CAPÍTULO DIEZ.

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— ¿Qué pasa, Fortis? ¿Nos atacan?  —pregunté alarmada. Por instinto, coloqué la mano sobre mi lapis, lista para lo que viniera. Sin embargo, el joven negó con la cabeza.

—Ven, corre. Tienes que ver ésto —dijo con voz entrecortada debido a la carrera. Me agarró de la mano y tiró de mi con brusquedad para obligarme a correr detrás de él. No tardé en soltar su mano, corría demasiado rápido para mi y me quedé rezagada. Casi lo pierdo de vista pero al fin, conseguí seguirlo.

Cuando llegamos a dónde el quería, me quedé estupefacta. Estábamos en una zona del bosque donde la vegetación era más densa de lo normal. Había dos árboles enormes, unido uno a otro mediante sus ramas y raíces. Era imposible pasar entre los dos o eso me pareció, hasta que Fortis me señaló con el dedo a dónde debía de mirar.

—Ahora mira allí y concéntrate Lucy, cómo te hemos enseñado —me dijo suavemente, pero no había terminado de decir sus palabras y yo ya lo había visto. Si te fijabas bien, en medio de esos árboles había una especie de puerta de madera que, a simple vista, no parecía tener nada de raro, si no fuera por la luz que la rodeaba. Iba a preguntar de qué se trataba, cuando caí en la cuenta.

—Un portal... —susurré sin poder ocultar mi emoción.


TORRE DE PRAESIDIUM...

—Me alegro de que al final hayáis accedido. Estoy segura de que algo raro pasa —aseguró Trudis con tono preocupado.

—Sí, quería dar un día de margen. Ya sabes, no me gusta ponerme en lo peor antes de tiempo. Pero no han llegado. — Amaris también estaba empezando a preocuparse.

— ¿Has vuelto a intentar comunicarte con ellos? — La Ángelus asintió de inmediato.

—Si Trudis, pero no obtengo respuesta. No sé si Fortis me está ignorando, o será que les ha pasado algo. De todas formas, ya he dado instrucciones. Mañana al alba, partiremos.

— ¿Y a dónde iréis primero? —preguntó la sirvienta alterada.

—La última vez que hablé con ellos se encontraban en la aldea de los Aliena más próxima, yo misma les ordené que la abandonaran de inmediato. Empezaremos por allí y si no los encontramos, tal vez alguien sepa decirnos hacia dónde se fueron.

— ¡Oh, Señores! Que los niños estén bien —suplicó Trudis con los ojos empañados en lágrimas. En respuesta, Amaris se acercó a ella y la rodeó con sus brazos.

—Tranquila Trudis, les encontraremos. Bellus, Dexter y yo partiremos cuánto antes. Debes atender a Humili, a Beati y a Insi en nuestra ausencia. Ellas se quedarán para que la Torre no quede desprotegida. — Ambas asintieron a la vez, para convencerse a sí mismas de que todo saldría bien y de que en poco tiempo, todos volverían sanos y salvos.

A los habitantes de la Torre les llevó casi toda la noche prepararlo todo, pero ya estaban listos. Después de unas cuántas despedidas dolorosas y unas cuántas lágrimas, los Ángelus partieron para encontrar a los jóvenes desaparecidos tomando como primera parada, la aldea Aliena.


EN ALGÚN LUGAR DEL BOSQUE...

— ¿Te ha quedado claro cómo se utiliza? Si queremos cruzar los dos a la vez, sólo hay esta manera, Lucy. Asentí por enésima vez para que quedara claro, lo había entendido a la perfección. Fortis había decidido que antes de cruzarlo, deberíamos descansar un poco.

Con los primeros rayos de sol, me despertó. Habíamos dormido muy poco pero tenía que explicarme cómo funcionaba el portal. Ambos, debíamos introducirnos a la vez, en contacto físico el uno con el otro y pensar rápidamente a dónde queríamos ir. El portal captaría nuestro pensamiento rápidamente, y cuando eso sucediera, debíamos pronunciar las palabras "Ángelus Viatori". Mi compañero estaba muy nervioso y me había repetido mil veces lo que debía hacer. Y sin más dilación, nos cogimos de la mano, cruzamos una última mirada para demostrarnos que estábamos listos y atravesamos el portal. Al unísono, como si de uno sólo se tratase y con la entrada de Tenebris en nuestra mente, gritamos:

¡Ángelus Viatori!*

El suelo desapareció debajo de nuestros pies y caímos en lo que parecía un pozo sin fondo. A una velocidad de vértigo que no tardó en marearme. Todo me daba vueltas y mi estómago se estaba resintiendo, pero antes de que pudiera vomitar, perdí la consciencia.

 Fortis me despertó, me estaba zarandeando bruscamente, algo que no me ayudaba con el mareo que todavía tenía. Abrí los ojos y lo miré confusa, en respuesta me sonrió.

—La primera vez no es agradable, si repites la experiencia te acabas acostumbrando —dijo muy seguro aunque yo lo dudaba, era horrible esa sensación. Me había quedado claro que a partir de ese mismo momento evitaría los portales todo lo que pudiera. Me levanté a duras penas pero no tardé en recomponerme.

— ¿Y ahora qué? —pregunté con desgana.

—Estamos a unos diez minutos de la aldea. A partir de aquí, debemos ser silenciosos y prestar toda la atención posible a lo que pasa a nuestro alrededor. ¿Entendido? —preguntó mirándome con intriga.

—Entendido. ¿Y una vez allí? —pregunté. La verdad era que el miedo estaba acudiendo a mi con gran velocidad.

—Usaremos mi pinna y tu lapis para una pedida, luego te lo explicaré. Cuando estemos dentro, tenemos que ser muy cuidadosos, nadie puede vernos —dijo mirando a todos lados de forma instintiva. Asentí en señal de respuesta.

Cuando nuestra marcha continuó, no pude evitar fijarme en mi alrededor. Toda la vegetación verde y alegre había desaparecido junto con sus flores. Lo que nos rodeaba, no eran más que caminos completamente secos, y los pocos árboles que había, se encontraban con las ramas peladas y sin vida. Habíamos pasado de un paisaje verde y lleno de luz, a uno oscuro, gris y frío. No me cabía duda de que cada vez estábamos más cerca de Vindi y sus esbirros. 


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*¡Ángelus Viatori! --> Ángel viajero.

La pinna dorada    Torre de Praesidium I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora