CAPÍTULO OCHO.

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—Quiero que lo tengas, llévalo siempre contigo y te dará suerte. Y quién sabe, a lo mejor algún día te sirve de ayuda. — No entendía sus palabras pero tampoco vi la necesidad de preguntar. Me quedé unos segundos mirando mi nueva joya; se trataba de una cadena del color de la plata con un colgante al final. Era una exquisita representación de la pinna que había visto en los libros y que tanto me gustaba, también del color de la plata. Lo agarré con fuerza entre mis manos, conteniendo las lágrimas.

—Es precioso, muchas gracias —conseguí decir. Y tras unas pocas palabras más y un abrazo de despedida, me reuní con Fortis al lado del árbol.

El viaje de vuelta a la aldea, había sido muy tranquilo. No nos habíamos encontrado con ninguna criatura ni buena, ni mala. Lo que me sirvió para observar con más detalle, el bello paisaje de aquel mundo. ¡Era tan diferente a la Tierra!, su vegetación estaba excelentemente cuidada y sus flores eran maravillosas. Las había de mil formas y colores distintos, desprendían un olor magnífico y se movían, como si de manos o pies se tratara. Se respiraba un aire limpio y puro en cada rincón.

No fue necesario entrar en la aldea para buscar a Menses, porque lo encontramos unos metros antes de la entrada. Sentado bajo la sombra de un árbol enorme, nos observaba y veía como nos acercábamos con una sonrisa de oreja a oreja. Yo juraría que nos estaba esperando y que sabía que íbamos a acudir a él, aunque sabía que era imposible. Habíamos tomado la decisión, apenas la noche anterior. A media que nos acercábamos a él, la sensación de desconfianza se apoderaba de mi. Era como si estuviera rodeado de un aura negra, un detalle que no había visto la última vez que se nos acercó. No llegamos hasta el árbol, ya que el hombre, se levantó y corriendo alegremente, se acercó a nuestro encuentro.

—Sabía que volveríais. Bienvenidos —dijo mirándome directamente a los ojos.

—Dinos lo que sepas, no pararemos mucho por aquí —dijo Fortis con una voz cortante y fría. Si no estuviera de mi lado, me sentiría amenazada ante él sin duda alguna. La fuerza que desprendía ese muchacho era sobrecogedora.

—Mejor. No tengo interés en teneros por aquí. Como ya te dije, tu tío pasó por la aldea hace poco pero ya no está aquí.

—Y algo que no nos hayas dicho, por favor —dije rápidamente y sin ocultar el desprecio que sentía hacia él y, por supuesto, recalcando las últimas palabras para que se notase que se trataba de una ironía.

—Antes, debéis jurar que abandonareis la misión que os trajo desde la Torre. Que cortaréis toda comunicación con ellos. O no diré ni media palabra —aseguró con determinación.

—Prometido. Palabra de Ángelus —se apresuró a responder Fortis. El hombre posó ahora sus ojos en mí.

—Prometido —dije a regañadientes. Ya que éste nuevo plan, cada vez me convencía menos. Una parte de mí me gritaba que volviéramos a la Torre y lo dejáramos todo.

—Bien. Tu tío estuvo aquí hace apenas una semana. Pidió cobijo para una noche y provisiones para proseguir su viaje —dijo sin ocultar su alegría.

— ¿Dijo a dónde iría? —preguntó Fortis impaciente. Menses, asintió de inmediato y se acercó a nosotros, como si fuera a contarnos un secreto de Estado o algo así.

—Se dirigía a Tenebris —dijo el mensajero con malicia. No sabría decir el por qué, pero nada más oír ese nombre, una especie de escalofrío me recorrió la espina dorsal de arriba a abajo. A Fortis debía de haberle pasado algo parecido porque al mirarle, vi que se había quedado extremadamente quieto y pálido, muy pálido.

Sin dedicarnos ni una sola palabra más, Menses desapareció corriendo de allí. Si no fuera por la reacción que había visto en el Ángelus, me hubiera sentido mucho más tranquila. El joven se dejó caer en el suelo, sobre la verde hierba.

— ¿Qué diablos pasa, Fortis? ¿Qué es ese lugar? Sólo oír su nombre me produce terror —dije sin comprender. El muchacho tardó unos segundos en levantar la vista hacia mí y responderme.

—No me extraña, Lucy. Tenebris, traducido a tu idioma, significa Oscuridad. Y es el hogar de los Petitmal, allí viven miles de ellos —me dijo con los ojos abiertos como platos. Mi terror aumentaba por momentos y tras varios intentos de serenarme, caí en la cuenta de que si Jack se dirigía allí, podría estar corriendo un grave peligro. Eso, si no le había pasado algo ya.

— ¿Y qué vamos a hacer? No podemos ir allí, nos matarán nada más nos vean —pronuncié con preocupación.

—Eso no es lo que más me preocupa —aseguró Fortis. A este chico no le daba miedo nada. —Los Petitmal son peligrosos, pero no demasiado inteligentes. Lo que realmente me preocupa es que está muy cerca de Cruento —dijo pasándose una mano por la barbilla, lo que dejaba ver que estaba pensando.

— ¿Cruento? —pregunté sin entender.

—Si, Cruento. Es el hogar de los Daemon, Lucy. Y allí se encuentra la Torre de Malignant, la casa de Vindi.

No podía creer lo que estaba escuchando. Menses nos había dirigido hasta Tenebris, un lugar lleno de Petitmal, como el que casi había terminado conmigo unos pocos días antes. Y por si eso fuera poco, Vindi estaría cerca de allí. El hombre que me estaba buscando para acabar conmigo y el hombre que, posiblemente, era mi padre. Pero eso no era lo peor, lo peor era que Fortis se estaba pensando ir allí, a una muerte segura. Mi corazón latía extremadamente deprisa, los nervios estaban empezando a apoderarse de mi pero, si algo tenía claro, es que si mi compañero decidía continuar con el viaje, yo iría con él.

Mi sentido común me gritaba que me comunicara con Amaris de la manera que fuese, la contara todo lo ocurrido y esperásemos hasta que los habitantes de la Torre Praesidium fueran en nuestra búsqueda. Tenía que reconocer, que estaba considerando mucho esa opción. Pero si pensaba en Fortis... Era la primera vez que tenía una pista tan clara sobre el paradero de su tío y estaría preocupado por él. Si yo supiera que mi madre se encontraba en un lugar así, iría en su búsqueda sin dudarlo. Utilicé el mismo ejemplo que me había puesto el Ángelus la noche anterior. Tras varios minutos en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos, agarré con fuerza mi colgante y tomé mi decisión, ahora sólo me quedaba comunicársela a Fortis. Le miré directamente.

La pinna dorada    Torre de Praesidium I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora