CAPÍTULO DOCE.

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En ese momento, llamaron a la puerta y apareció el hombre alto que nos había conducido hasta esa habitación.

— ¿Qué demonios quieres, Comitem? —escupió.

—No quiero molestar, Caput. Es sólo que ya he hecho lo que me ha pedido, he enviado el mensaje a Malignant —dijo Comitem tembloroso.

— ¿Y qué te han dicho? —volvió a preguntar con brusquedad.

—Mañana por la mañana estará aquí. — Y sin decir ni una palabra más ambos salieron de la habitación, dejándonos solos.

Si yo no recordaba mal, Malignant, la Torre de Malignant, era el hogar de Vindi. ¿Le habrían avisado? Me moría de ganas de preguntar a Fortis, pero seguía sin poder hablar. Mi compañero giró el cuello todo lo que pudo hasta que me encontré dentro de su campo de visión.

— ¿Estás bien, Lucy?  0151preguntó preocupado.  —Te dije que no deberías venir, ahora estás en peligro por mi culpa. — No podía contestarle, yo quería hacerle saber que él no había tenido la culpa de nada y que saldríamos de ésta. Mirándolo, le hice un gesto moviendo mis cejas de arriba a abajo y él entendió rápido mi pregunta.

—No sé que vamos a hacer. Sin mi pinna no puedo contrarrestar su pedida. No tenemos manera de soltarnos. Lo único que pido, es que no venga Vindi. Él si te reconocería. — El joven agachó la cabeza y pude ver como las lágrimas asomaban a sus ojos.

No soportaba ésto. No aguantaba no poder abrazarlo, no poder consolarlo, no poder decirle que todo saldría bien. Y la sola idea de que Vindi se nos acercara, me llenaba de ira. Una ira que no estaba acostumbrada a sentir. Durante el resto del día, nadie fue a visitarnos ni a llevarnos comida, ambos habíamos entendido que nadie volvería hasta el día siguiente.

Fortis seguía con la cabeza gacha y por más que había intentado llamar su atención, no me había mirado. Seguía sollozando, aunque intentaba que yo no me diera cuenta. De repente, el muchacho me miró.

—Lucy, les voy a llamar. Les diré que les regalo mi vida a cambio de la tuya. No saben quién eres y para los Petitmal tener una vida a su servicio, es demasiado tentador. Te dejarán ir de aquí antes de que Vindi llegue. Escúchame con atención, corre lejos de aquí y si no reconoces el camino de vuelta a la Torre de Praesidium, guíate por el sol. Busca sitios escondidos para descansar y mantente siempre alerta. ¿Está claro? — Yo no podía parar de negar con la cabeza, no iba a dejarlo sólo y si los llamaba y me sacaban de allí, me moriría. No tardé en darme cuenta de que el joven ya había levantado la cabeza y de que se disponía a llamar a Caput.

Una ola de fuerza me invadió, jamás había sentido nada igual. Por mi cabeza pasaban todos los momentos vividos con ese muchacho desde que llegué a éste mundo, toda la información acerca de mi pasado, de mi madre, de mi padre, todo lo ocurrido en la Torre. Pensé en Amaris, en Trudis, en el orfanato, en el padre Francisco, Prínceps, los habitantes de la Torre...

La ola se intensificó, y la fuerza se convirtió en ira. Una ira extrema, que no era capaz de controlar. Notaba como salía al exterior por cada poro de mi cuerpo y entonces, mi nuevo colgante comenzó a brillar sobre mi pecho y lo sentí, sentí la presencia del colgante dentro de mí, dispuesto a ayudarme en lo que necesitara, penetrando en mi corazón, hablando con mi corazón. Y él fue quién habló por mi, yo no di órdenes al colgante, ni susurré una palabra pero el colgante plateado, me entendió a las mil maravillas.

Sin entender que acababa de pasar, todo lo que había sentido, se desvaneció. Y me encontraba cansada, muy cansada. Miré a Fortis para suplicarle con mis ojos que no llamara a nadie, que si alguien tenía que morir allí, no sería sólo él. Cuando me encontré con sus ojos, me miraba de una manera que nunca me había mirado, podía sentir...admiración, incredulidad...¿orgullo, tal vez? El muchacho se levantó del suelo, mirándose el cuerpo de manos a pies, estaba suelto...¿cómo...?. Y la pregunta que se estaba formulando en mi cabeza, salió de mi boca.

—¿Cómo lo has hecho? —pregunté en un susurro. De inmediato me di cuenta de que podía hablar y de que podía moverme. Ya no tenía las ataduras de la pedida; sin embargo, mis movimientos eran lentos y pesados. Estaba muy cansada.

—¿Yo? Pero si lo has hecho tú, Lucy... —me dijo en un susurro apenas audible. No respondí, pero me limité a mirar mi colgante que se encontraba en su sitio, sin brillo. Pero aún podía sentir mi nueva unión a aquella joya. No era momento de pensar en qué había pasado, tenía que salvar a Fortis.

—Vámonos de aquí, está a punto de amanecer. — Fortis asintió mirándome con incredulidad. Rápidamente se acercó a la mesa y se colocó de nuevo su capa, pinna en mano. Y cuando se giró para tenderme mi lapis, se dio cuenta de que yo aún seguía sentada en el suelo.

—Vamos, Lucy. Hay que darse prisa. — Lo miré a los ojos, pero levantar la cabeza hasta ese punto me había costado un triunfo. Me sentía sin fuerzas, abatida.

—No puedo, Fortis... estoy demasiado cansada. No sé que me pasa —aseguré preocupada.

El muchacho me miró durante unos segundos y después de asentir para sí mismo, se acercó a mi y me levantó entre sus brazos.

—Toma tu lapis, pídela que te de fuerzas —me dijo a la vez que me tendía mi piedra. Ésta respondió de inmediato al contacto con mis dedos e hice lo que mi amigo me pedía. No tardé en notar que me encontraba un poco mejor, aunque seguía exhausta.

—Vamos —dijo mi compañero con seguridad. Todo el abatimiento que había sentido minutos antes, había desaparecido y estaba de nuevo preparado para lo que fuera.

Salimos en silencio de la habitación, con ayuda de su pinna. Recorrimos el pequeño local lleno de alfombras y salimos a la calle. Pero allí había un hombre, que seguramente estaba vigilando que nadie saliera ni entrara de allí y nos vio nada más atravesamos la puerta.

— ¡SE ESCAPAN! —vociferó. De inmediato, Fortis me agarró de la mano y tiró de mi diciéndome que corriera todo lo más rápido posible. La adrenalina del momento me había dado fuerzas, pero no creo que pudiera aguantara mucho.

Todo fue muy confuso. No tardamos en tener a una docena de Petitmal corriendo detrás de nosotros, entre ellos, se encontraban Comitem y Caput, nuestros captores. Nos lanzaban pedidas desde todos los ángulos y esquivarlas, estaba siendo un verdadero suplicio. No estábamos lejos de la salida de Tenebris pero nos pisaban los talones.

Mis fuerzas iban flaqueando y cuando Comitem lanzó una pedida, me alcanzó. No fui capaz de esquivar el golpe y caí al suelo produciendo un ruido sordo. Me había hecho mucho daño en una pierna, no podría seguir, pero aún había una esperanza para Fortis.

La pinna dorada    Torre de Praesidium I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora