Capítulo 22.

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Algo se desliza por mi mejilla, y baja hasta mis labios, los recorre, y sigue bajando hasta el cuello. Me retuerzo al sentir esas cosquillas. Pero no cesan. Sigue un recorrido por mi hombro, y todo el escote del vestido. ¡El vestido! He dormido con el vestido. Abro rápidamente los ojos, y por un momento me pregunto donde estoy, hasta que veo el rostro de la persona que tengo en frente. Sonrío.

-Buenos días. –Digo con voz ronca, me incorporo y le beso en la mejilla. Niega con la cabeza.

-Sabes que así no son buenos días. –Sonrío, vuelvo a acercarme y esta vez le beso en los labios.

-¿Y ahora? –Niega de nuevo. Le miro con el ceño fruncido.

Vuelvo a besarle, pero cuando hago el intento de alejarme, el me agarra por la nuca y vuelve a juntar nuestros labios. Su lengua abre paso, y se entrelaza con la mía. Jadeo, subo mis manos hasta su pecho, le acaricio y después lo empujo levemente para separarlo de mí. Gimotea cuando sus labios ya no están sobre los míos. Sonrío y me levanto de la cama.

-Sólo déjame cambiarme. –Me agarra de la muñeca.

-Aún es temprano. –Miro hacia el pequeño reloj, 8:12. –Ven, quédate aquí conmigo. –Me siento a su lado, y me abraza. Caemos juntos, y nos quedamos tumbados.

Jamás podría creerme que una persona me tratase tan bien, y que yo le dejara hacerlo, quizá es que me esté enamorada. ¿De verdad me estoy enamorando? No, no puede ser aún. ¿Que llevamos, dos, tres semanas juntos? No es lo suficiente, como para que tenga mis sentimientos claros hacia él. Le observo, y sonríe, le devuelvo la sonrisa. ¿Le quiero? Sí, quizás eso si, quizás lo quiero con locura. Pero, ¿Le quiero tanto como para ofrecerle mi virginidad? Siempre he dicho, que si hacía el amor con alguien, sería cuando estuviera realmente preparada, y tuviera mis sentimientos lo bastante claros hacia aquella persona. Aunque aquella vez en mi habitación, se la pude entregar en bandeja, mas bien se la entregué, sólo que un maldito teléfono nos interrumpió. ¿Maldito, pero que estoy diciendo? Puede que aquel teléfono me hubiera salvado de una buena. Aquello solo fue un pequeño desliz.

Vuelvo a mirarle. Me está observando serio, y no aparta la mirada de mí. Nos quedamos así, observándonos, con la habitación repleta de plumas, y sin ningún ánimo de separarnos.

Después de ducharme, prepararme y desayunar decido llamar a mi madre y a Xenia, en estos dos días que llevo aquí no me he molestado en que reciban noticias mías. Bueno, quizás, o seguramente, si las hayan recibido, pero no dichas por mi.

-Estoy bien, mamá. –Resoplo. Esta es la quinta vez que mi madre me pregunta si estoy bien.

-Bien hija, estoy tan contenta por ti. Espero que te lo estés pasando muy bien con ese a migo tuyo… ¿Cómo se llamaba?

-Niall, se llama Niall. -¿En serio había dicho amigo? Me contengo por no soltar una pequeña risita, y es que después de ayer ya me había acostumbrado a la palabra ‘Novia’

-¿Deberíamos de hablar de ello? –Sonrío, y sé que ya lo sabe, o bien por mi hermana, o quien sabe por qué.

-Sí, pero ahora no, por favor. Sólo cuando llegue, te contaré todo lo que quieras. Paciencia. –Río. –Es solo cuestión de horas para que ya esté allí.

-¡Estoy tan feliz por ti, hija! ¿Sabes que quedan solo cuatro días para tu cumpleaños? –Mi cumpleaños… ¿Quizá el peor día de mi vida? Sí, sin duda el peor día.

-Te conozco mamá, lo has dicho demasiado feliz. Sabes de sobra que no quiero nada. –Esa última palabra la digo con cierto énfasis en ella, medio gritando.

-¿Por que? –Dice triste.

-Ya sabes por qué. Sólo, no hagas que sea peor. –Resopla.

-Quiero que seas feliz, hija. Supongo que deberías de saber que he reservado una mesa para nosotras tres.

It's gotta be you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora