Nos encontrábamos cerca de la entrada, escondidos tras unos arbustos. Fortis había utilizado mi lapis y su pinna a la vez, para hacer una pedida. Yo no notaba nada, pero se suponía que así no se alertarían de nuestra presencia, ya que nuestra esencia quedaría mezclada con la suya. Aún así, debíamos evitar por todos los medios que alguien nos viera los ojos. Y entramos allí, con Fortis a la cabeza.
Había Petitmal por todos los lados, unos eran humanos, otros tenían formas de duendes, de perros, gatos y un montón de animales más. Les había que volaban, algunos andaban y otros reptaban; unos tenían un pelo larguísimo y otros ni uno sólo sobre su cabeza. Me fascinó la capacidad que tenían para cambiar, y no pude evitar pensar, que era mejor así. No tenía ninguna gana de ver otro Petitmal con los dientes ennegrecidos saltando hacia mi para matarme. Atravesamos varias calles sin problemas, hasta que mi compañero se detuvo delante de una fachada. A simple vista, parecía un bar o algo así, ya que los Petitmal salían haciendo eses y alguno de ellos caía al suelo sin que nadie se parase a mirarlo. Fortis entró y yo lo seguí.
Era una habitación pequeña, con alfombras distribuidas por todo el suelo. Al final del local, había un Petitmal más alto que los demás y sostenía una jarra con un líquido gris en su interior. Rápidamente supuse que era eso lo que los emborrachaba. Nos sentamos en una alfombra y no había pasado ni medio minuto cuando el hombre se acercó a nosotros.
No sabría decir lo que nos preguntó con claridad ya que hablaba en latín y lo que yo había aprendido, sólo me daba para pillar alguna palabra suelta. Me limité a guardar silencio, ya que yo no sabía hablar el idioma y se daría cuenta de que algo pasaba inmediatamente, los Petitmal sólo hablaban en latín. Fortis habló con él de una forma clara y segura, pero sin levantar la mirada del suelo, lo que no pareció extrañar al hombre. A una señal suya, el Ángelus se levantó para seguirlo y yo lo imité. Nos llevó a una sala contigua, no mucho más grande que la anterior, nos indicó que nos sentáramos en las alfombras y se retiró.
—Asegura que puede ponerme en contacto con Jack si tengo información valiosa —añadió mi compañero.
— ¿Información? ¿Qué clase de información? —pregunté confusa.
—No lo sé, Lucy. Pero ha ido en busca de su superior para que venga a hablar con nosotros y no tengo nada para darle. Tenemos que salir de aquí como sea o nos van a descubrir.
No podía ayudarle mucho, no podíamos salir por ningún lado sin ser vistos y yo no sabía hablar el idioma para ayudarle con alguna excusa. Saqué mi lapis y le pedí con toda la fuerza de mi corazón, el don del idioma de éste mundo. No tardé en sentir, la fuerza de la lapis en mi interior inundándome y al momento, por increíble que parezca, miles de palabras en latín, acudían a mi cabeza.
Poco después, la puerta volvió a abrirse y entró el mismo hombre acompañado de otro mucho más bajito. Me sorprendió entender todo lo que dijo.
—¿Qué tenéis para mí? —preguntó con impaciencia. Fortis no dijo nada, se limitó a mirar al suelo, nervioso. Si no contestábamos se iban a dar cuenta. Así que, sin saber cómo, las palabras acudieron a mí.
—No queremos molestar, sólo queremos hablar con Jack. A cambio, podemos darte pistas sobre el paradero de Lux. — Fortis se giró hacia mí de manera brusca e instintiva, sorprendido por mi perfecto latín. Había notado que estaba orgulloso de que hubiera pensado rápido, pero la alegría se desvaneció de inmediato de su rostro.
El superior había mostrado un palpable interés en lo que yo le había ofrecido, pero duró poco. Cuando Fortis se había girado para mirarme, había dejado sus ojos al descubierto y, aunque el hombre alto lo había pasado por alto, el jefe no.
— ¡Es un Ángelus! — Había gritado el hombre de pequeña estatura. Y en menos de dos minutos, teníamos a seis Petitmal rodeándonos y sujetándonos los brazos.
— ¡Suéltame! —grité enfadada. Pero los fuertes brazos del hombre que me sujetaba, no se movieron. Ambos forcejeábamos con todas nuestras fuerzas, sin éxito.
Seguíamos en la misma sala, pero al ambiente había cambiado considerablemente. Se podía respirar la maldad que desprendían aquellos hombres. No tardaron en despojarnos de todo lo que llevábamos, mi lapis y la pinna de Fortis, se encontraban sobre una mesa colocada en la esquina trasera de la habitación. Para quitarme mis pertenencias, no habían tenido mucho problema. Mi lapis, les había dado una pequeña descarga que no había servido para amedrentarlos y cómo sabían lo que les pasaría si tocaban la pinna, despojaron a Fortis de su capa directamente, quedando la pinna dentro de ella. Habían sacado algo de sus bolsillos, que no conseguí ver y nos habían tirado una pedida. Era como si estuviéramos sujetos por cuerdas, que no existían, no podíamos movernos ni un ápice.
—Tengo que reconocer que habéis sido valientes —decía el hombre mientras nos miraba con desprecio. —Pero a veces, la valentía da paso a la estupidez. ¿De qué os sirve ahora la valentía? — Obviamente se trataba de una pregunta retórica, ya que sabía que no podíamos contestarle.
— ¿Quiénes sois? —preguntó con fingida calma. Y tras un breve gesto de su mano, Fortis recuperó el habla.
—Soy Fortis, un Ángelus. Una criatura que te da mil vueltas, maldito deshecho. — Escupió con fiereza. A lo que el hombre respondió con una sonora carcajada.
—Yo que tú medía mis palabras, Ángelus. No estás en posición de desafiarme. Y ella, ¿quién es? —dijo poniéndose en frente de mi. Me sorprendió que no se hubiera dado cuenta de mi identidad todavía, aunque estaba segura de que no tardaría en hacerlo.
—Ella es Emly, Missionarii —dijo Fortis mintiendo descaradamente y utilizando el nombre de mi madre. La sonrisa socarrona del Petitmal desapareció de inmediato de su rostro.
—No intentes engañarme. Yo conozco a Emly y ella no lo es. ¿Quién es? —repitió con un sonoro grito. ¿Ese Petitmal conocía a mi madre?.
—Se llama Emly y es Missionarii —repitió Fortis seguro de sí mismo. — ¿O qué pasa? ¿Sólo puede haber una Emly entre todos los Missionarii de éste mundo? — Ahí había estado rápido. Pero el hombre no se convenció.
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La pinna dorada Torre de Praesidium I.
Fantasy¡¡HISTORIA PENDIENTE DE EDICIÓN!! PRIMER BORRADOR COMPLETO En un orfanato, al norte de España, Lucy es testigo de un brutal ataque por un ser muy extraño para ella y para todo lo que conocía hasta el momento. Un extravagante muchacho de ojos naranja...