CAPÍTULO CATORCE.

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Me intrigaba saber que habrían visto en los recuerdos del mensajero, pero ya tendría tiempo de preguntar. Primero quería aclarar algo con Fortis.

— ¿Puedo pedirte algo? — El muchacho se levantó de inmediato.

—Lo que quieras, Lucy. ¿Qué necesitas? — No pude evitar sonreír ante su disposición.

—No vuelvas a hacerme lo que me hiciste. Si yo estoy contigo, lo estoy para todo. Te pido por favor que no vuelvas a decidir por mí. — Mi voz sonó más seria de lo que pretendía pero quería hacérselo ver. El Ángelus tardó unos segundos en comprender a qué me refería.

—No te enfades, sólo quería protegerte. Si te hubiera pasado algo, yo... — Le temblaba la voz.

—No estoy enfadada, sólo te estoy pidiendo que no lo vuelvas a hacer. Hubiera preferido morir contigo, que continuar mi camino sin ti. — Al momento me arrepentí de lo que había dicho. ¿Habría mostrado demasiados sentimientos? Enrojecí sin darme cuenta.

—Eso ha sido muy bonito —susurró. —Y yo pienso lo mismo —dijo acercándose a mi de nuevo. Le acaricié la mejilla de su cara suavemente, bebiendo del momento, de su piel... suave y dura a la vez. Él recibió la caricia con agrado y me sonrió.

— ¿No quieres saber nada sobre Menses? —preguntó mirándome con picardía, a la vez que levantaba sus cejas. Asentí de inmediato.

—El mensajero trabajaba para Caput. Como él, todos los aliados de los Petitmal y los Daemon, están advertidos de que buscan a una chica con tus características. Menses se dio cuenta de la fuerza que desprendías desde el otro lado de la aldea y se comunicó con Caput. Él fue quién le ordenó que hiciera ese trato con nosotros, sabía toda mi historia también, y por eso adivinó que yo iría y tu me acompañarías. Lucy, es increíble lo que está creciendo tu fuerza, la puedo sentir desde el lado más alejado de la Torre, aquí estás en peligro —dijo con tono preocupado.

—Pero... ¿por qué un Aliena sería aliado de un Petitmal? Son buenas personas —pregunté confundida.

—Le habían ofrecido a cambio ser el dueño de la aldea. Pudo más su egoísmo, que su corazón —dijo con pesar. Entendí de inmediato.

— ¿Y por qué mi fuerza crece?

—No lo sabemos, Lucy. Quizás venir a éste mundo haya despertado tu instinto o tus recuerdos. Amaris está trabajando en ello y dará con la solución. — Me sonrió. Últimamente lo hacía muy a menudo y era, como poco, maravilloso.

— ¿Y ahora qué haremos?

—Yo iré en busca de mi tío, tengo que volver a intentarlo. No hay recuerdos en la memoria de Menses sobre Jack, pero no puedo quedarme con la duda. ¿Comprendes? — Asentí de inmediato.

—Pues te acompañaré —dije firme y segura. El joven asintió, demostrándome que ya se esperaba esa respuesta. —Pero sólo te pido una cosa...

—Tu dirás —me dijo expectante.

—Nada de secretos. Le contaremos a Amaris nuestros planes y si se niega, encontraremos la manera de convencerla. ¿Trato? — Fortis me tendió la mano en señal de aprobación y así, quedó sellado el trato.

—Fortis... el señor de los Missionarii me contó algo sobre Jack... — Me miró con los ojos desorbitados, esperando a qué yo continuara. —Me dijo que él había sido el hombre que había llegado a la aldea. Él fue quién nos llevó a mi madre y a mi a la Tierra. Y para más detalles, me dijo que él había sido el que, mediante sus poderes, había reprimido mis recuerdos y todo lo que soy. — Esperé su reacción. Pero como no me dijo nada, me atreví a a susurrar:

—Perdón, sé que debía habértelo dicho, pero Prínceps me dijo que no estabas preparado y...

—Tranquila, estás perdonada. Pero necesito pensar sobre todo ésto y centrar mis ideas. Tampoco me vendría mal ir a mi cama, llevo tres días durmiendo en una silla y necesito descansar, al igual que tú. Duerme, ¿vale? Mañana nos vemos.

Sin desearme siquiera las buenas noches, se fue cerrando la puerta tras de sí. No sabía si se había enfadado conmigo por ocultarle información o simplemente, necesitaba asimilarlo. Lo que si sabía era que me encontraba cansada y no tardé mucho en dormirme de nuevo, soñando con Fortis sentado a mi lado, velando mi sueño.

Mi recuperación estaba siendo lenta, pero avanzaba. Ya podía mover la pierna con total facilidad, pero el problema venía cuando intentaba apoyar mi peso sobre ella. Fortis y yo habíamos hablado con Amaris un millón de veces para que nos dejara llevar a cabo nuestro plan, pero se mostraba reacia.

Por su parte, Fortis iba a verme todos los días, nos llevábamos bien y disfrutábamos de la compañía que nos proporcionábamos el uno al otro. A ratos, nos reuníamos con Amaris en la biblioteca para ayudarla con la investigación. Habían pasado varios días pero nadie había encontrado nada sobre mi fuerza o sobre lo que había pasado con mi colgante en Tenebris. Habían organizado turnos de vigilancia, todos temían que me encontraran, ya que mi fuerza ya se sentía en la aldea más cercana, según una pareja de Aliena que habían acudido a la Torre para contárselo a Amaris.

Y debía ser verdad, porque un par de noches antes, un Petitmal había atacado mi habitación para capturarme, por suerte, Fortis se encontraba allí y pudo terminar con él antes de que me hiciera daño o se escapara. Si la criatura hubiera huido, no tardaría en alertar a los suyos y tendríamos problemas muchos más serios que ese. Nos habíamos reunido en la biblioteca, para buscar soluciones al problema de mi fuerza.

La pinna dorada    Torre de Praesidium I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora