la llevaron completamente. No tengo ni idea como la encontraron debido a que le pedí a mi hijo que se llevara los caballos a casa, la diligencia, que estaba dentro del campo, había sido ingresada por una entrada con curvas ciegas, donde, desde ningún punto se lograba observar, era como un laberinto entre los cultivos.
Pero, ¿Cómo se la llevaron si no tenía caballos? Me imagino que asaltaron otra diligencia, donde, tomaron los caballos, incendiaron dicha diligencia, la cual, sospecho que por el tiempo transcurrido seguiría ardiendo en un punto lejano del lugar y ataron esos caballos a mi diligencia y se la llevaron. Me fui de ahí, caminando con cuidado y en silencio, tratando de aceptar la situación hasta que llegué al pueblo, estando a salvo... Nadie podía hacer nada contra aquellos bandidos. Todos les tememos, no podemos hacer nada más que esperar que se hiciera justicia hacia ellos, esperar que sean descubiertos en uno de sus actos de fechorías, o simplemente, aceptar su existencia y darnos cuenta, de que en este pueblo hay terribles y malos forajidos de los cuales no se puede saber su siguiente golpe, nadie puede anticipar que acción tomaran entre manos esos misteriosos hombres...