Cincuenta y ocho

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Cincuenta y ocho: Un número más dentro de nuestra historia.

Salí corriendo de casa al ver lo que pasaba con la esposa de mi padre, no sé si me escuchó o no.

No me importaba, sólo podía pensar en que ella me había hecho pasar por un infierno desde el día en que había llegado y papá no creía nada de lo que decía justificandose con algo tonto y estúpido que había empezado a odiar:

Amor.

Él la amaba... Y a mí igual, pero algunas veces sentía que no tanto como a ella.

Mandé todo al carajo, regresé a casa y subí las escaleras corriendo, abrí la puerta de su habitación de un tirón, al parecer no me habían escuchado antes porque ellos continuaban como si nada.

Tomé una foto rápido de lo que hacían y grité.

―¡Tienen los dos cinco minutos para salir de aquí!

―¿Alissa? ―la voz de ella era desconcertada, su mirada le delataba.

Los dos se separaron, yo conocía a ese hombre, lo había visto quizá un par de veces en la ciudad.

Comenzaron a vestirse apresuradamente, y su amante, en cuanto pudo salió corriendo escaleras abajo, lo único que pensé de él fue "¡vaya, algunos hombres son verdaderamente valientes y leales!".

La esposa de mi padre se acercó a mí con paso torpe, jamás la había visto así, parecía una persona totalmente diferente, había lágrimas (falsas) en su rostro, sus manos temblaban, y sus rodillas parecían de gelatina con cada movimiento.

―Tu padre...

―Cállate y vete. Yo le explicaré todo cuando llegue.

―Yo lo amo.

―¡Ja! ―mi rostro cada vez estaba más enrojecido, la sangre ardía―. ¡No seas una perra! Vete ya.

Y juntando lo que pudo en su bolsa de mano, por fin se fue.

Jamás me había sentido tan orgullosa de hacer algo.

99 cigarrillos, 1 beso © #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora