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Ochenta

Ochenta: Los minutos que él me esperó.

Venía de regreso de tu casa cuando vi el auto de Callum frente a la mía, por un momento no supe qué hacer. Sentí mi sangre congelarse cuando él se bajó de su camioneta negra y caminó hasta mí, yo traté de mostrar una sonrisa, lo cierto es que, si últimamente nos habíamos distanciado porque Call no quería que pasara tanto tiempo contigo, Mika, yo lo quería a él, de verdad, y él me quería a mí, y eso era lo importante ¿no?

Yo lo quería a él...

Él me quería a mí...

¿Qué más podía importar?

Cuando se paró frente a mí y la colonia pesada que siempre usaba llenó mis pulmones mi mente quedó en blanco, su entrecejo estaba arrugado y las venas en su cuello estaban hinchadas. 

―Llevo más de una hora aquí esperando por ti... ―dijo él cruzándose de brazos.

―No sabía que vendrías ―respondí de inmediato, él no podía culparme por algo así.

Y cuando hablé él comenzó a reírse sin parar, pero su risa no era linda como antes me lo pareció, sino que esta vez sonaba ofensiva.

―Por supuesto que no sabías, ¿sabes por qué, Alissa? ―preguntó aún entre risas―. Porque no contestas mis mensajes, ni mis llamadas, nada. Y siempre estás con él ―soltó al último―.¿Acaso no sabes quién soy yo? ¿Qué te puedo hacer? ―se acercó más a mí hasta deshacerse de la distancia que nos separaba, su respiración era rápida, ya no reía.

Esa era la primera vez que de verdad sentía que él podría ser mucho peor que su hermana. 

Di un paso atrás y lo miré a los ojos. Me sentí tan pequeña a su lado. Me sentí como si no pudiera hacer nada en su contra.

―Call... Yo... ―no encontraba las palabras adecuadas, ¿qué podía decir? No podía arruinar todo lo que había hecho, debía recordar mi plan, debía recordar lo que yo era antes y lo que era ahora―. ¿Podemos hablar adentro?

Aceptó y entramos. Y estuvimos solos. Y ojalá me hubiera quedado callada. Ojalá no lo hubiera invitado, porque hacerlo era como dejar pasar al demonio mismo.