— ¡Uriel Montenegro!—Dijo alguien desde el tope de las escaleras.
— ¿Qué demonios haces aquí?— Respondió él, dándome la espalda.
—No, ¿Qué demonios haces tú aquí? Deja a la loba en paz por un día, tienes otros problemas de qué preocuparte— dijo la mujer, porque era voz de mujer, antes de desaparecer.
Al escuchar eso Montenegro rugió y Viktor, aun en su forma de lobo, me dio una mirada.
—Fuera de aquí— dijo Montenegro, refiriéndose a Viktor y Abigale, que aún estaba tirada en la escalera, completamente petrificada.
— ¿Piensas dejar el cuerpo aquí?— Dijo Viktor cambiando de forma. Yo me gire para no verlo desnudo.
—Por supuesto, hasta que solo queden huesos para que aprenda— le dijo Montenegro mirándome a mí—. Ahora vamos a terminar esto de una vez y por todas.
Cuando se fueron esta vez no grite. Si pedía ver a mi hija, si pedía que me sacaran, Montenegro iba a regresar e iba a hacer lo que estaba pensando cuando esa mujer entró. Miré el cuerpo de Kiroh por un momento. Yep, fuera de control. El encerramiento tenía a Isobella loca. Podía sentirla en mi cabeza, tratando de salir, pero no se lo iba a permitir. Si lo hacía, sabía que iba a volver a olvidar.
No podía olvidar a mi bebe una vez más, no podía permitirme olvidar donde estaba ni por qué. No podía olvidar que Viktor no me había hecho daño, ni que me había quitado a mi hija- yo le había pedido que se la llevara. Ahora se lo creía. Si me hubiera quedado con ella Isobella la hubiera lastimado al no reconocerla. Cerré los ojos y presioné mi frente contra la plata ardiente.
Fue el sonido de disparos, rugidos y gritos que me hizo volver a la realidad. Mis ojos buscaron algún tipo de salida, pero no había nada. Esto era algún tipo de cubo -un búnker- iluminado por una tenue luz en el centro.
La puerta al tope de las escaleras comenzó a sonar, no tanto como si estuvieran tratando de abrirla, si no como que estuvieran pisándola. Bajo el suelo. En ese momento se me ocurrió algo y no pude creer que Montenegro hubiera sido tan estúpido. Miré el cuerpo de Kiroh y me arrodillé. Lo arrastre hasta las barras hasta que no pude más y comencé a buscar.
— ¡Bingo!— Dije riéndome. Saque las llaves de su cinturón y las tomé. Me puse de pie y caminé hacia el cerrojo, jugando con las llaves a ver cuál era la correcta. Excepto que ninguna funcionaba.
Beeern. Beeern. Beeern.
—No, no, no, no— dije moviendo las manos rápidamente. Se había activado algún tipo de alarma, no podía estar aquí para cuando llegaran los guardias. Ya no estaba Viktor para protegerme.
Click.
— ¡Sí!
Y salí. Y corrí hacia las escaleras. Y terminé cayéndome, golpeando mi rostro contra el filo de los escalones y rompiéndome la nariz- o algo- porque la sangre comenzó a salir, haciendo que probara el sabor nada suculento de mi propia sangre.
— ¿A dónde creías que ibas, lobita?— Dijo Kiroh. Sanó, el bastardo sanó—. ¿No me ibas a dejar solito, o si?
—Vete al infierno— dije golpeando su rodilla con fuerza, haciendo que se golpeara con las barras de la celda.
—Maldita pu…—me puse de pie y lo patee en el pecho.
— ¿Qué tu madre no te enseño que así no se le habla a las mujeres?
—Mi madre está muerta, igual que la tuya, perra— me empujó y termine una vez más contra las escaleras, pero no fue eso lo que me dolió.
— ¿Qué dijiste?
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Alges: La Alfa
WerewolfYo: Isobelle Vlad. Soy una chica de diecisiete años con problemas para controlar mi ira y una obsesión con los vampiros y hombres lobo. El: Cole McWilliams. el es un hombre lobo temperamental de diecinueve años que se cree que le pertenezco. Asi qu...