Capítulo 27.

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Mientras el mismo mesero al cual le pedí la Coca-Cola para Camila minutos atrás, traía las cartas del menú, Austin le decía a Camila lo mucho que la echaría de menos, pero que sin duda alguna seguirían siendo amigos siempre y cuando ella quisiese.

Giré mi vista por todo el lugar, y fue lo peor que pude haber hecho, pues me molesté más. Todas las miradas estaban en Camila ¿acaso ella no se da cuenta de lo sexy que se ha puesto esta noche y que todos están que se la comen con la mirada? Me incluyo.

—Con permiso —dije, al mismo tiempo que me levantaba de mi asiento.

—¿Adónde vas? —preguntó Austin, prestándome atención.

—Al baño —solté sin gracia.

Camila se puso de pie.

—Oh, te acompaño.

—Mujeres tenían que ser —escuché a Austin decir aquello, y sin decir más, seguí mi camino en dirección al baño, sintiendo los pasos de Camila detrás de mi, era tan agonizante escuchar el ruido que hacían sus tacones al golpear el piso.

Una vez estando en él, dije:

—Bien, ¿no ibas al baño?

—Si no me equivoco, ya estoy en el baño —respondió con una sonrisa burlesca en su rostro.

Entrecerré los ojos.

—Me refiero a eso —señalé uno de los cubículos.

—Eh, no —dijo con simpleza, observándose en el gran y limpio espejo del lugar—. ¿Y tú? ¿No venías a eso? —imitó mi tono de voz y gesto, ahora mirándome a través del espejo.

Negué.

—Tampoco —me apoyé de la pared con los brazos cruzados. Ella en un solo movimiento colocó gran parte de su cabello en un solo lado, dejando así su espalda descubierta para mi, tragué saliva con dificultad. Contemplé su piel, y sólo con verla puedo sentir lo suave que es, quiero tocarla, pensé. Divisé algunos lunares esparcidos por la piel de su espalda, si duda besaría cada uno de ellos, justo en cada lugar donde los tenga. Luego fijé mi vista en su perfecto trasero por unos segundos, Dios, también quiero besarlo—. No me gusta la forma en la que ellos te miran —solté sin siquiera pensarlo.

Se echó a reír, y se dio vuelta hacia mi, recostándose de los lavabos.

—¿Qué?

—Lo que escuchas, no me gusta la forma en la que ellos te miran —repetí seriamente, a lo que ella dejó de reír

—¿Acaso no te das cuenta que ellos te miran igual o peor que a mi? —reclamó indignada.

Fruncí el ceño, por supuesto que no. ¿Cómo iba a darme cuenta si mis ojos han estado literalmente encima de ella todo el rato que llevábamos en este restaurante?

—En tal caso, yo podría decir lo mismo —se encogió de hombros—. No me molesta que te miren, porque pensándolo bien ¿quién no te miraría? Eres preciosa, lo que me molesta es la forma en la que lo hacen, es como si fueses un pedazo de carne y ellos se estuviesen muriendo de hambre. Simplemente tú no mereces ser mirada así —finalizó, mirándome fijamente desde la distancia.

Parpadee un par de veces rápidamente tratando de encontrar una respuesta la cual esté a la altura de la suya, pero de mi no salió nada.

Sólo la miraba en silencio y viceversa.

—Bueno, supongo que al salir por esa puerta tendremos que seguir lidiando con esas miradas indeseadas ¿no? —preguntó con un tono divertido y asentí.

Al Aire. (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora