CAPÍTULO DOS.

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La hora había llegado y no podía estar más nerviosa. Amaris había acudido a mi habitación un rato antes de la reunión para explicarme un poco el carácter de los miembros de la Torre. Aunque me había quedado claro, que debía saludar con una inclinación de cabeza leve y con una sonrisa; hablar sólo cuando me preguntaran y no asustarme de lo que sintiera en el ambiente, algo que no había logrado entender.

Me había conducido escaleras abajo, por el mismo camino que había tomado el día anterior para ir a la biblioteca, con la diferencia de que nos habíamos detenido antes, cogiendo un pasillo que giraba a la derecha para llegar al gran salón.

Cuando Amaris abrió la puerta, una ola de sentimientos me invadió dejándome completamente confundida. Conocía la sensación en mi cuerpo que notaba cuando veía a Amaris, el afecto; y la de la única vez que vi a Fortis, fuerza. Pero había muchas sensaciones nuevas: guerra, destreza, humildad, alegría, sensualidad...El cúmulo de todas ellas, me sobrepasaba. Nunca había sentido nada igual.

En el interior del salón había una enorme mesa rodeada por sillas, casi todas ocupadas. Había al menos, cuatro hombres (entre los que se encontraba Fortis, mirándome de la misma manera que el día anterior) y cinco mujeres (entre los que estaba Trudis, escrutándome con la mirada).

Avanzamos despacio hasta llegar al extremo opuesto de la mesa. Amaris ocupó el lado que presidía y me indicó que me sentara a su derecha. Obedecí sin rechistar.

—Bienvenidos, hermanos. Primero que todo, quiero presentaros a nuestra invitada. Se llama Lucy y viene del mundo de los humanos. Quiero pediros, que antes de hablar, os presentéis. —rompió el silencio Amaris. Todos posaron sus ojos en mi y aunque mi primer impulso fue agachar la mirada, recordé lo que me había dicho la Ángelus y les sonreí a la vez que inclinaba la cabeza. Obtuve la misma respuesta por su parte.

—Un placer —dijo un joven rubio, bajito y extremadamente musculado que se encontraba sentado en el extremo opuesto de la mesa. —Soy Bellus. Y quiero saber que clase de criatura es ésta chica.

—Yo también —aseguró otro hombre. —Soy Dexter —dijo inclinando la cabeza hacia mi.

El resto de comensales, asintieron a su vez con la cabeza.

—No sabemos de que se trata. Fortis y yo creímos que sería una Aliena, pero si lo hubiera sido, mi pinna la habría reconocido y no fue así.

—La pinna, ¿no lo sabe? —preguntó una mujer alarmada.

—No, Humili. Se que es extraño y por eso había pensado en hablar con los Señores. —dijo Amaris sin demostrar inquietud en sus palabras.

Todos parecían estar de acuerdo, excepto Fortis. No había mostrado ningún tipo de emoción desde que aquella reunión había empezado.

—Hagámoslo entonces —aseguró la mujer sentada a la izquierda de Amaris.

Sin más dilación,todos se pusieron en pie y sacaron sus pinnas y sus fuentes. A la vez, como si de una oración se tratase, comenzaron a pronunciar unas palabras, que una vez más, no logré entender.

Obsecro, domine mi. Dic agedum nobis,

quia nos illuminet tenebras lux dubias.

Cuando estaban terminando de recitarlo por segunda vez, la estancia comenzó a vibrar violentamente y no pude evitar soltar un gritito. Algo que me hizo recibir varias miradas de desaprobación. Poco a poco, la vibración fue cesando hasta mantenerse en un nivel bajo. Todos se encontraban con los ojos cerrados y alzando las manos.

Qua disputatione habet habetis cor vestrum? — sonó de repente una voz, ronca, demasiado ronca. No pude evitar mirar hacia todos los lados, sin encontrar a su dueño. Inmediatamente comprendí que debían de ser los Señores, que se les oía pero no se les veía.

La pinna dorada    Torre de Praesidium I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora