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Cincuenta y dos

Cincuenta y dos: Los pasos que debía dar.

Mis zapatillas hacían eco entre los pasillos, aún continuaban viendome al pasar, como si fuera alguien famoso o incluso peligroso.

Cincuenta y dos pasos faltaban para llegar al baño y cuando lo hice me odié unos segundos.

Jenna y sus idiotas estaban dentro frente a los espejos, dejaron de hablar en cuanto me vieron y más por la costumbre que otra cosa, mi piel se erizó.

Tenía miedo, podría haber cambiado mi ropa, e incluso lo demás pero el miedo, esa vocecita en la mente que me gritaba que estaba en peligro, seguía conmigo.

―Hola ―susurré a medias tratando de entrar a algún cubículo. Y a escasos centímetros de lograrlo...

La mano de Jenna rodeó mi brazo y me detuvo.

―Alissa... ―sus ojos se clavaron en mí y luego me recorrieron de pies a cabeza―. Quiero hablar contigo.

―No creo que...

―No fue pregunta. Lo haremos.

"No fue pregunta". Cosa número uno que tenía que aprender, no preguntaría ya nada, si lo quería, lo tendría.

Tenía tanto por aprender y Jenna sería una buena maestra. Sólo que yo sería mejor que ella... O peor.