CAPITULO 16.
[Narra Niall]
Desperté y sentí una oleada de besos por todo el cuerpo, abrí un ojo y pude verla sobre mí sonriente y juguetona.
-Buenos días. –Sonrió abiertamente. Me acerqué a ella y la besé en los labios.
-Ahora si son buenos días. –Soltó una pequeña risita y se levantó de encima mía.
-Voy a desayunar, ¿Vienes? –Asentí con la cabeza. –Voy bajando. –Salió de la habitación.
Pesadamente me levanté de la cama, me dirigí hacia la silla, y cogí mis cosas.
Terminé de vestirme y me dirigí al baño, me peiné como pude y salí dirigiéndome a la cocina. Me acerqué a Paula que estaba hablando por teléfono.
-¿Me das un poco? –Mire la tostada que tenia en la mano. Me la acercó y sonrió. Sonreí pícaramente y me acerqué a su mejilla, la mordí suave.
-¡Niall! –Gritó, yo reí a carcajadas y provoqué que ella terminara riendo también. Finalmente mordí un poco de la tostada.
-Tú estas más rica. –Susurro en su oído. Suelta una leve risita y salió de la cocina.
Cogí un vaso, y la bandeja de donde ayer saqué el croissant, me serví un poco de zumo y termine sentándome en una de las sillas de la isleta, donde ayer concretamente.
-No vuelvas a hacerlo. –Regresó a la cocina y me señaló con el dedo seria.
-Definitivamente no te pega nada el papel de mala. –Dí un mordisco al croissant
-¿Insinúas que no puedo ser mala? –Asentí. Y ella sonrió. –Está bien. –Sonrió e intento salir, pero logré agarrarla del brazo antes de que pudiera hacerlo.
-Quédate conmigo.
-No puedo. –Me colocó bien el pelo y me acarició la mejilla. –Tengo cosas que hacer. –Sonrió.
-¿Cómo qué?
-Voy a salir a comer con mi madre y mis tíos. –Termine de beberme el zumo y me levanté.
-Te llevo. –Dejé el vaso por allí encima y la bandeja en su sitio.
-No. –Dijo rotundamente.
-No era una pregunta, era una afirmación. –Le guiñé un ojo. La agarré de la cintura y la acerqué a mí. Me apartó la cara y negó con la cabeza.
-No vas a besarme, Niall. –Sonrió. La miré con el ceño fruncido. -¿Quién dijo que no podía ser mala? –Susurró en mi oído. Y después rió apoyando su cabeza en mi hombro. –Tengo que irme, no me entretengas más. –Se alejó de mí y salió de la cocina.
La esperé en el salón mientras terminaba de prepararse.
-Preciosa como siempre. –Vestía con una camisa de estampados étnicos, unos vaqueros negros que marcaban muy bien sus curvas y unas vans también negras. Me levanté del sofá y me acerqué a ella. Vi como sus mejillas tomaban color. -¿Puedo besarte? –Sonreí pícaramente. Negó con la cabeza. –Vamos, no me hagas sufrir más. –Rió, se apartó de mí y se dirigió hacia una mesa.
-¿Nos vamos? –Dijo cogiendo las llaves.
-Que remedio. –Me encogí de hombros y me acerqué a la puerta. -Primero las señoritas. –La dejé pasar.
-Gracias Señorito Horan. –Reímos.
Justo al cerrar la puerta comienza a sonar mi móvil.
-¿Sí? –Abrí la puerta del coche para que fuera entrando Paula.