Capitulo 18 Una Vieja Amiga

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Mariana Mccolman

La alarma sonó y la apagué, me levanté, tomé una ducha, busqué un cambio que fuera apropiado para el caluroso día decidiéndome por un short de mezclilla y un top amarillo. Bajé a desayunar, al terminar cepille mis dientes y enjuague mi rostro, subí nuevamente a la habitación y peine mi cabello, lo dejé suelto y me coloqué un poco de maquillaje y bajé finalmente decidida a encontrarme con los sermones de Itan.

Pero para mi sorpresa no estaba lo cual se me hizo muy extraño.

—¡Itan!—grité pensando que estaba en algún rincón de la casa.

Al no obtener respuesta decidí subir a su habitación, toqué la puerta pero no abrió, volví a tocar pero no abrió.

Esto es muy extraño, ya debería estar despierto.

—abre la puerta—ordené tocándola mas fuerte y decidí abrirla yo misma. Lo bueno de que sea un idiota y no ponga seguro.—levantate holgazán—comencé a moverlo.

—dejame en paz—tapó su rostro con una almohada.

—llegaremos tarde por tu culpa—siempre quise decir eso.

—yo no pienso ir.

—¿¡Que!?—pregunté alterada—¿como que no piensas ir?

—no quiero ir—susurró.

Esto si que es extraño, entiendo que no le gusta la escuela pero nunca falta.

—pero tu nunca faltas.

—pero hoy no iré.

—¿y como se supone que me iré?—pregunté llevando mis manos a la cintura.

—no tengo idea.

—eres un tonto, ¡Levantate ahora mismo!—ordené.

—¡No!

—yo no pienso faltar—me crucé de brazos y se acomodó sentándose para mirarme.

—no se si sepas que existen autobuses.

—¿¡Que!?—pregunté indignada—¡Un autobús!—exclamé—ni loca tomaré un autobús.

—existen los taxis.

—no voy a subirme a un taxi, están llenos de gérmenes y..

—entonces no vayas—dijó entre dientes.

—prestame las llaves del auto.

Cogió algo de la mesa que tenía su lado y me lo extendió—ten—miré su mano la cual contenía las llaves.

El jamás me daría las llaves del auto, primero preferiría levantarse antes que darmelas, esto no esta nada bien.

—¿t-t-te sientes bi-bien?

—ya vete de aquí—ordenó.

—que carácter—murmuré sin coger las llaves y salí de su habitación.

No me queda de otra, tendré que caminar.

Durante el camino iba quejandome sobre el maldito hermano que tenía hasta que observe como una moto se estacionaba a mi lado. Miré al hombre que estaba sobre ella, su apariencia era de veinticinco años.

—¿quieres que te lleve a algún lado muñeca?—preguntó.

—no—respondí y seguí caminando, arrancó y llevó la moto por mi lado.

—vamos te llevo en mi moto.

—ni loca me subo a una de esas cosas—susurré.

—te conviene nos vamos a divertir.

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