CAPÍTULO TRECE.

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— ¡CORRE FORTIS! ¡SÁLVATE! —grité, justo antes de que la mano de Caput rodeara mi tobillo. Para variar, el Ángelus no me había hecho ni caso y se había detenido. Venía hacia nosotros con una velocidad pasmante. Lanzó un golpe con su pinna y pude notar como la mano que me oprimía el tobillo desaparecía, pero duró poco.

Caput no tardó en recuperarse del golpe y ya estaba abalanzándose sobre mi, nuevamente. De repente, un destello de luz naranja cruzó frente a mis narices y pude ver como Caput y otros dos Petitmal que se encontraban a su lado caían al suelo. Fortis estuvo rápido y sacó su puñal para rematar el ataque. Por la derecha, se acercaba el resto de nuestros perseguidores y otro destello de luz, hizo lo mismo con ellos.

Mis fuerzas me abandonaban a pasos agigantados y, cuando volví la cabeza, para ver de dónde provenían esos destellos, pude verlos.

—Amaris... —susurré antes de desmayarme.

Lo primero que vi nada más abrir los ojos, fue a Fortis. Estaba sobre una de las sillas de mi habitación, plácidamente dormido. No pude evitar sonreír al ver esa imagen, era tan tierno...

Lentamente, comencé a recordar lo sucedido. Comitem, Caput... nuestra huída de Tenebris y la llegada de Amaris, que nos había salvado la vida. Me estaba preguntando cómo habría dado con nosotros, cuando Fortis despertó.

— ¡Lucy! ¿Cómo estás? -dijo levantándose de un salto y acercándose a mi cama.

—Estoy algo cansada y me duele la pierna, pero estoy bien. ¿Qué pasó, Fortis?

—Chss, estás débil aún y ya habrá tiempo para explicaciones. Tengo que ir a avisar de que te has despertado, llevamos tres días preocupados.

— ¿He dormido tres días? —pregunté alarmada. Fortis asintió y me sonrió. Se inclinó hacia mi y me dio un beso en la frente. Momentos después, me encontraba sola en mi habitación. Me costaba creer que estaba de vuelta en casa, en mi habitación y con toda mi nueva familia cerca. La felicidad que sentía me aliviaba el dolor de la pierna.

Trudis entró en la habitación como un huracán, seguida de Fortis y Amaris. Se abalanzó sobre mi, abrazándome con demasiada fuerza.

—Oh mi niña, estás despierta... —susurraba entre sollozos.

—Tranquila Trudis, estoy bien. Deja de llorar, no te preocupes más...

—La vas a ahogar —dijo Amaris con una sonrisa en sus labios. De inmediato, la sirvienta se apartó de mi, acercó una silla a mi cama y se sentó a mi lado cogiéndome de la mano. La Ángelus se sentó en la otra silla y Fortis, a los pies de mi cama.

—Muy bien, jóvenes. ¿Podéis explicarme algo? —preguntó Amaris en tono inquisitivo. De inmediato, miré a Fortis. Yo llevaba tres días durmiendo y él, ¿no había contado nada? Amaris entendió lo que pasaba por mi cabeza y se apresuró a explicármelo.

—Tu compañero no ha querido contarme ni una sola palabra de lo sucedido. Aseguraba que debíamos esperar a que tú despertaras. Me dijo que era una historia personal y que sólo tú podrías decidir, si contarla o no. — Sin poder evitarlo, miré a Fortis con cariño.

—Claro que se puede contar, ahora sois mi familia. Pero te agradecería que lo relataras tú, aún estoy confusa y puedo pasar por alto algún detalle —dije mirando a mi amigo. El asintió de inmediato y comenzó a relatar todo lo ocurrido. Me impresionó la memoria que tenía, explicó detalles que hasta yo había olvidado.

Amaris y Trudis se quedaron sorprendidas y calladas durante unos minutos. No podía reprochárselo, era demasiada información y yo sabía de primera mano, que era difícil de asimilar. Lo único que me sorprendió de la historia que Fortis estaba contando, fue el momento en el que conseguí liberarnos de la pedida. Al parecer, de repente y sin previo aviso, había comenzado a desprender una luz cegadora. Y una sensación que el muchacho, no supo explicar. Para momentos más tarde, estar libres.

— ¿Cómo lo lograste, Lucy? —preguntó Amaris e inmediatamente me encogí de hombros.

—No sabría explicarlo, estaba triste y enfadada, muy enfadada. Mi colgante comenzó a brillar y lo sentí en contacto conmigo, es como si hubiera hablado con mi corazón. Yo no me había dado cuenta de que estábamos libres, hasta que vi a Fortis en pie. Y después de eso, sólo cansancio —aseguré sin darle importancia.

— ¿Puedo ver ese collar del que habláis? —preguntó Amaris expectante. Asentí a modo de respuesta. Ella se inclinó hacia mi y yo lo saqué de debajo de mi capa para que pudiera verlo.

—Cógelo si quieres. — Ofrecí. Amaris alargó su mano y cuando estaba a punto de tocarlo, este se iluminó. Ella apartó la mano de inmediato.

—Es una réplica de la pinna áurea —dijo sorprendida. A lo que ambos respondimos con un asentimiento. —Buscaré información en nuestra biblioteca.

—Amaris, ¿cómo conseguiste encontrarnos? —pregunté intrigada.

—Ya os dijimos, una semana. No llegabais y salimos en vuestra búsqueda. Atravesamos el portal de la biblioteca para llegar a la aldea Aliena, nos dijeron que de allí habíais ido a visitar a los Missionarii. Cuando llegamos, Prínceps nos dijo que os había visto hablar con Menses. Tuvimos que perseguirlo porque quería escapar de nosotros. No quiso hablar, así que nuestras pinnas tuvieron que indagar en sus recuerdos. Fortis te explicará más tarde lo que vimos allí, y fuimos a Tenebris mediante el portal del bosque. Llegamos justo a tiempo.

—Gracias. — Acerté a decir. Me sentía culpable por haber causado tantas molestias. Amaris inclinó la cabeza y tras hacerle una señal a Trudis, nos dejaron solos.

La pinna dorada    Torre de Praesidium I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora