Ochenta y dos

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Ochenta y dos: Las veces que la manecilla grande se movió. 

Era un completo desastre. 

Quería llorar hasta secarme.

Quería quedarme encerrada en mi habitación hasta morir.

Quería...

Pero llorar no resolvería nada. Ni lo tuyo. Ni lo mío. Ni nada.

Y quedarme en mi habitación no podría ser una opción.

Veía el reloj en mi muñeca mover sus manecillas. Tic. Tac. Tic. Tac.

Escuché a mi padre llegar tiempo después de que Callum, pero ni yo salí a recibirlo ni él vino a saludar. 

Ambos estábamos llenos de mierda.

Sin cambiarme de ropa y con el maquillaje corrido, me metí a la cama, me oculté bajo las sabanas, y me quedé dormida. 

Nada estaba bien. Y no sabía por cuanto tiempo podría seguir con todo.


Nota de autor:

¡Hey! ¿Por qué estoy publicando en plena madrugada? :) La uni no me deja ni dormir (literal), pero he decidido mandar todo al demonio y ponerme a escribir que es lo que amo, jajajaja, así que bueno... Seguiré con esta historia, quizá suba dos más hoy... Me siento inspirada ;) y bueno, había querido mostrar desde hace tiempo que Call era todo menos perfecto, y que a veces las historias no sólo cuentan historias lindas donde la chica se enamora del popular y éste es guapo, rico, "su salvación" y bueno, también agresivo o un maldito y la chica se cree todo lo que el tipo dice, y el amor lo vuelve bueno cuando llega el momento y todos son felices por siempre... El amor puede volvernos monstruos, tanto si lo tenemos como si no. 

Ahora, Lau se despide, chicas, chicos, gracias por todo. Los amo. 

Y digan no a las relaciones enfermizas. 

Besos.


99 cigarrillos, 1 beso © #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora