CAPÍTULO VEINTIDÓS.

38 9 2
                                    


Después de un par de horas leyendo, no pude averiguar mucho. Todo lo que decía sobre la pinna era que se trataba de una parte del salvador del mundo y que formaba parte de una leyenda muy antigua, nadie la había visto nunca. Casi sin darme cuenta, me quedé dormida y comencé a soñar con la pinna dorada de nuevo, tenía alas y podía volar. Desprendía un brillo cegador pero tranquilizante y era realmente espectacular y digna de observar.

Al bajar al salón para recibir mi clase con Amaris, pude ver que ella aún no había llegado, era algo extraño ya que ella nunca se retrasaba. Cuando llegué a la cocina para preguntar a Trudis acerca de su ausencia, me encontré con Fortis devorando el desayuno. El muchacho se giró al notar mi presencia y me recibió con una amplia sonrisa.

—Buenos días, Lucy. ¿Quieres un poco? —preguntó mientras señalaba su comida. Asentí y me senté a su lado para después servirme un poco de la gran bandeja repleta de alimentos.

—Buenos días. ¿Has hablado con Amaris? — Fortis negó con la cabeza y me miró sorprendido.

—No, ¿debería haberlo hecho? —cuestionó extrañado.

—Oh no, tranquilo que no ha pasado nada nuevo. Es sólo que tenía clase con ella y no ha llegado, me ha parecido extraño ya que siempre es puntual —dije encogiéndome de hombros. Fortis asintió de inmediato, como si ya entendiera a qué me refería.

—Olvidé decírtelo ayer, perdona. Amaris me dijo que había cancelado tus clases para hoy, incluida la mía. Cree que es mejor que te tomes un descanso para asimilar mejor todo ésto. — Esas palabras cayeron sobre mí como una jarra de agua fría, me había propuesto aprender cuánto antes y hoy no podría empezar. Fortis pareció notar mi decepción.

—No te preocupes, no te aburrirás. He pensado que no nos vendría mal un descanso y le he encargado a Trudis que nos prepare comida. Iremos de excursión. — Me iluminó con una amplia sonrisa.

—¿De excursión? ¿A Glacies Cremor? — No pude ocultar mi entusiasmo, que se desvaneció nada más observé el rostro de Fortis.

—No, ya sabes que no puedes ir allí. Desprendes demasiada fuerza y estás cambiando, antes de terminar de cruzar el portal ya sabrían donde te encuentras e irían a por ti. Pero esto es algo mucho mejor, iremos a un sitio que no conocemos ninguno de los dos. ¿Qué te parece?

—No se me ocurre cuál podría ser ese sitio. — Froté mi barbilla con los dedos, pensativa.

—Se trata de un bosque de aquí cerca. He oído que es hermoso y que merece la pena visitarlo pero nos llevará todo el día, así que vayámonos cuánto antes. Ve a ponerte cómoda, yo recogeré lo que nos ha preparado Trudis y partiremos. — Sin esperar mi respuesta, el muchacho salió de la cocina silbando alegremente.

Por mi parte, hice lo que me había ordenado. Subí de nuevo a mi habitación y me puse la ropa que ellos llamaban "de misión". Era de los mismos colores que la habitual, sólo que estaba formada por una sola pieza para arriba y para abajo. La usaban cuando salían a pelear o para cumplir una misión. Era cierto que era cómoda y con eso servía para pasar el día por el bosque.

Cuando terminé de descender las escaleras Fortis ya me estaba esperando con las puertas del Refugio abiertas. Llevaba la misma ropa que yo, a diferencia de que la mía cubría los brazos por completo y la de él era de manga corta. No sabía que hubiera ropa de misión diferente para hombres y mujeres. También llevaba una mochila cargada a su espalda.

— ¿Preparada? —preguntó sonriendo. Asentí de inmediato devolviéndole la sonrisa y me situé junto a él.

—Estoy lista, cuando quieras.

Y nos pusimos en camino, habíamos bordeado el Refugio y nos habíamos dirigido hacia las montañas que se observaban por la parte trasera. A medida que íbamos avanzando, la espesura de la vegetación se iba haciendo más notable y el aire era cada vez más puro. Después de casi dos horas caminando, nos detuvimos en un claro. Al mirar a mi alrededor me quedé pasmada, estábamos en un alto, como si hubiéramos escalado esas montañas y se podía ver perfectamente todo el valle que caía a nuestros pies.

Estaba verde, cubierto de vegetación y lo acompañaba un hermoso y grande río que emergía de las montañas para bañar aquel hermoso valle. El aire allí era puro, tan puro que por un momento pensé que me encontraba de nuevo en Glacies Cremor. Estar rodeada de tanta belleza y salpicada por los rayos del sol, despejó mi cabeza y me sentí mucho mejor.

— ¿Qué te parece? —preguntó mi acompañante.

—Es maravilloso, Fortis. Gracias por traerme aquí —dije dejando ver toda la emoción que me embargaba.

—Esperaba que esto te ayudase. Ayer te vi tan triste que... — Su voz se cortó de inmediato.

—No estoy triste, de verdad. Es sólo que quiero averiguar quién soy, al precio que sea. — Y estaba siendo del todo sincera. 

—Y lo sabremos, Lucy. Pero ahora disfruta de estas vistas y desconecta un poco de todo eso. Ya habrá tiempo para dar vueltas a la cabeza.

Caminamos un poco más para situarnos debajo de la sombra de un gran roble. El sol a esas horas de la mañana resultaba abrasador y allí nos encontrábamos más cómodos. La caminata nos había abierto el apetito a los dos, así que Fortis sacó una parte de lo que nos había preparado Trudis.

Me tendió una botella de agua y un bocadillo. Ambos comimos con ganas y en silencio, parecía un pecado romper el ambiente que allí se respiraba con una simple conversación. Fortis fue el primero en hablar.

— ¿Conseguiste descansar algo anoche? Si no fue así, puedes dormir un poco. La hierba te servirá de colchón. — Palmeó el suelo para demostrarme lo blando que estaba.

—Tardé en dormirme pero al final lo conseguí. Estuve leyendo un buen rato —dije sin darle importancia.

—Ya te manejas bien con nuestro idioma, ¿verdad? Te resultará mucho más fácil leer cualquiera de nuestros ejemplares. ¿Cuál escogiste? —preguntó con interés.

—Bueno, ya sabes. Esa pinna me tiene fascinada y estuve leyendo sobre ella. — Puse cara de ángel.

—Si que te ha dado fuerte. Ya te dije que no existe, es sólo una leyenda. — Aquellas palabras parecían haberme ofendido aunque no entendía el por qué.

—No importa que no exista, simplemente me gusta y me distrae. Aunque me hubiera gustado entender algo más —confesé.

—Si tienes problemas con alguna palabra que no entiendas, yo puedo ayudarte. — Se ofreció.

—No es eso, es que no pone mucho sobre esa leyenda. Me gustaría leerla entera.

—Oh, por el Ángelus. Está bien, yo te la contaré, ¿de acuerdo? —dijo entornando los ojos. 

No pude ocultar mi alegría y me senté en frente a él, mirándolo y dispuesta a escuchar todo lo que tuviera que decirme. El muchacho rió ante mi reacción y comenzó con su relato. 

La pinna dorada    Torre de Praesidium I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora