Setenta y cuatro

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Setenta y cuatro: Las bolitas de papel que llegué a hacer.

El tiempo pasaba lento, parecía que la media hora de trabajo de Taylor jamás acabaría y aún peor, mi madre estaba a mi lado.

No sabía si debía sentirme agradecida de que no reconociera a su propia hija o si debía sentirme mal por ello, mientras miles de opciones pasaban por mi cabeza, comencé a hacer bolitas de papel con las servilletas. Fueron setenta y cuatro.

Quería hacer y decir tantas cosas, como levantarme y tirarle mi café encima de su ropa e irme sin más, o preguntarle "¿por qué? ¿por qué no fui suficiente para ti? ¿por qué me abandonaste?" pero no me sentía con la suficiente fuerza para soportar la verdad, no de ella.

Así que continúe esperando, mamá sacó una libreta vieja y comenzó a escribir, parecía inmersa en su mundo, y dolió como el infierno ver que yo no era parte de ese mundo.

Desde su llamada, meses atrás, no había sabido nada de ella, no había vuelto a llamar y yo no le había contado nada a papá.

Fingí que todo había sido un mal sueño, pero ahí estaba ella frente a mí para recordarme que yo no era más que una mentirosa.

El tiempo acabó, Taylor salió de trabajar, se paró frente a mí con una sonrisa tratando de ser real.

Yo puse el dinero sobre la mesa de todas las tazas de café que bebí y contuviendo la respiración, huí de mi madre... O casi.

― Ay, espera, Alissa ―dijo Taylor a unos pasos de la salida―, he olvidado algo, ahora vuelvo.

Cuando ella dijo mi nombre, mi madre levantó la vista hacia mí y su rostro cambió, era una mezcla de duda (¿podría ser realmente yo, su hija?) y vergüenza (si fuese yo... Debía sentir vergüenza por lo que había hecho).

―¿Alissa? ―preguntó mirándome a los ojos.

Yo no aparté la vista, me sentí fuerte, valiente.

Taylor volvió y de inmediato se percató de que algo no iba bien.

―¿Eres tú, hija? ―se puso de pie con la intención de acercarse a mí.

―Si usted considera su hija a alguien que abandonó de pequeña sin razón y jamás mostró interés en ella... Sí, yo soy su hija, señora, pero usted no pretenda que la considere mi madre, porque ese nombre lo desechó en la basura hace mucho tiempo.

Y me fui de ahí, abandonándola como ella había hecho conmigo.

99 cigarrillos, 1 beso © #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora