El sonido de la puerta al abrirse, me despertó. No tardé en darme cuenta de que aún era de noche y de que era Fortis quién había entrado.
— ¿No puedes dormir? —le dije con una sonrisa en los labios.
—No, me cuesta creer que pasara todo eso hace diez años. ¿Tu cómo estás? Estaba preocupado pensando que a lo mejor no podías dormir. — ¿Había dicho preocupado? ¿Fortis no podía dormir pensando en mi sufrimiento?
—Estoy... rara. Es increíble todo lo que he vivido en tan poco tiempo. Mi madre una Missionarii, ¿te lo puedes creer?. Y yo creyéndome una niña sin padres, que había sido abandonada. —Suspiré. Fortis me miró con melancolía.
—Debe de ser duro. ¿Puedo... hacerte una pregunta, Lucy? — Asentí de inmediato, ya bastante mal me sentía por ocultarle información acerca de su tío.
— ¿Tu madre te habló alguna vez de tu padre? —preguntó con esfuerzo. De inmediato, negué con la cabeza.
—No, nunca. Tengo un vago recuerdo de que estaba muerto, pero tampoco sé si mi madre me lo dijo alguna vez o es producto de mi imaginación. ¿Por qué? — El joven meditó unos segundos su respuesta.
—Porque si tu madre tuvo un romance con Vindi y él está tan interesado en encontrarte...
— ¿Podría ser mi padre? Ya lo he pensado, Fortis. Pero Prínceps dice que ella le aseguró que no era así y además, si fuera mi padre, no querría matarme...
—Y a lo mejor no es lo que busca, Lucy. No sabemos que quiere hacer contigo, es cierto que sus intenciones no pueden ser buenas, pero a lo mejor no busca tu final —dijo extremadamente serio.
—Sabes que es exactamente lo que quiere. Amaris me dijo que si tu no hubieras llegado, ahora estaría muerta —aseguré convincente, como si estuviera segura de ello aunque, no era así.
—Puede que tengas razón. Perdóname, Lucy, no quiero liarte más —dijo sonriendo. Otra cosa de él que me fascinaba, tenía una sonrisa preciosa.
—No te preocupes, eso es casi imposible —dije en tono irónico y los dos nos reímos de mi comentario. Pero de repente, algo cambió en la expresión de Fortis.
— ¿Qué pasa? —pregunté alarmada.
—Quiero decirte algo. Cuando nos vayamos de aquí, te llevaré junto a Amaris y yo emprenderé otro viaje. — El miedo se estaba empezando a apoderar de mi.
— ¿De qué hablas? —pregunté irritada.
—Iré a buscar a Menses, el consejero de la aldea de los Alienas. Debo averiguar que sabe acerca de mi tío.
—Pero ya oíste a Amaris... — El muchacho me cortó.
—Me da igual Amaris. ¿Qué harías tú? Dime, ¿qué harías si alguien te asegura que sabe algo del paradero de tu madre? — No pude contestar aunque la respuesta era evidente. La amargura en su voz me destrozaba por dentro, estaba sufriendo un tormento.
—Tienes razón, yo iría —reconocí. —Así que, está bien. Yo iré contigo. — Me miró estupefacto.
—No, Lucy. Tu te quedarás en la Torre con Amaris.
—De eso nada, tu me has acompañado en todo momento. No tenías por qué hacerlo y aún así, aquí estás. Estoy muy agradecida contigo por todo lo que has hecho por mí y no voy a dejarte ahora. Iré a donde tu vayas —dije con firmeza. El muchacho sonrió y se acercó hasta quedar sentado frente a mi.
—Gracias, Lucy. Has devuelto un rayo de luz a la oscuridad que me rodeaba. No pensé que nadie pudiera conseguirlo, pero tú... — De repente, dejó de hablar para acercarse más a mi. Nuestros ojos se encontraban frente a frente durante lo que me pareció una eternidad; para después apartarse lentamente.
Se quedó sentado conmigo en la cama, estuvimos mucho tiempo charlando. Su infancia había sido un auténtico entretenimiento comparada con la mía: siempre igual y aburrida. No se en qué momento, nos quedamos dormidos.
La mañana había transcurrido tranquila, nos habíamos levantado bastante entrado el medio día y estábamos solos en la casa de Prínceps. Volvimos a repasar la historia que acabábamos de descubrir un par de veces y nos dimos cuenta de que, cada vez que pensábamos en ello, nos asaltaban nuevas dudas y nuevas piezas de un puzzle que no encajaba.
Por un lado, estaba la identidad de mi verdadero padre. Yo sabía que Fortis creía que se trataba de Vindi y cuántas más vueltas le daba, más me convencía de que podría tener razón. Por mi mente, también pasaba el papel que jugaba el tío Jack en todo ésto y si tendría algo que ver con su repentina desaparición de la Torre de Praesidium. Me hubiera encantado compartirlo con mi amigo, por si a él se le ocurría alguna relación, pero era imposible para mí y yo lo sabía. Sin embargo, lo que más dudas nos planteaba, era qué clase de criatura era yo. Teníamos claro que mi madre era una Missionarii y lo más lógico era que yo también lo fuera, pero no era así.
Y por último, me preocupaba el hecho de no seguir las instrucciones de Amaris. Si ella se enterara de que no íbamos a volver a la Torre, nos mataría. Debíamos deshacer nuestros pasos y regresar a la aldea de los Aliena. No podía negar que la sola idea me llenaba de emoción pero, a su vez, de terror. Aquel hombre que aseguraba saber el paradero de Jack, no me daba buena impresión. Había algo oscuro en él, en su mirada... y aunque yo intentaba convencerme a mí misma de que eran imaginaciones mías alegando que si fuera así, Fortis se habría dado cuenta antes que yo, no lo conseguía del todo.
Ya lo teníamos todo preparado para partir, cuando Prínceps llegó.
—Buenos días, muchachos. ¿Habéis descansado? —preguntó con una cordial sonrisa. A lo que los dos respondimos con un asentimiento de cabeza.
—Si, hemos descansado y has sido muy amable con nosotros en todos los sentidos. Si hay algo que podamos hacer por ti... —Me apresuré a decir. Y estaba siendo sincera, sentía un agradecimiento enorme hacia aquel hombre. Gracias a él, había averiguado algo más sobre mí, sobre mi pasado y sobre mi madre.
—Sólo descubrir la verdad, Lux. — Oír ese nombre me produjo un escalofrío. No había dudado de Prínceps en ningún momento pero el sólo hecho de que utilizara ese nombre, demostraba que me había conocido muchos años atrás. Después de un corto silencio, el señor de los Missionarii, continuó.
—Y tened mucho cuidado, por favor. Todos sabemos que Vindi te anda buscando, no te dejes encontrar, muchacha —me dijo con lo que me pareció ternura. Confiaba en él, pero algo me decía que no había contado todo lo que sabía. Aunque aparté esos pensamientos rápidamente, no podía dudar ahora de aquel hombre.
Después de guardar las provisiones que Prínceps nos había preparado, llegaron las despedidas. En primero en hablar fue Fortis.
—Gracias por todo, Missionarii. La Torre sabrá agradecerte lo que has hecho por nosotros. Hasta pronto. — Y sin más explicaciones emprendió su camino, deteniéndose al lado de un árbol unos pasos más adelante. No sabría decir si quería que nos despidiéramos a solas o si era porque tenía mucha prisa de saber algo acerca de Jack. Inmediatamente, me volví hacia Prínceps.
—Estoy muy agradecida contigo y no sólo por la información que me has dado. —Tragué saliva. —También por haberme cuidado y seguido de cerca durante tantos años. Si alguna vez necesitas algo de mí, no dudes en pedirlo... — El hombre parecía emocionado, si que era verdad que a los Missionarii les gustaba saber que habían cumplido con su trabajo. Y por otro lado, sin tener explicación, me costaba despedirme de aquel hombre. Me miró directamente a los ojos y posó sus largas manos sobre mis hombros.
—Ve con los Señores, Lux. Cumplirás tu misión y sabrás quién eres. Ten cuidado, que quiero volver a verte sana y salva —me dijo con una sonrisa. Después sacó algo del bolsillo de su pantalón y me lo enseñó: —Es un amuleto —me dijo mientras colocaba la cadena alrededor de mi cuello.
—Oh, no tienes por qué hacerlo —dije con lágrimas en los ojos. No estaba acostumbrada a que me trataran así.
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La pinna dorada Torre de Praesidium I.
Fantasy¡¡HISTORIA PENDIENTE DE EDICIÓN!! PRIMER BORRADOR COMPLETO En un orfanato, al norte de España, Lucy es testigo de un brutal ataque por un ser muy extraño para ella y para todo lo que conocía hasta el momento. Un extravagante muchacho de ojos naranja...