Capítulo 25

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“Juntos.”

“Separados.” Dije rodando los ojos.

“No le hagas caso, juntos.” Dijo Cole.

“Separados dije.” 

“Juntos.”

“Por favor, un cuarto con dos camas.” Dijo Zeva, apareciendo entre ambos.

La secretaria nos miró por unos segundos antes de escribir en la computadora otra vez. Cole suspiró y yo miré alrededor. Estábamos en tierra libre, lo que significaba que estábamos en un pueblo normal de humanos, sin manadas, fugitivos y esperemos que cazadores tampoco. El hotel era hermoso, más de lo que esperaba, y aquí se iban a quedar todos los alfas. El salón principal estaba separado por dos días para poder hacer un tipo de ‘reunión amistosa’ hoy en la noche y luego podernos reunir y hablar de las cosas importantes mañana domingo.

Volví a la realidad cuando Zeva me ofreció una llave. La tomé y ella se volteó para tomar su maleta.

“Mi habitación es la número cien, es fácil de recordar.” Dijo y luego miró a Cole que estaba distraído viendo el lugar. “Tú.” Dijo para llamar su atención. “Nada de poner tus manos donde no te lo piden ni mirar lo que no tienes que mirar, ¿Oíste?” 

Cole arqueó una ceja antes de asentir. Yo traté de actuar como si lo que ella dijo no hubiese tenido nada que ver conmigo.

“Muy bien, pues su cuarto es el ciento diez. Queda en el último piso porque es más como un apartamento así que van a estar bastante cómodos…Los veré en la noche.” Y con eso Zeva se esfumó- y la ardilla diabólica regresó.

“A lo mejor conoceré mujeres en la noche…” Dijo y yo volví a rodar los ojos, no me va a molestar en este fin de semana.

“Y yo conoceré otros alfas, ya sabes, de esos sexys y misteriosos que salen en los libros y en las pe-”

“¡Ni lo pienses!” ¡Ah, ahí volvió mi celoso favorito! 

“¿Por qué?” Dije inocentemente, tratando de esconder una sonrisa. “Tú conoces chicas lindas y yo chicos sexys.”

Sus ojos se volvieron negros completamente y yo sonreí. 

“Tranquilo ardillita, ninguno puede ser más  sexy que tú.” Me acerqué y susurré en su oído. “O eso creo.”

Dejo salir un rugido antes de que su cara cambiara a una confundida. Me miró curioso y tomó las dos maletas a nuestro lado.

“¿Ardillita?” Dijo y yo solté una risa.

“Ardilla diabólica, te llamas así desde el primer día de clases.” Dije sonriendo.

“¿Por?” Dijo y yo presioné el botón del ascensor.

Alges: La AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora