Capítulo 33

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— ¿Se arreglaron?—dijo Marie mientras la ayudaba a acomodar sus maletas en el auto.

—Como que no tenemos opción— dije cerrando la puerta y subiendo la vista.

—Sabes que lo hace con buenas intenciones— dijo poniendo su brazo en mi mano.

Un movimiento en la ventana me hizo mirar. Tuve que parpadear varias veces para asegurarme de que no me lo estaba imaginando: Cole y Clyde estaban hablando civilizadamente.

—Lo sé— dije algo distraída. Volví a mirarla—. Pero eso no es suficiente para mí. Puede ser por salvar al mundo y no va a ser suficiente.

—Trata de entenderlo— apretó un poco mi hombro—. Si no va él, van a obligar a otra persona y quiere evitar eso.

La miré en blanco por un momento. Claro, es fácil decirlo. Tú no eres la que se va a quedar sola, tú alge no es el que va a estar en riesgo de morir todos los días, tú no entiendes que te-vas-a-quedar-sola, no entiendes que solo lo vas a tener una maldita semana al mes.

—Lo sé— dije dándole la sonrisa más falsa que he dado en mi vida—. Mi Cole, siempre dispuesto a sacrificarse, tengo que apoyarlo como una buena y obediente alge— definitivamente que ahí tuvo que captar la indirecta.

—Isobelle— pude notar que cambió de color.

—Nos vemos Marie, que tengas un buen viaje.

Me giré sin darle tiempo a contestar y solo me detuve frente a Jason, que hablaba con Rick.

—Adiós, bebé—dije inclinándome para darle un beso al pequeño Mason.

Me despedí de Jason con un gesto de mano y entré a la casa.

Era una mala amiga, era egoísta, era una estúpida- y no me podía importar menos. Cole era mi alge, tenía derecho a estar enojada con el universo. Ya no estaba tan enojada con él, no quería estar de malas con el cuándo tuviéramos que despedirnos, pero eso no significaba que estuviera conforme.

Al principio era solo un tal vez: por si ellos decidían que lo querían a él como guerrero; pero ahora la decisión estaba tomada. Cole quería ser un guerrero, y eso me lo había tenido que decir otra persona.

Entré en la oficina y la cerré con llave. Me senté y cerré los ojos. Para Cole y Clyde era fácil: ambos se comunicaban bastante con sus alfas así que tenían el comunicarse conmigo dominado. A mí, el entrar a sus pensamientos, no solo hablarles, me costaba algo de trabajo. Primero tenía que pensar en cual mente quería entrar, luego tenía que concentrarme.

Cole, Cole, Cole, Cole. Sentí como mi mente se iba así que abrí los ojos de repente. Volví a cerrarlos lentamente, con cuidado. Cameron me lo había advertido: entrar en la mente de alguien puede hacer que te pierdas para siempre en sus pensamientos. Antes de que pudiera volver a intentarlo, noté que había hecho otra cosa. Podía ver a Clyde frente a mí, como si estuviéramos hablando el uno con el otro.

Alges: La AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora